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Viernes, 11 de junio de 2010
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entrevista

Indiscreciones

La semana pasada, Agustina Kämpfer dijo al aire que creía que el ex director del Banco Central, Martín Redrado, “es gay” y sospechó acerca de que tenga un romance real con la vedette Luciana Salazar. Sin más explicaciones que un comunicado a la audiencia fue echada de su trabajo en América como castigo por discriminadora. El episodio pone en discusión hasta qué punto la palabra gay sigue siendo un insulto y quién determina los límites de la privacidad.

Por Federico Sierra
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¿Cómo fue el clima esa noche al terminar el programa?

–Esa noche no sólo que no hubo reproches sino que hasta me señalaron que les interesaba este perfil que había mostrado. Yo venía buscando aun mi perfil dentro del programa, porque vengo de un noticiero, y estaba buscando mi lugar como panelista, menos acartonado. El clima cuando terminó el programa fue muy bueno. Incluso hay una tribuna dentro del estudio, que cuando yo dije lo que dije me aplaudió. Una tribuna en TV no aplaude porque sí, hay un productor que les da órdenes. Eso está en YouTube, el que quiere lo puede ver.

¿Y al día siguiente?

–Al día siguiente me llamaron de varios programas de América para hablar de este tema, como dándoles rosca a mis declaraciones.

¿Y qué dijiste?

–¡Pero es que a mí la sexualidad de Martín Redrado me importa cero! Y tampoco creo que al público le importe. Se armó tal escándalo porque él considera injurioso que yo haya dicho que es gay. Para él incluso es un delito decirlo y me amenazó con hacerme una querella por injurias. Todo esto como si hubiera dicho que es un ladrón o un narcotraficante: pone la homosexualidad en esa misma escala. El le adjudica a la palabra algo peyorativo. ¿Ser gay está mal? ¿El les mandó una carta parecida a todos los medios que dijeron que tenía una relación con una vedette? ¿Y eso no es meterse con su vida privada? Bueno, para él se ve que ser gay es algo terrible.

¿Y por qué dijiste lo que dijiste?

–¿Por qué no puedo decir como periodista una información que me llegó en el ámbito periodístico? Yo soy periodista y manejo información más allá de ser pareja del ministro Boudou. Son fuentes que no se deben revelar (se queda pensando). Pero yo no lo inventé. No se me ocurrió a mí de la nada. Y lo dije con el mismo tono y el mismo estilo que tiene el programa.

Justamente en América, que no es un canal que se caracterice por defender la intimidad de las personas públicas. ¿Y si yo hubiera dicho “Uy, este tipo Redrado, cada mina que pasa se la lleva a la cama”? Eso hubiera sido meterme con su vida privada y jamás nadie me hubiera llamado la atención. Mucho menos dejarme sin trabajo. Poné América a la hora que quieras: hablan de la sexualidad de las personas a toda hora y a veces de manera realmente agresiva. A Ricardo Fort lo tienen todos los días contra las cuerdas con el tema. Incluso Rial fue el que le hizo aquella cámara oculta a Marcelo Corazza, el primer ganador de Gran Hermano, mientras su panelista hacía el gesto de comer con la mano. Y con nadie tuvieron las represalias que tuvieron conmigo. Esto es algo inédito en la tele.

¿Sos conciente de que abriste las puertas de un armario de alguien que en verdad no quería interés en su intimidad?

–Pero es que yo no se lo pregunté a él en la cara delante de una cámata, no lo obligué a confesar nada.. cada uno muestra de su vida o quiere, claro.

¿Pero eso no queda a criterio personal de cada uno?

–Las puertas de su privada creo que la abrieron ellos con el tema de Luciana Salazar. Ese fue el gesto previo para que luego todos miren dentro de ese armario.

¿Y por qué contra vos sí?

–Y, hasta un chico de seis años se da cuenta. Gente que sabe mucho del medio me dijo que no recuerda haber visto semejante decisión comunicada a través de un memo de la gerencia a la audiencia. ¿Qué está pasando? Se ve que es muy jodido hablar de la sexualidad de un político, ¿no?

¿Cómo quedó tu situación laboral?

–Decidieron echarme y leyeron un comunicado al aire sin siquiera haberme enviado el telegrama de despido antes, una irregularidad absoluta. Además, yo fui contratada por la productora GP y me despidió América. GP es una productora bastante pluralista. Pero parece que América no tiene ese estilo.

Tuviste el apoyo de las organizaciones de gays y lesbianas.

–Sí, apenas me entero del despido voy a buscar a María Rachid y Alex Freire para hablar con ellos. Ellos se mostraron más que asombrados por la decisión del canal. Al día siguiente hablé con César Cigliutti y me dijo que me quede bien tranquila, que está claro que no hubo discriminación en mis palabras. No hubo carga dañina ni malicia. Si te digo gay y te ofendés, bueno, quizás tenés un tema vos con la homosexualidad. Y lo más siniestro es que se utilicen los derechos de la comunidad homosexual, que han sido tan bastardeados, para encubrir la verdaderas causas de mi despido.

¿Pero lo volverías a hacer?

–(Piensa) No lo sé, lo interesante es que esto generó un margen de discusión más profundo para hablar de discriminación. El debate me parece positivo aunque no el lugar de donde se inició. No me agrada estar ahora entre abogados y dando explicaciones o declarando ante el Inadi. Las consecuencias no fueron buenas y no puedo dejar que siga de largo. Siento que hay que dar explicaciones sobre estas cosas.

¿Una acusación de homofobia puede afectar la carrera de una periodista?

–Quisieron dañar mi imagen profesional: un periodista que discrimina es un mal periodista. Yo jamás tuve derecho a réplica, ni siquiera me dieron la chance de dar mi versión en cámara. Y eso hace daño. Durante el programa en vivo no sólo no se me censuró, sino que se fogoneó y hasta se festejó lo que dije. Y está bien, porque Un mundo perfecto no es un programa de investigación periodística, todo ahí está dicho con un tono humorístico. Además, esta defensa sobrerreaccionada por los derechos de gays y lesbianas proviene de un canal en el cual uno de los accionistas, Francisco de Narváez, votó contra la igualdad de derechos para las parejas homosexuales en la Cámara de Diputados. Atención: es un dato que no se debe pasar por alto. La verdad, deberían haber encubierto mi despido con un argumento más creíble. Se agarran de los gays que están peleando por su derecho al matrimonio. Eso es muy bajo...

Parece haber una doble moral en toda esta historia.

–Hay una ambigüedad en este sentido: una gran parte de la sociedad apoya la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo y, por otro lado, decir sin ninguna malicia que alguien es gay es un delito. Tenés en América un montón de panelistas, periodistas y conductores hablando de homosexualidad a todas horas. Bueno, yo lo hice y fui despedida al día siguiente. Por cuestiones como éstas vuelve a verse la importancia de la ley de medios. Si hay un grupo o corporación que asume como criterio que la homosexualidad es algo despectivo, y si ese grupo ocupa un lugar monopólico, la audiencia sólo recibe ese criterio. De nuevo se presenta la importancia de la pluralidad de opiniones y mensajes. Ellos cargan con la idea implícita de que ser gay sería algo malo. ¡Abramos los ojos sobre estos temas también! ¿Por qué con Fort sí, y con este señor no? ¿En la televisión de qué año estamos?

El otro extremo es caer en el criterio de que nadie puede hablar de la sexualidad de nadie en TV, ni en broma ni en serio ni nunca.

–Pero es que eso no es lo que pasa en la realidad, ni tampoco creo que sea deseable ese silencio. Porque decir que alguien sale con Luciana Salazar también es meterse en la vida privada, y eso es algo que yo no traje al programa ni a los medios. Tuve el apoyo de muchísimos colegas, y la gente no come vidrio, hizo un mínimo análisis y me defendió. Gente que entendió enseguida el contexto en que lo dije y cuál es la lógica de un programa de entretenimientos.

¿Tus compañeros te defendieron?

–Es que la decisión de lo directivos de América excede a los deseos de mis ex compañeros. La opinión de ellos habría que hablarla con ellos. Nadie le consultó a nadie del programa, llegó como una orden indiscutible desde arriba y que debía ser ejecutada inmediatamente. No hubo una instancia en la que se pudiera discutir mi situación: no tuve siquiera derecho a réplica. Algo que es grave en televisión. Es curioso: el apoderado de Redrado me pide que me rectifique en cámara en el programa siguiente, y a la vez presionan para que me despidan de inmediato. Contradictorio.

¿Estás muy descreída de los medios?

–Ya está, yo seguiré adelante con mi vida. Que yo esté o no en la tele no modifica nada. Pero igual sé que voy a volver: soy joven, todos en el gremio saben cómo trabajo, que hago móviles adonde sea y desde hace años, y voy a poder reparar este daño que me hicieron. Pero acá se ha hecho un daño social también, poniendo a circular un metamensaje que implica cargar las palabras con una connotación de mierda. Es obvio que alguien no quería darme un espacio en el cual yo me ganara la empatía del público. Quizás eso iba a beneficiar a alguien que no está en el mismo lineamiento de América o de Redrado. En esos términos, el despido resulta lógico. Sólo se explica mirando el trasfondo político de la cuestión.

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