Dos obreras tomadas de la mano, ambas visten uniforme idéntico, pero no están en una fábrica, sino que las rodea un paisaje rural, casi bucólico, de cielo despejado, árboles frondosos y hierba revuelta, como agitada por el viento. La foto blanco y negro que las retrató en ese paraÃso instantáneo tiene más de medio siglo, y no es difÃcil oler el perfume peronista de compañeras emancipadas en ese gesto de manos agarradas, con la felicidad apretada entre sus palmas y la sonrisa como mueca desafiante. Ese amor lésbico fue azul, como la localidad donde vivÃan y como la fábrica, Fanazul, donde ellas se apartaban de la cadena de montaje para contrabandear un deseo clandestino, que era tan ilegal para su tiempo que, a pesar de la fuerza que tuvo, terminó diluyéndose. Porque Elva y MarÃa Luisa, a pesar de toda la certeza de amor que salÃa patente hasta en las fotos, terminaron en vidas separadas, con casamiento heterosexual incluido, porque religión y demás mandatos de la época nombraban eso que sentÃan con malas palabras.
Pero el murmullo de un libro de poesÃa, visto al azar y firmado por el mismo nombre de su amor de juventud, hizo que MarÃa Luisa dijese basta y regresara a buscar a Elva, montada en su Fitito por la ruta que la terminó devolviendo a la vida que se merecÃa. Era el 6 de junio de 1976, y el intempestivo viaje de Mar del Plata a Azul en su Fiat 600 terminó en la fundación de una pareja con veinte años de retraso, pero que persistió durante décadas. Ambas se convirtieron en abuelas, con una familia que ninguna ley comprendÃa como tal. Y ese romance febril y fabril atravesó las décadas, intacto y expansivo, ahora multiplicado en hijas y nietos, hasta llegar al Matrimonio Igualitario. MarÃa Luisa murió en 2010 poco después de cumplir con el ritual matrimonial por el que habÃa esperado toda una vida, y Elva quedó como testimonio vivo de toda una pasión por resistir desde otras formas de familia, creadas en épicas que tuvieron que ser Ãntimas para guarecerse de la discriminación, para proteger a menores con derechos mutilados, que viajaron en Fitito, sigilosas y mÃnimas, hasta llegar a un presente donde ya no se las puede cascotear tan fácilmente. Y en documentales como Familias por igual, dirigida por Rodolfo Moro y producido por Marcos Duszczak, se recupera la historia de Elva y MarÃa Luisa, tanto como las de otras cuatro familias homoparentales, todas diferentes entre sÃ, que existen desde mucho antes de la modificación de la Ley de Matrimonio Igualitario.
El testimonio diverso es una sabidurÃa de la experiencia, de padres, madres, hijos, hijas que transitaron diferentes vidas familiares, sin creer en ciertas imposiciones de modelos restrictivos más allá de los lazos de amor, respeto y garantÃa de una convivencia en el entendimiento mutuo.
Hace no mucho tiempo, cuando se discutÃa el modelo de familias homoparentales, muchas personas de la comunidad sà sostenÃan, y algunas todavÃa sostienen, que no es necesario una madre y un padre, pero sà hay que cumplir con el rol de papá y de mamá en la crianza de hijos e hijas. Elva todavÃa desobedece ese mandato, y propone que se tiene que revisar ese concepto, porque no cree necesario seguir imponiendo la idea de roles genéricos en la educación, de que tenga que seguir pensándose la familia de una única manera que cada pareja debe imitar, llenando casilleros de esos dos roles. Lo dice frente a la cámara gentil del documental, que busca y encuentra historias donde habla la experiencia de haberse emancipado de mandatos que obedecen al sexismo. Lo dice Elva, con la misma suavidad con que recuerda a su compañera: lo dice como una obrera feliz que fue y es en el arte de vivir enamorada.
Sábado a las 20, Auditorio ex Santander RÃo, Av. Santa Fe 1452.
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