La tendencia que se vislumbrara, de un tiempo a esta parte, ya es realidad palpable en la cartelera rosarina. Es decir: una cartelera comercial plagada de tÃtulos iguales, de taquilla "segura", y con una considerable merma en cuanto al número de estrenos (aunque no en cantidad de copias: entre dos y cuatro de una misma pelÃcula -caso Harry Potter por complejo de cines). Pero también: una cartelera alternativa, que continúa una tarea plural, desde el quehacer de Cine Club Rosario y sus pre estrenos, o desde el admirable Cine Madre Cabrini, atento siempre a revisitar tantos clásicos que no deben olvidarse.
Desde esta situación dual, y en ratificación de la democracia audiovisual, emergen las pantallas de Cine Arteón y, sobre todo, la de Cine El Cairo. En el primer caso, dando cabida a films postergados, con ciclos recientes dedicados a repasar el buen cine; en el segundo caso, desde una labor infatigable que ha conjugado, a lo largo del año, estrenos (La cinta blanca, de M. Haneke; Luz silenciosa, de C. Reygadas; dos de los mejores films del año) ciclos ("El documental del mes", de carácter internacional), films de ingreso gratuito, entradas económicas, calidad impecable de proyección, además de sumar su pantalla al cada vez mejor Festival Latinoamericano de Video Rosario, asà como a la muestra local Bafici Rosario, que organiza Calanda Producciones.
Gracias a este amor por el cine, es que podemos disfrutar de una diversidad que, si dependiera de la pantalla comercial, nos limitarÃa de manera drástica. Situación que las ediciones en DVD permiten, al menos, también paliar; tal como sucediera con tÃtulos admirables como Donde viven los monstruos (Spike Jonze) y sus desmanes infanto monstruosos, Los lÃmites del control (Jim Jarmusch) y su poética hipnótica, o Francia (Israel Caetano) y su sencillez maestra, de gran cine, todas inéditas en las pantallas grandes.
Respecto del trazado que supone el recuerdo fÃlmico, pocas veces comenzó mejor un año como el que se fue, con un Martin Scorsese en plena forma: La isla siniestra supo devolver el mejor cine de Hollywood, como el que se filmaba hace más de media década; paranoias y patriotismo en quiebra, con la rúbrica del gran Marty. Desolación que pudo también respirarse en La carretera (John Hillcoat), sobre novela de Cormac McCarthy; paranoia de la que supo también revestirse El escritor oculto, con un Roman Polanski de pulso maestro. De manera tardÃa, pudo también verse Samarra (2007), demoledor alegato anti bélico de Brian De Palma, situado en las antÃpodas de lo que supusiera Vivir al lÃmite, de Kathryn Bigelow (con Oscar incluido).
Los grandes nombres de Polanski, De Palma, Scorsese, continúan su lista en Alain Resnais y Las hierbas salvajes -tour de force de estructura jazzÃstica , en Agnes Varda y Las playas de Agnes -bella, vital, una poesÃa de arenas , en Werner Herzog y su Maldito policÃa en New Orleans -lisérgica, con el mejor Nicolas Cage , en Marco Bellocchio y Vincere espejo retorcido de una sociedad que se congela en una mueca fascista, escalofriante , en los hermanos Jean Pierre y Luc Dardenne con Rosetta, de estreno demasiado tardÃo (1999), pero afortunadamente vista en pantalla grande.
El hombre de al lado supuso la ratificación cinematográfica del dueto Mariano Cohn/Gastón Duprat, desde una construcción narrativa puntillosa, de espejamientos y recelos, de estructura social hipócrita, una gran pelÃcula. También destacó Sin retorno, de Miguel Cohan, uno de los mejores thrillers noir que puedan haberse filmado en Argentina, con una oscuridad sugerida que en Carancho (Pablo Trapero) sabe florecer de modo más drástico y explÃcitamente violento.
No puede obviarse esa costumbre festiva que toda pelÃcula Pixar supone, en este caso Toy Story 3, de una capacidad de asombro que el espectador agradece, entre tanta tonterÃa presumiblemente "para niños". También Red social, con un David Fincher que se rehabilita con un gran fresco generacional, tras esa debacle espantosa que fuera El curioso caso de Benjamin Button. Más El hombre lobo, y su puesta al dÃa y clásica de uno de los monstruos más queribles.
Y por último, la gracia incorrecta de Machete, de Robert RodrÃguez, un superhéroe mucho más cool y sincero que cualquier otro. Con la promesa en firme de reincidir con secuelas. Que asà sea.
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