No es fácil salir de la cama pero hoy tenÃa una urgencia: comprarme el maquillaje que lucha incansable contra mi bigote. Bajé las escaleras y rajé hacia esa perfumerÃa atendida por dos hermanos de más de cuarenta, pelirrojos y con un humor especial. Apenas entré, el mayor (supongo) me atendió con un chupetÃn bolita de color rojo en la boca.
—Buen provecho... —le dije, sonriendo. El se sacó el chupetÃn bolita de la boca y preguntó qué necesitaba.
—ChupetÃn bolita —dije yo.
—Y eso que no encontré con dos bolitas, si no...
Me encantó cruzarme con ese humor mañanero. Me reconfortó, ya que no me habÃan echado el Ãdem, por lo menos me hacÃan reÃr, que era bastante. Mientras pedÃa mi maquillaje de Artez Westerley oculta manchas tono costa azul, una señora se acercó y pidió pañales. Se me vino a la mente mi única sobrina de casi dos añitos, y se me cayó la baba, pensé en que no iba a tener nietos y la miré a esa señora contenta de que a esa altura de su vida pudiera disfrutarlos.
—Necesito unos pañales, pero distintos.
—¿Para cuántos kilos?
—Para 78.
Mi cara se transformó, el brillo de mi vestido se opacó y la charlita sorprendente siguió:
—¿No le sirven los de siempre?
—Mmm... no...
—¿Se hace encima?
—Es que no llega... se mea en el camino.
Mi maquillaje tono costa azul ya estaba tomando el color del Riachuelo.
—Es que tiene cáncer de próstata, por eso...
Me sentà rara. No sé si impresionada o entristecida, pero ella tenÃa una actitud de seguir viviendo, charlaba del tema con el vendedor y se hacÃan chistes. Cuando me iba, vi que la abuela tenÃa una perra cocker toda pelada con un hermoso flequillo. Me agaché, la acaricié y salimos juntas.
—¿Ese flequillo se lo cortás vos? Le queda perfecto...
—No, nació asÃ... En el cuerpo tiene rulos, el flequillo es lacio. Y si se lo dejás crecer, le tapa los ojitos. Un dÃa el peluquero me la peló del todo y casi le hago un juicio. Es mi hija esta perra, no sabés cómo la quiero.
Nos despedimos en la esquina y caminé hacia casa disfrutando de lo que me habÃa regalado el dÃa. Me fui a navegar por Internet a ver si encontraba alguno que me ahogara de besos y vaivenes, pensando otra vez que siempre tenemos la oportunidad de elegir de qué viene la palada: si de cal o de arena.
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