Mmm, se me hacĂa agua la boca. AgĂĽita dulce de tanto extrañar un marisquito salado que me entre en la boca, que haga juguito, que haga ruidito, que haga chapa chapa. QuĂ© sĂ© yo, andaba con ganas de oler a mar y no porque sepa nadar, ganas de comer tortita pero sin dulce de leche, que tanto marrĂłn empalaga y unx tiene sus necesidades diversas a flor de piel, de manos y de partes cĂłncavas y convexas y entonces me dije, Lux, al horno. Al horno mismo donde se cuecen las harinas que en esta noche serán tortas y si no son tortas buenas son las pasteles. Fuime a visitar a Mirna metiĂ©ndome en el corazĂłn de Palermo y ahĂ la encontrĂ© como sin levadura, como sobrada de harina; aunque a decir verdad era amor lo que le venĂa sobrando, amor ardiente con su linda mano que en otras huellas no habĂa incursionado por, otra vez, no ser correspondida. Que digo correspondida, siquiera reconocida. ¡TetĂ© Coustarot, Mirna! Y sĂ, TetĂ©, decĂa ella, tetĂ©, tetá, teta, ya casi al borde del colapso láctico de tanto acumular lo que no podĂa desbordar. Es que la habĂa visto una noche, una en que compartiĂł mesa con la Alfano en el cumpleaños de un señor de gato al que han dado en llamar Mariano Mores. Y claro, ella a la Alfano ni la mirĂł, capaz que me quiebro un diente tratando de hincárselos en la silicona, me dijo ella de corrido sin que se le caiga una pestaña mientras las mĂas hacĂan clin clin de ansia de perderme en la noche. No te podĂ©s quedar asĂ, Mirna, salĂ de la ventana, TetĂ© no va a volver. Pero TetĂ© siempre vuelve, insistĂa ella, trabaja acá, la veo entrar, huelo su perfume. ¡Sacá la mano de ahĂ, Mirna! CĂłmo será este bollo de abollado que hasta se olvida que estoy acá mismo, de cuerpo presente. A la calle y es una orden, que de Exquisita estás pasando a tortilla mexicana. La saquĂ©, la arrastrĂ©, la obliguĂ©. Eran las yemitas de los dedos que me pedĂan, vamos Mirna que un tijeretazo no se le niega a nadie y menos a unx amigx. TetĂ©, te tá, suspirando su nombre los pasos la llevaron al bar de su desconsuelo. Desconsuelo para mĂ que me dejĂ© arrastrar en sábado a Palermo, yo que buscaba olor a acuario y me dan desodorante, perfume, sahumerio, jazmines, cualquier cosa menos lo que querĂa, una almejita lengua larga que me haga cosquillas en las partes. Pero ahĂ estábamos lxs dos, tetĂ©, tetá, rumbo al bar en el que encontrarĂa un pecho generoso que me tape las orejas para no escuchar ni una vez más la letanĂa de Mirna enamorada. Y entramos, y nos sentamos. Y sĂ, nos sentamos porque acá harina no falta pero levadura sobra. ÂżQuĂ© pasa con estas tortitas, están almidonadas o sobra polvo de hornear en el baño? Ni un roce ni una caricia ni una boquita generosa, las chichis sentadas —todas, todas—, bien apoyadas, Âżapoyadas, empolladas o empollando? Yo me voy al baño y me fijo, que la Mirna le hable de amor a su caipiroska.
Bien delimitados acorde al reglamento, baño para “histĂ©ricos” y baño para “HistĂ©ricas”. Providencia me salva de la duda cuando ninguna puerta dice mi nombre: el de ...cos está clausurado y sĂłlo me queda hacer cola y a pelo, paradita bajo la luz blanca mientras espĂo a las agraciadas que se sostienen las carteritas a la puerta misma del santo recinto. Diox, Lux necesita un escote, dale un escote a esta alma para reposar la oreja roja de tanta maledicencia. Adentro, las chicas de la carterita tienen pegado el escritorio de secretaria y la puerta del closet en la frente, afuera alguien que necesita un pañuelo me apura: mucha paqui, poca torta; se queja, poca torta mucha paqui; el pastelito se mete conmigo al cubĂculo y se me duerme la boca de besarle la nariz, justo ahora que los cinco ocĂ©anos se me ofrecen y yo apenas distingo el marisco de la playa. Bivalvo, molusco, caracolito mĂo Lux no huele, pero jamás de los jamarases se quedará sin nadar.
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