Es difÃcil escuchar sin admirarles la fortaleza a las rosarinas que forman parte del libro "Nosotras, obra colectiva, testimonio de 112 prisioneras polÃticas, 1974-1984". Hay una historia que pinta lo que puede la voluntad de resistir. Por esos años, se produjo una ola de calor muy fuerte en el paÃs. Se suspendieron las clases, y los guardias se desmayaban por las altas temperaturas. A las detenidas de la cárcel de Devoto las pusieron en celdas de castigo, y les cortaron el agua. Algunas entraban en pánico por el efecto del tremendo calor. Estaban obligadas a llevar el corpiño, una remera y la chaqueta de mangas largas. Pero ellas oponÃan resistencia. Improvisaban clases de gimnasia para no pensar en el calor, siempre con la cabeza debajo de la mirilla, para que los guardias no pudieran adivinar lo que hacÃan. Resistieron, hasta que llegó la lluvia. Y se terminó el castigo, volvió el agua. "Nunca me voy a olvidar el olor a podrido en la piel cuando nos sacamos la ropa", cuenta Margarita Irurzun. La historia la completa Cristina Bolatti: "A los pocos dÃas, una de nuestras compañeras va a la enfermerÃa y ve que habÃa un enorme acopio de frascos de suero y sales minerales. El encargado le cuenta que esperaban una avalancha de descompuestas por golpes de calor". HabÃan previsto que deberÃan trasladarlas por las condiciones agravantes a las que fueron sometidas. "Qué boludas, cómo no fuimos", dice ahora Ana Esther Koldorf. Es que ninguna llegó durante esos dÃas a la enfermerÃa. Todas resistieron.
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