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Viernes, 2 de septiembre de 2011
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SIGA EL BAILE

La fábula del sapo macho

Para liberarse del karma que se ganó en un living de televisión, nuestra columnista Naty Menstrual juguetea con ese Chiche que no logró volverla loca, pero al que ya le ideó un programa ideal.

Por Naty Menstrual
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Se dice que para que haya histeria tiene que haber dos mujeres y un hombre, que la histeria es de tres. Sólo de tres: 2 femeninas y 1 masculino, diría la Federal en un reporte; dos femeninas... un masculino... el lugar del hecho... o haceme un lugar en tu lecho, o correte que te enlecho. Como sea, ¿vio? La psicología es tan variadita que ya no sé lo que soy; bah, depende el día, hasta que no me levanto, me ducho y me miro al espejo, no me pregunten nada por favor.

“Es a través de la histeria que surgen los conceptos más importantes del psicoanálisis. Para Freud, todo el fenómeno histérico está determinado por el mecanismo de la defensa...”, dice alguien a quien cito por las dudas.

Algunos días travita caliente, a veces arranques hétero, otras bi y no cicleta. Y hasta he llegado a erotizarme con lindas señoritas, en situaciones extrañas de vibración distinta. Tampoco piensen que soy una batidora, un canal de cable o una multiprocesadora. Si soy así, qué voy a hacer, diría la gran Tita de Buenos Aires. Yo vendría a ser... la gran Rodhesia: si ella era la Tita, yo no podía ser menos.

Y sigo con el sapo televisivo, que no se convierte nunca en príncipe, que va llevando camionadas de siliconadas a su programita, les toca la colita, si puede las manotea, las vuele locas con preguntontas sobre sus operaciones, novios amantes, y ahora se ve que con lo del caño le deben haber dado hasta calambres. Yo la verdad no sé qué se les puede acalambrar... Un amigo me dijo una vez: “Te dan calambres, eso es normal, nos estamos haciendo viejos”. Mirá que suerte para mí. A este sapo viejo se le podrían acalambrar la lengüita y las manitos, aunque sea de vez en cuando.

No sé qué sensación me da él. Sí,

me da sensación de multiprocesadora, pero sólo procesa de una forma; o,

mejor, es como una máquina de picar carne. Lo veo en su programita, lo oigo desde lejos, desde el comedor de la casa de mis viejos donde pinto mis remeras

con amor y dedicación, y escucho de pasada la camionada de pavadas.

Así va la vida andando, reconozco que con este individuo yo tengo mi karma: “¡Ey, vos sos la trava de Chiche!” “¡Grande, Naty, le paraste el carro, yo lo hubiera cagado a trompadas!” “Para mí que le gustan las travas”, esos y más comentarios escucho a diario. Y sí, somos malos y comentamos.

“¿El caño es el falo?” “Cuando te refregás, ¿es para calentar machos o vos también te calentás?” “Lo que pasa con la Alfano y Moria es que están envidiosas porque están viejas; ya les gustaría ser como esas pendejas.” “¿Las mujeres son envidiosas?” “¿Billetera mata galán? ¿O billetera mata coeficiente intelectual?” Y bla bla bla... así habla él. Encima que lo veo de pasada en algún programa, mi mamá pone la Mitre y a veces hasta lo escucho en la radio —no yo, mi mamá—, al paso, y cacho ideas, frases hechas, discriminatorias, mitos y leyendas.

Hay que admitir que le da la cabeza para hacer un programa, o más de uno, con ideas pelotudas. De un enano te hace un basquetbolista, de una vedette te hace una gallina, de un gato te hace un perro, y él siempre dirigiendo la batuta como el más dotado del Universo. Ahora que digo dotado, no sé por qué se me hace que el viejo sapo es manisero. Si es así, tendría que convidar a los invitados con una rica y helada cerveza. Para pasar el maní, digo, que es medio pastoso como su lengua.

Yo tengo mi karma con el muchacho de edad avanzada; él no tiene quilombos, seguro, y se tira de cabeza a un container de Buenos Aires y revuelve y revuelve. Me pregunto yo: ¿hasta dónde puede llegar? El sapo un día nos va a sorprender, y arriba de la silla del entrevistado va a haber un orondo sorete de perro. Sí: un sorete tamaño humano con dos botones de ojos y él solito se va a encargar del vestuario, el sapo viejo digo, un moñito y una sonrisa echa con hollejo de tomate. Y el sorete opinando. Y los ojos de botón, si puede ser, mejor con lentes de contacto.

Y ahí hará su programa más histórico.

Un programita de mierda. Con sorete

parlante y todo.

La tele, el telo, los gatos sin tejados, los gatos ajados, los gatos salvajes, los gatos monteses, el corte de la pollerita para calentar machos... ¿Cuándo carajo vamos a ver una vieja cortando el slip de su marido con el elástico vencido?

El sapo viejo, los gatos nuevos, los gatos viejos, los tele-chusmas... A mí qué mierda me importa si te gusta la almeja o el ganso, los dos son animalitos y seguramente mucho más buenos que nosotros, los humanos.

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