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Viernes, 23 de octubre de 2009
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lux va > a expotrastiendas

Taquito cultural

En busca de paz, Lux acepta la invitación para la megamuestra anual de arte, pero se ve zangoloteadx de un sitio a otro en busca del cuadro deseado, el Malbec gratis y los elevadísimos tacos de las pintoras que no sólo en la tela hacen arte.

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Mi amiga Jackie me invitó a Expotrastienda, que inauguraba, y no podía fallarle; pero después de aquel día terrible lo aconsejable hubiera sido un descansito, la verdad sea dicha. Toda la mañana en la veterinaria con mi lindo gatito rasguñándome y mordiéndome endemoniadamente y, para colmo, después en bicicleta por la ciudad, de un lado al otro, con los autos que se me venían encima y los bocinazos a full metiditos en la oreja. Un escenario apocalíptico la calle, pero sin jinetes (los únicos que faltaban). Situación similar a aquella en la que quise cruzar el caótico Arco del Triunfo y casi fui derrotadx por una moto. No la vi venir por ningún lado, parecía salida de una alcantarilla. Y la loca frenética que conducía el bicharraco ese me gritó palabras que en buen argentino vendrían a ser algo así como: “¿Por dónde querés cruzar, pelotudx de mierda?”. Camino a la Expo también me fueron dedicadas un par de cositas medio fuertonas que no necesité traducir (pertenecer tiene sus privilegios). Hice varias cuadras y me convencí de que la planificación de obras públicas porteña está más cercana a una estrategia destinada a enloquecer que a mejorar la vida de lxs vecinxs. No importa, Lux, me dije, con esto hay que vivir: hacete cargo o andate a vivir al campo. Me hago cargo, claro. En el campo extrañaría experiencias extremas —que para mí son aire— como la de encontrarme a la Fenochio, la pintora, en la puerta del Centro de Exposiciones. “¡Hola, Lux, no te perdés una vos!”, me gritó cuando me vio llegar. Y casi sin hacer pausa se me puso a hablar de su amigo cross dresser (que la tiene fascinada), de su última muestra en el Palais, y de Cló, mi profesor de yoga, con el que comparte feria americana y cuando quise acordarme había pasado más de media hora. En eso aparece Jackie Miasnik tambaleándose sobre dos tacos finiiiitos que se le enganchaban en todas las baldosas de la cuadra restándole un poco de elegancia. “Te vas a matar —gritó Fenochio— ¡Juá, juá, juá!” Y la Miasnik le contestó: “Callate, bolú, que me pasó de todo. Casi no llego”. ¿Querés brillar? Brillá por tu ausencia es el título de la obra que cuelga en la Expo y, créase o no, por culpa de esos zapatos casi asistimos a su muestra póstuma. Todo muy loco, pensé. En ese momento vi llegar a mi chicx y me dije: “Qué lindx, es un remanso para mí”. Pero no: resultó que ayer no. Se bajó corriendo de su camioneta y completamente aceleradx me agarró de una mano y en un periquete me llevó a la sala de exposiciones donde lx esperaban lxs artistas visuales Augusto Zanella y Gaby Antenzón, y unos fotógrafos mexicanos y hermanotes, supercuatazos, que se llaman Montiel Klint de apellido y que además de compartir el inquietante espacio “Diálogos” (curado por Alejandro Montes de Oca) en la Expo, tienen muy lindos bigotes y unos lentes mejores aún. Al rato de estar ahí logré prenderme a un vasito de Malbec que repartían gratuitamente y mientras lo bebía contemplaba la obra Parque Saavedra, de Silvina Resnik. En el contexto de aquel atardecer de un día agitado, esos árboles y el césped tan bellamente pintados me sumergieron en una repentina tranquilidad que —lo juro— a veces necesito. Pero, de pronto, entre la pintura y yo se interpuso un ser con calzas negras, una pollerita más breve que la felicidad y unos taquitos que le pasaban el trapo a los de Jackie. “¿Qué tal, Lux?”, dijo con voz seductora. Y tardé en reconocerlx: “Soy de la vete, donde trajiste hoy al gatito”. “Ah, ¿qué tal? —respondí yo amablemente—. No sabía que también te gustaba el arte...” Entonces, de pronto, me encontré con los ojos de mi chicx clavados en los míos, fulminantes. “A vos, Lux, no se te puede dejar solx un segundo”, me reclamó después, cuando apoyamos la cabeza en la almohada. ¿Y qué le iba a decir, si era verdad? ¿Será por eso que no me mudo al campo?

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