Amigxs, escuchadme, no creáis en falsxs diosxs, no dejéis que los mercaderes del templo os encandilen con su canto de sirena ¡no existe medicamento alguno capaz de sofrenar la resaca! Se los digo hoy que tengo los sesos en la mano y el estómago tirado cual guante dado vuelta a un costado del inodoro —por suerte no emboqué y capaz que recupero mis vÃsceras a tiempo para la próxima fiesta—. Y eso que habÃame tomado el antiácido y la pastillita rosa... Perdonad, amigxs, si hablo de este modo. Es que la fecha me ha puesto solemne, ¿o no habéis escuchado los sermones navideños? ¿No hablan siempre asÃ, como si se hubieran tragado al Quijote? Pues estx soy yo por estas horas, mozx bien fermosx que no en la pradera pero sà en su lugar habitual ha pasado la fecha con HidalguÃa, y con su hermana, y el novio de la hermana y el novio que también me conseguà yo y compartà con HidalguÃa y el que se consiguió ella y tuvimos a bien entreverar porque no somos de andar poseyendo. Asà pues, como es menester, acudà temprano al cementerio a dejar una flor en la tumba de mi madre. Que después supe que no era mi madre, al menos no me habÃa llevado en su vientre, pero eso a quién podrÃa importarle si madre es la que unx quiere como tal. Y como tal, le llevé mis flores y el pesebrito que ella pide que le monte en el nicho cuando se me aparece en éxtasis, porque era asà supersticiosa. Y fue ahà que encontré a papi 1 —yo los enumero, para no confundirme, porque mamá era asÃ, numerosa— rogándole a la mami que libere al pombero que desde que ella se fue el pobre no tiene con quién pombear. Uno es taxista, asà que ahà nomás lo conchabé para la noche fatÃdica en que un taxi vale más que todas las siliconas del corpacho de Ricky Fort, que igual quién las quiere. Tengo que decir que su falta de acción se le notaba con el traqueteo de su móvil que por ahà alguno sabrá lo que ocasiona en los cuerpos en abstinencia: carpa. No lo podÃa ver asÃ, y tampoco lo podÃa ayudar en honor a mi santa M. Asà que sugerà una parada táctica atrás del Lawn Tennis, aunque nos desviara un poco del camino a Lanús. Aliviado, mi progenitor no biológico empezó a cantar villancicos que nos propulsaron hasta la zona sur donde la mesa ya estaba armada en plena calle. ¡Hasta pesebre viviente habÃa! Sin Virgen, claro, porque no encontraron, de remilgadxs que son en el barrio nomás. De niño hizo un canita de la cuadra a quien le perdonamos la falta de fisique du rol porque estaba a punto de quemar el uniforme y eso es todo un renacimiento. Papi 2 y papi 3 estaban ahÃ, como siempre, asà que le sumamos a Uno y se convirtieron en reyes magxs, sobre todo después de derramar la nieve navideña en un lagarto blanco que atravesó la mesa completa y que funcionó a modo de comunión. Para esto, HidalguÃa, que se habÃa vestido de monjx —no distingue, pobrecitx, entre fiestas religiosas— ya habÃa aportado novio y novia al banquete barrial creyendo que eso podrÃa convertirlx en Papá Noel. ¿Comida? Bien, gracias. Las tÃas aportaron algo que se suponÃa comestible, pero la nieve nos habÃa sacado el hambre, asà que ellas guardaron budÃn en tupper y tampoco se quejaron. ¿Bebida? SÃ, claro. No van a preguntar de qué clase porque eso es no tener clase. Y además, nadie hubiera podido contestar. Sólo puedo decir que no sé en qué momento dieron las doce, ni siquiera las doce del mediodÃa que me encontró sin saber cómo abrazada a mi water rogándole que no se lleve todo lo que me habÃa hecho feliz la noche anterior. Aunque inmediatamente después de ese pensamiento escuché la voz coral que me llamaba de la pieza donde lo que habÃa empezado aún no habÃa terminado. Lux, lo que te hizo feliz todavÃa puede dar de sÃ, me dije y a su seno me zambullà sin que importe, en este único caso, si era el derecho o el izquierdo. ¡Ay, la prosperidad, que dure hasta el Año Nuevo!
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