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Viernes, 4 de febrero de 2011
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La lucha continúa

¿Cuánto vale la vida de un activista? En Uganda, una revista llamó a matar a homosexuales y los lectores respondieron a golpe de martillo.

Por Liliana Viola
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Una estrella de David amarilla para identificar judíos, una lista negra para vehiculizar el exterminio, aparecen ahora como prácticas fosilizadas y hasta ingenuas comparadas con lo que se le ocurrió al editor de una revista ugandesa: publicar los nombres, las fotos y las direcciones de 100 ciudadanos homosexuales, o que él considera homosexuales, con la consigna “Hay que ahorcarlos”, seguida de la advertencia en letra no mucho más chica de: “Porque ahora vienen por nuestros hijos en las escuelas”. Y lo hizo en un país que hoy debate la pena de muerte.

Si las estrategias de persecución citadas más arriba respondían a la maquinaria de la violencia de Estado, ésta no. Pública y democrática, la revista llama a la acción de una justicia homofóbica por mano propia a la luz del día, en los quioscos, con total impunidad. La impunidad que dan los sondeos que dicen que en Uganda el 90 por ciento de la población está en contra de la homosexualidad. Cuál será la pregunta de esos sondeos y cómo es posible estar a favor o en contra, es una cuestión que por ahora se responde con muerte. Basta poner en Google Uganda + Homofobia para encontrarse con personas asesinadas a golpes sin necesidad de ninguna arenga mediática. La revista apareció hace unos meses en un país donde ser homosexual hoy se paga con diez años de cárcel y se está discutiendo la posibilidad de imponer la pena de muerte en casos extremos, que incluyen relaciones con menores, con discapacitados, además de sancionar a aquellos que “ayuden o faciliten” a otro a “cometer” actos homosexuales, con lo cual quedaría prohibido no delatar a amigos, familiares y conocidos, así como también aquellos que tengan un bar de ambiente, repartan algún folleto y se ocupen de vehiculizar información sobre el VIH entre parejas del mismo sexo, ya que eso será entendido como “el propósito de promover la homosexualidad”.

La semana pasada, alguien que sigue libre cumplió con la arenga, entró a la casa del activista de la organización Sexual Minorities Uganda, David Kato, uno de los pocos gays que se atrevían a dar la cara en Uganda y al que se le debe que la ley de la muerte no haya salido aún, y le rompió la cabeza con un martillo. Kato figuraba entre los 100 marcados. Asesinaron al activista; la policía insiste con eso de que pudo haber sido un robo y el editor de la revista en cuestión dice que en ningún momento se pretendió instar a particulares sino, en todo caso, a miembros del gobierno.

“Estoy profundamente entristecido de saber del asesinato de David Kato, en Uganda. David demostró un valor tremendo de hablar abiertamente contra el odio. El fue un poderoso activista por la equidad y la libertad. Los Estados Unidos de Norteamérica están de duelo por su asesinato y renovamos nuestro compromiso con el trabajo de David. En casa, y alrededor del mundo, las personas Glttbi continúan siendo sujetos de un acoso inconcebible, discriminación y odio. En la semanas previas del asesinato de David Kato en Uganda, cinco miembros de las comunidad Glttbi de Honduras han sido también asesinadas.” Obama, que preside el país de donde llegan los mayores aportes logísticos para la homofobia en la región africana, ha tomado una posición clara y da carácter internacional a la obligación de enfrentar la prepotencia del odio.

Si se puede hablar de buenas noticias, la deportación de Brenda Namigadde, una joven lesbiana de nacionalidad ugandesa por parte del Reino Unido, se suspendió justo cuando la chica ya estaba sentada en el avión –o cadalso– hacia una patria donde el mismo David Bahati, el diputado homófobo autor del proyecto de ley, la esperaba con estas declaraciones: “Que vuelva. Será bienvenida en Uganda... si renuncia a su homosexualidad y se arrepiente”.

No resulta descabellado asociar esta contramarcha con el asesinato del activista. Mientras tanto en Uganda, en los funerales de Kato, el pastor anglicano que oficiaba la ceremonia lanzó de pronto: “Debéis arrepentiros. Hasta los animales conocen la diferencia entre macho y hembra”. Luego de una breve interrupción del solemne acto, la ceremonia continuó conducida por otro pastor

que se encuentra excomulgado por su apoyo a la libertad en la sexualidad de las personas.

Familiares y amigos llevaban entonces y seguirán llevando remeras que decían “La lucha continúa”.

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