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Viernes, 30 de diciembre de 2011
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Celeste y blanca

Por estas tierras, el deporte ha entrado en las agendas de la militancia. En octubre de este año se llevó a cabo una jornada, bajo el lema de “Deporte y diversidad”.

Por Facundo R. Soto

“Fue difícil, casi imposible en esa época meterme en los picados para jugar. Iba a la cancha a ver a Vélez.” La que recuerda una infancia en la que jugar al futbol para una chica era como pretender jugar a cualquier cosa pero en la luna, es Mónica Santino, una de las disertantes que logró narrar un trayecto desde aquella imposibilidad hasta la situación que ella misma como directora técnica de un equipo femenino en la Villa 31 vive por estos días. La reunión fue organizada por Lautaro Bustos Suárez, director de la Secretaría de Deportes de la Federación Lgbti, con el objetivo de pensar estrategias para la integración. Estuvieron Ezequiel Paulon, ex integrante de la selección nacional de hockey y director técnico de Portugal, Holanda y España (el único paki, y con novia, de la sala), Pablo Pérez Echeverría coordinador y fundador de Rainbow Bikers. Darío Ruso, coordinador del equipo Palermo Hockey (Adalpi). Y Alberto L, el nuevo presidente de la DAG (Deportistas Argentinos Gays), quien pidió que no pongamos su apellido (sic) en el SOY. Mónica Santino siguió el juego contando que “mi amor por el fútbol me llevó a jugar en la AFA, que nuclea a los grupos femeninos de fútbol más importantes del país. Antes me peleaba con la policía, ahora con los dirigentes que no entienden el deporte, que puede ser disfrutado sin diferencia de género.” Con la calma que la caracteriza y la contundencia de sus palabras, arremetió contra la AFA, cuando dijo que la institución tiene muchos prejuicios que derribar: “Nos dicen que todas las que jugamos al fútbol somos tortilleras. Hay parejas lesbianas dentro de los equipos, pero el fútbol no genera conductas sexuales, sino grupos de pertenencia, donde unx puede expresar libremente su sexualidad. Yo trato de desterrar el imaginario social de que un equipo de fútbol femenino es como una cárcel de lesbianas agarradas al barrote de la celda, peleando y gritando, como la película de Camila Perissé... Nosotrxs, hace ya cuatro años que podemos jugar en la canchita de la villa, y ellos, los pibes son ahora los que miran agarrados del alambrado, pero tenemos que bancarnos las barbaridades que nos dicen”. Siguiendo con la línea de los prejuicios y obstáculos que, todavía, su género tiene que atravesar, recordó que en el último mundial de fútbol, el de Alemania, la técnica nigeriana habló barrabasadas de sus jugadoras porque eran lesbianas, y la FIFA tuvo que sancionarla y salir a decir no a la lesbofobia. “El camino es largo. Mi objetivo político, concluyó Mónica, que quizá no llegue a ver, es seguir el camino de Holanda, por ejemplo, donde los chicos y chicas juegan integrados, sin división de género”.

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