Es que no fue premeditado, tÃa, te juro. Fue la necesidad del calor humano, ¿viste? Unx también tiene derecho a ser parte y además justo me habÃa puesto el trajecito, sÃ, ese trajecito que te metiste en el bolso en el charity justo antes de que intentaran desnudarme a mi pobre santx inocente de todo robo. Y bueno, tenÃa que aprovechar, que London tiene lo suyo, pero aquà suenan los metales y yo es como que estaba muy a tono con los estiletos de puntita plateada y la cintura apretada, apretada. ¡Yo creà que se habÃa adelantado la marcha del orgullo, tÃa, no te enojes! ¿Qué querÃas que piense? ¿Vos viste las caras de esas yeguas? TenÃan más relleno que el bulto de tÃo Alfredo. ¿Que no tiene relleno? Dale, tÃa, si se lo infla con un fuelle que tiene en el bolsillo... Le tuve que cortar, ella tenÃa razón, no era la marcha del orgullo y yo no estaba orgullosx más que de clavar mis estiletos sobre los piecitos gauchescos de los estudiantes de AgronomÃa que ahora se les da por ir con boina en pleno Barrio Norte. ¡Amorosos! ¿De qué arcón habrán sacado esos tapetes de pana? Se lo pregunté a uno que se dejaba hacer en el tumulto, como quien no quiere la cosa, pero pidiendo la cosa con la que lo arrastré fuera de Santa Fe por Agüero, el chiquito revoleaba los ojitos a cada puntÃn de mi estileto y no era oportunidad para desaprovechar. Este querÃa guerra y guerra tendrÃa en la hamaca leather de Nagasaki. No mi amor, no te saques la boina, que ganas sobran de darles a los de boina. La cacerola sÃ, querido, la cacerola dejala en el vestuario que nadie te la va a robar. Ahorrate las explicaciones, dulce, le tuve que decir al amable azafato de barba candado, como si no supiera que acá puedo caminar con los ojos cerrados... ¡y con los tacos puestos! Es que no podÃa perder tiempo, el fragor popular se desvanece rápido, pequeño boina ya empezaba a extrañar a sus blondos compañeros de facultad y antes de que notara que a él también le faltaba la tÃa garca que lo tenÃa bajo su ala en el cacerolazo campero (no, tÃa, lo de garca no es por vos, es por la otra) lo pasé por la ducha (es que el perfume me hacÃa más ruido que el teflón) y me lo llevé escaleras abajo, todo a punta de metal, que con esta gente hay que ser disciplinada. Le saqué la boina, yo te la guardo, papito, es un rato, nada más, les dije a los coquetos pelillos que salÃan de su oreja mientras le desnudaba el casco marcado, la única marca de civilización que le quedaba para entonces salvo el rosario que le colgaba del cuello y que tan bien combinaba con la entrega a la barbarie de un pelado filo skin que con la ayuda de otro sobrino (¿dónde se reproducen los tiazgos?) lo amarró en la mazmorra y lo zurró hasta que pidió por las santas retenciones móviles para él y toda su familia. Pero con consentimiento, eh, que, cada vez que el pelado tomaba aire, Mr. Boina siempre puesta pedÃa más y más. Pero todo no se puede, querido, ahora me toca a mà y yo soy más de las alturas, ¿viste? A mÃ, más el cielo que el infierno, asà que lo arrebaté, le calcé otra vez su tapete y lo arrastré escaleras arriba evitando la sala de ordeñe, tan cara a los hombres de campo, directo al ParaÃso, dos pisos por escaleras y acceso para sillas de ruedas, como esa que casi me atropella, mi bombón de dulce, a esta altura tan batido que parecÃa mousse. Luché con el hombre motorizado, gané al muchacho poniéndole su propia boina de cebo, lo arrastré a un box cercano al techo de vidrio y... ¡horror! También estaba ocupado. Y bueno, Lux, si la noche habÃa empezado en muchedumbre, en muchedumbre terminarÃa. Dejé al bombón en el box y me sumergà en el jacuzzi popular. Es asÃ, la generosidad es mi sino, y a oscuras, tengo que decirlo, todas las tranqueras abren bien. o
Nagasaki, Agüero 427/431
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