Ni arte ni palacio, ni mucho menos santo. Plebeyo cine, que no hace el menor honor a su nombre. Entré probando a ciegas, como se hace siempre en los asuntos del sexo y el amor, tropezando contra respaldos de butacas y protuberancias hermafrodisÃacas. Asà se debe entrar en el JardÃn de las Delicias, con la guÃa del bastón blanco de los instintos. ¡Que se haga la Lux!, dije, que este tugurio brasileño necesita unx cronista con los ojos, el olfato y el tacto bien atentos.
Les cuento que Arte Palacio es una licuadora de edades, donde por más que se tenga más años que Pinky el sexo no es esquivo, y hasta se puede disputar espacios de placer a la prepotente juventud. Aquellos personajes lujuriosos del Bosco se esconden acá en los modestos cuerpos de paulistas de sábado a la tarde, algunos bien machitos con las mochilas proletarias al hombro o con el gesto cash de taxi boy. Otros, astutÃsimas transformistas, en rápido tránsito de él a ella, se pasean entre las filas de asientos con sus pelucas mal calzadas y los culos bien inflados.
Las bambis trucadas conducen a los tigres al cono de sombra debajo de la pantalla, donde se proyecta la única cópula heterosexual que puede verse en los alrededores. Desde mi tÃmido rinconcito trasero (ay, todavÃa estaba recargando mi Chongo Card del Mercosur) veÃa cómo en aquel cuadrilátero gigante se perdÃan presas y cazadores, como en un agujero negro intergaláctico. Ya encendidx como una tea, entre picos alzados, glúteos en liquidación y siliconas ululantes me pregunté por cuál de los senderos que se bifurcan era mejor perderme. Si por donde las locuelas clásicas, si por donde las travestis y los chongos. La indecisión, y mi indumentaria desgenerada, me hacÃan incomprensible para los profanos del Arte Palacio, y el mulato que me metÃa mano no dejaba de preguntarme qué cosa era yo. ¡Qué pregunta soez! Me dieron ganas de regalarle un compendio de bolsillo de Judith Butler: esto que ves, esto que soy, es nada más ni nada menos que una divinidad queer ex machina.
Mientras el mulato estudiaba las complicadas regiones de mi lomo, por todos lados me llegaban esos jadeos brasileños marca canal For Men, esa letanÃa de gostoso, delicia... que después de la quinta repetición despiertan deseos asesinos más que sexuales. Ya comenté que no hay acá tercera edad que se sienta expulsada del goce colectivo, asà que algunas voces de orgasmo parecÃan escapadas de terapia intensiva. Aunque, y no lo digo por politeness, a mà la carne algo desvencijada también me entretiene si viene acompañada de alta experiencia manual y bucal.
De pronto, por obra de mi generosidad openmind, me vi rodeadx de unos cuatro, cinco ejemplares de la especie chongo, viejos y jóvenes de esos que suelen rascar la billetera para abonar los servicios de las chicas travestis. Es que cuando me conecto con mi Yo Erótico no hay quién resista la tentación de poseerme. Y entonces puedo pecar de imprudente. Como pequé esta vez. Verán: A los pretendientes al trono de mis encantos se sumaron unas travestis enojadas, que me tironeaban del pelopeluca al grito de zafadinha mientras el cronista de mis pasos, que me habÃa seguido a San Pablo, dibujaba a todo lo que da la situación compleja en la que me hallaba en lugar de defenderme. Ay, nunca fue mi intención quitarle el pan a ninguna laburante de estos confines. Se los repetà varias veces, añadiendo, para dar un poco de pena, que yo era inmigrante ilegal en San Pablo, y que vivÃa echadx en las calles de crackolandia, dadx vuelta como una media y sin un real para maquillaje.
Pero a las chicas no les importó mi falsa biografÃa. Y la verdad es que tenÃan razón. El alboroto trajo al seguranza, que me empujó hasta la salida, y frente a la boleterÃa le indicó a la viejita que atendÃa que este senhor, o esta senhora o lo que fuera (o sea yo), tenÃa el ingreso prohibido para siempre. ¡Vaya manera la de ese buche de boicotear el intercambio cultural en el Mercosur! Almitas lujuriosas, se los advierto: Si en junio se escapan un rato de la Parada del Orgullo al Arte Palacio, cuÃdense de no picotear del plato travesti. Con el pan y el trabajo no se jode.
Cinema Arte Palacio. Av. Sao Joao y Largo do Paysandú. San Pablo
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