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Viernes, 6 de abril de 2012
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LUX VA A la presentacion de Abstracta Tu!

Gato encerrado

Lux, más abstractx que sencilla, se calzó sus mejores cueros para asistir a una muestra de pintura nacional en una galería con nombre gatuno. No pudo con su genix y la lámpara de un tal Aladino la tentó a frotarse allí donde todo brisha: el mundo del arte.

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Decime vos qué pensás si te dicen que te invitan a una galería de arte que se llama Miau Miau. Yo, qué querés, te pienso en gatos, o que hay a rolete y en vidriera o que me toman por unx y será porque no es la primera vez que me pasa. No me ofende, pero aviso públicamente para todos y todas los que escriben pidiendo turno con Lux, que hace rato que este cuerpito dejó ese reino animal para dedicarse de lleno al del periodismo, y que por lo tanto hago lo mismo de siempre, pero ahora lo hago gratis, o sea, hagan cola nomás. Mi amiga la pintora me dice que no sea brutx, que Miau Miau es una galería de veras, en pleno Barrio Norte, Bulnes 2705, donde la crema del mundillo pasea sus aretes neoyorquinos mientras charlan del nuevo museo de Bruklin, como escuché decir a toda esta gente nueva en mi vida... ¡Yo de Barrio Norte te conozco de memoria el Fernández, otra galería a la que se accede tomando el 188 desde Ingeniero Budge y ahí sí que tenés performance para tirar al techo, empezando porque para pedir turno hay que llegar a las 4 de la mañana y andá a encontrar una curadora que te dé bola... ¡si sos bruja! ¡Resentidx!, me gritó una críptica de arte mientras anotaba “Resentida” para usar, según me dijo, como título de una nueva muestra. Mientras tanto yo agarré una copa de champagne con la firmeza de quien quiere tomar la famosa banana de Warhol por la base, perdonen la metáfora arty pero así quedé, llena de referencias, como la que me tiró Mariano López Seoane (colaborador de este suplemento y trabajador de este espacio blanco inmaculado como culito de bebé), sobre el artista que borró los límites del arte poniendo un mingitorio allí donde todos esperaban un cuadro aburrido. “¡Qué ideón!”, pensé mientras me acercaba al baño del establecimiento, con mi trajecito sastre de cuero negro que tan bien combinaba con el espléndido collar de la curadora, Alejandra Seeber, que me contó que divide su tiempo entre su depto en la Gran Manzana y su trabajo en Baires. Así cualquiera. “La diversidad ha llegado al arte por la puerta grande”, escuché por ahí y es que la muestra plantea que entre lo femenino y lo masculino una bruma está instalada: “¡Brutal!”, grité como me indicaba el manual de comportamiento que me había dado mi amiga Nina, habitué de los happenings de Fede Klemm en los ‘90, y le planteé a la pintora Rosario Zorraquín: “¿Por qué no le pusieron Abstractx Tú?”. Me dio la razón: “La próxima va con la equis, Lux”, me juró enfrente de su mega cuadro y me obligó a focalizarme en lo importante: “Perdete, ¡lejos de la figuración!”. Brutal de nuevo. Me planté frente al díptico de Juan Tessi, único varón de esta muestra que jaquea el concepto de que “abstractas” sólo se puede predicar de un grupo de mujeres. Juancito me contó, con una hesperidina en la mano, que su manera de encarar el lienzo era con un tutorial de maquillaje que descubrió en YouTube: amarillo a la derecha, un poco de marrón en el mentón... “Ay, querido, yo conozco esos tutoriales de memoria”, le dije, “los usa mi amigx Lady Agaga antes de presentarse en el salón verde de Villa Maipú”. Un hallazgo, coincidimos. Meneando la copa y la toca que tenía en la cabeza (no llegué a arreglarme el pelo, pero me pareció que el gesto de llegar en ruleros sería valorado, ¡y así fue!) “Abstracta tú!”, me señaló un caballero de traje limón y moño al tono y me hizo jurarle que no iba a faltar al evento del día siguiente en el Malba, otro opening que me iba a obligar a repetir el ritual de tomarme el 188 como quien se sube a una carroza real. Me dio su tarjeta en letras enormes como el eructo que tenía atragantado desde que me bajé seis copas de champagne al hilo, y allí decía: “Aladino, art collector”, lo que me embriagó de una excitación que no sentía desde el primer beso. Ay de mí, pensé, que puedo tocar la puerta de tantos universos disímiles; “me sorprende mi versatilidad, Aladino”, le dije y sus ojos brillaron como las comisuras de los labios de algunas de las damas que me miraban indignadas. Ellas no resistieron mi presencia en el templo de los gatitos y se arrastraron furiosas a sus pisos de lujo en la avenue Libertador, pero yo salí triunfal con una tarjeta y una invitación a pasear mis curvas peligrosas al día siguiente.

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