Estos cambios de tiempo matan a cualquiera. ¡Si hasta me pareció oÃr estornudar el otro dÃa a la virgencita del tiempo que tengo en la repisita! No sé de dónde me vino el resfrÃo a mÃ, pero lo cierto es que no sólo tuve que decidir la otra noche si me iba vestidx de king o de queen sino, además, si me iba de veranito o desembolsaba los pulóveres que habÃa guardado con naftalina. Resolvà la disyuntiva con un tapadito sobre un ropaje liviano y en el cráneo, cual llamarada, una peluca roja. Con un pañuelo al tono me cubrà la cara para que, al salir, el ventarrón no se llevara lo poco que de salud me quedaba. Abrà la puerta de entrada y la voz gruesa del portero resonó en mis oÃdos: "Hasta luego, Lux", me dijo. "Hasta luego", le dije yo, montadx en unos taquetes de corcho que me apretujaban los pies como si estuviera enyesadx. Me tomé un taxi. Cuando llegué a la Milonga Tango Queer, en pleno San Telmo, subà como pude las altÃsimas escaleras de la vieja casona, tomadx de un pasamanos infinito que terminaba en la entrada del salón de baile. Accioné el picaporte y detrás del portón se me presentó el panorama. ¡Otra que El baile, de Ettore Scola! La competencia estaba en su apogeo y vaya si estuvo difÃcil. Era un concurso de drags y algunxs, menos improvisadxs que yo, se habÃan tirado el ropero (¡de sus antepasadxs!) encima. HabÃa otrxs, en cambio, que lucÃan atuendos más creativos en los que sus abuelxs no habÃan tenido ninguna injerencia. Unx, por ejemplo, que parecÃa salidx de Querelle (¡ay qué cinéfilx que estoy!), habÃa armado su disfraz con unas telas suaves y multiformes y un gorrito de marinero. En la barra me crucé con una drag cuya impactante presencia y bailar vino a suplir, dirÃa yo, el vacÃo que nos dejó Michael Jackson. Bueno, parte de ese vacÃo, en realidad. Tampoco exageremos. Enseguida, en el medio de la pista, avisté unx cuyo look tenÃa una reminiscencia a Boy George, pero un poco más scottish, y que le ponÃa el cuerpo al dos por cuatro y a todo lo que se le ofreciera. Ante semejantes rivales y rivalas, de pronto no me sentà a la altura del desafÃo (¡y eso que estaba subidÃsimx a mis plataformas!). Y justo cuando se me estaba por piantar un lagrimón, se me acercó Mariana Docampo (ex Falcón, como la calle), organizadora de la milonga, y me dijo: "¡Ay, Lux, me hace falta un jurado para el concurso! ¿No me harÃas el favorcito de...?" Ni la dejé terminar: "Por supuesto", le dije. Me explicó que la ausente era unx famosx poeta que habÃa leÃdo en Brandon el domingo anterior y que al salir de allà habÃa tenido un altercado con una ex pareja que la dejó en el hospital, motivo por el cual no habÃa podido asistir al evento. "¡AchÃs!", le contesté a Mariana, "¡achÃs, achÃs!", como protestando, para disimular mi desbordante alegrÃa. En verdad, no necesitaba demasiadas explicaciones porque me encantó, al menos por un rato, sentirme el AnÃbal Pachano de la Milonga. Eso sÃ, no fui tan durx con las calificaciones por miedo a repetir escena de poeta apaleadx (en este caso, por drags enfurecidas). El desfile abrió con Caro (quien con su look amalevado resultó la Drag King de la noche), y detrás de ella lxs participantes iban sucediéndose unx a unx, con extraordinaria rapidez, como expresando incontenibles deseos por abalanzarse sobre la pista. Finalmente, Querelle se llevó una mención especial, que le fue entregada con vÃtores y honores, y la demás preseas fueron repartidas con justicia. A esa altura de la soirée, como se podrán imaginar, ya me habÃa subido la fiebre (amén de mi naturaleza de por sà calenturienta), y decidà volverme a mi casa. Una vez allÃ, aún poseÃdx por el espÃritu tanguero, me pintarrajeé un poquito, me puse una flor en el ojal, agarré mi cámara de fotos y me saqué en pose arrabalera para mandársela a mi chicx que está en Miami. "Qué lindo te queda el pelo rojo, amorcito", me dijo al otro dÃa por Skype. Mi chicx no es virgen pero hace milagros, asà que cuando escuché su voz, créanlo o no, se me curó el resfrÃo.
Milonga Tango Queer, Peru 571
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