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Domingo, 11 de septiembre de 2016
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Los libreros rosarinos estiman una caída en las ventas del 15 por ciento

No es contexto para bienes esenciales

Es respecto del año pasado y coincide con los números estimados por la Cámara Argentina del Libro hace apenas algunas semanas. Cada librero define sus márgenes de ganancia dependiendo del acuerdo que puedan realizar con cada editorial o distribuidora.

Por Edgardo Pérez Castillo
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Los libreros no sólo notan menos ventas, sino que también detectan menos gente en librerías.

"El libro es el último en entrar a la fiesta y el primero en irse". La figura, delineada por un librero experimentado de la ciudad, funciona para graficar las complejidades del mercado editorial en Argentina. Es que, como tantos otros eslabones de la cadena de las industrias culturales, el libro es un bien esencial, sí, pero prescindible. En ese contexto, a nueve meses del cambio de gobierno nacional, sus paquetes económicos parieron una coyuntura de restricción de consumo en la que el libro empieza a retacearse de la lista de compras. Así, y en sintonía con los números estimados por la Cámara Argentina del Libro hace apenas algunas semanas, los libreros rosarinos confirman que, en lo que va del año, puede estimarse una caída del 15 por ciento en venta de unidades en comparación al último año.

A diferencia de otros rubros comerciales, en el mercado del libro cada ejemplar llega a los comercios con un precio de venta al público (pvp) que es determinado por las propias editoriales, y que debe ser respetado en todas las librerías del país. De ese modo, cada librero define sus márgenes de ganancia dependiendo del acuerdo que puedan realizar con cada editorial o distribuidora, en una ecuación que puede redondearse en un 35 por ciento de descuento sobre el pvp. Ese rédito es el que debe garantizar el sostenimiento de sueldos, insumos, servicios y, en ocasiones, alquileres. "Esta es una venta de volumen, de contribución neta muy chica, entonces hay que vender mucho, sino estás liquidado. Si el negocio de las cadenas de librerías no fuera financiero, serían las primeras en cerrar, porque alquilan todo. Hay que tener en cuenta que el libro no tiene Iva y los alquileres sí. Y para un independiente que alquila está muy complicado", explica Flavio Cabral, de Librería Técnica.

La mención a las grandes cadenas comerciales (como Cúspide, del Grupo Clarín, y Yenny) no es menor: nucleadas en la Cámara Argentina de Publicaciones, han esquivado referirse sobre una eventual caída de las ventas. Así lo remarca un artículo del diario La Nación, que el pasado 20 de agosto publicó un informe en el que autoridades de la Cámara Argentina del Libro ("a la que se le atribuye un sesgo crítico al gobierno nacional", aclaró allí el cronista), evaluaba una caída en la venta de ejemplares del 15 al 25 por ciento entre junio y julio respecto al mismo bimestre de 2015.

Consultado por Rosario/12, Perico Pérez, titular de Homo Sapiens y miembro de la Cámara Argentina del Libro, brindó mayores precisiones al respecto: "En general hay una merma. Lo que se nota es que hay menos presencia de la gente en librerías, hay una disminución. Pero me parece que está atado a una cuestión más general, no solamente al libro. Lo que pasa es que el libro es uno de los temas que generalmente primero retraen, como la música, el teatro. Son cuestiones que se pueden postergar. Por el relevamiento que hizo a nivel nacional lo que la Cámara Argentina del Libro plantea es una caída del 15 por ciento en unidades. Esa disminución tiene que ver con esta cuestión".

Ante una clara situación de ajuste -con una tasa inflacionaria disparada ya en un 40 por ciento luego de la devaluación de diciembre de 2015--, la solución perseguida por las grandes editoriales es la de incrementar el valor de sus productos. "El precio del libro lo pone el editor y el margen bruto de ganancia es muy exiguo. Con esto las editoriales entienden que es una cuestión de aumentar precio contra volumen, pero cada vez que aumentan precio las ventas bajan -analizó Cabral--. Hoy el problema es que el valor percibido por el público es alto respecto al libro, que en realidad no es caro. Se gasta mucho más en teléfonos celulares para jugar a Pokemon Go. La valoración del libro es muy baja. El libro es un rubro que entra último a la fiesta y se va primero. Cuando vienen los boom de consumo entramos últimos, y cuando todo el mundo está bajando, nos vamos primero. Es lo último que la gente elige comprar, y lo primero que deja de comprar".

"El aumento de los precios tiene incidencia, y la crisis incide en la compra de los libros. Se nota mucho la falta de gente de las liberías en general", analiza por su parte Poli Laborde, titular de la librería y editorial que llevan su apellido. Y remarca: "Los costos se han elevado considerablemente. Eso también un poco complica la situación. Si no, no hubiesen cerrado una librería importante como Adán Buenosayres en Buenos Aires. En las pequeñas no va a tener incidencia, porque somos nosotros mismos los que trabajamos. Pero aquella librería que tiene 5, 6 o 7 empleados, se va a ver perjudicada".

Para Marcos Buchín, de Librería Buchín, el panorama está lejos de ser alentador. "La inflación le ganó a las paritarias, la comida es más cara, la luz es más cara. Hay menos gente dispuesta a gastar plata en libros. Eso repercute. De alguna manera es algo incipiente, pero la tendencia es que las ventas han bajado y, sin ser apocalíptico, no parece que vaya a cambiar".

En ese marco, Natalio Rangone, de Oliva, considera que la caída no debe entenderse como una disminución de clientela, sino de consumo: "Bajó la cantidad de ejemplares vendidos, pero no tiene que ver con una baja de lectores, sino en la compra que hacen. En Oliva no trabajamos con muchas de las editoriales de venta más masiva, sino que es una librería más orientada a libros de Humanidades, psicoanálisis, arte, literatura. Es una clientela más puntual. Incluso muchos clientes estaban con becas de Conicet, y muchos todavía no saben si esas becas se las renuevan, si les mantienen el mismo sueldo".

"No hay muchas alternativas, es una cuestión de consumo", coincide Cabral, quien todavía no encuentra la clave para revertir la tendencia: "No tenemos productos alternativos a esto. Tenemos que reinventarnos en alguna otra cosa, pero claramente no lo sé. Con libros solos no se soluciona".

Esenciales y prescindibles, los libros seguirán renovándose en los locales comerciales. Al menos, por el momento se sostienen muchos de los proyectos delineados por las editoriales rosarinas para el corriente año. Sin embargo, los costos de impresión y la tendencia de ventas en caída los obligarán también a ajustar algunos de sus objetivos. Aunque ello merecerá un análisis específico, en una próxima edición.

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