En la desigualdad nos hicimos fuertes y resistimos. En la desigualdad se peleó no sólo contra edictos, decretos y homofobia, sino que se vivió en muchos casos bajo sistemas de terror y tortura sólo por ser diferentes. En la desigualdad soportamos persecución, redadas, cárcel y mil formas de atropello por querer vivir la vida que nos merecÃamos. En la desigualdad nos escondÃamos para poder bailar, conocernos, besarnos. En la desigualdad no querÃamos vivir más, por eso luchamos, hablamos, participamos, cada uno desde su pequeño lugar y gracias a muchos que lo hicieron desde la tribuna pública sin importarles el qué dirán.
Ahora en la igualdad debemos ser parte de los que construyen desde el mismo lugar junto a todos los argentinos. Necesitamos de un tiempo de maduración y de un debate final que seguimos por televisión para enterarnos de que muchos todavÃa querÃan que la desigualdad reinara en este paÃs. Por suerte quienes mantuvieron sus convicciones iniciales ayudaron a que otros entendieran este proceso de cambio, y las minorÃas accedieran al derecho del matrimonio civil. Como siempre en estos procesos quedan heridos, los argentinos sabemos de muchas instancias parecidas y mucho más crueles, por eso en este debate, que se dio en el ámbito de la democracia plena, nos debe llenar de orgullo haber conseguido el objetivo y, al mismo tiempo, tratar ahora de hacer sanar todas las heridas más rápidamente, para que podamos vivir en un paÃs armónico, en donde siempre se mire hacia el futuro, en donde siempre busquemos la igualdad de derechos para todos y todas.
Personalmente me sentÃa ofendido cuando escuchaba cuáles eran los prototipos de familia única que proponÃan los que fueron el martes a la plaza. MI padre biológico (heterosexual) me abandonó cuando yo era chico sin importarle que me fuera con mi madre en su separación y nunca más quiso saber de mÃ. Ya mayor, encontré un padre, que fue mi padre y me enseñó gran parte de lo que soy hoy. El era homosexual y hace cinco años que ya no está, y no hay un dÃa que no lo recuerde y sienta en mi corazón que ese sà fue mi padre.
Hoy esos derechos que tanto anhelábamos se consiguieron, hoy esos derechos a los que retrógradamente muchos se opusieron son parte plena de nuestra sociedad. Cuidemos este patrimonio que no es más que el patrimonio de un paÃs que quiere vivir en libertad, de un paÃs que merece tener habitantes felices. Tan felices como todos los que hoy, 15 de julio de 2010, se levantaron por la mañana y descubrieron un nuevo amanecer y comenzaron a llenar de mensajes los celulares, las casillas de correo, el facebook, contando cada uno cómo era su alegrÃa, haciendo participar a todos de una esperanza.
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