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Viernes, 23 de noviembre de 2012
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entrevista

No llores sobre mi tumba

Las Tumbamores se llena de hombres. Su cantante, Pepi Dillon, explica qué pasó y cómo este detalle no impide que sus recitales sigan siendo una fiesta lésbica.

Por Paula Jiménez España
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Si tuviera un color, esa voz sería roja. O negra. Negra con destellos intensos de luz. Si tuviera un sabor, no sería la pimienta, chispeante, fugaz, sino el de una yerba amarga. Una yerba amarga de esas que curan. Porque cuando Pepi Dillon, la cantante y líder del grupo Tumbamores, se pone a cantar, el público se estremece al mismo tiempo estalla de felicidad. La distancia entre la celebración y la tragedia se acorta entonces, y ni una cosa ni la otra es esta música sino las dos. “Ante la muerte hay que cantar. Es la mejor manera de recordar a los muertos. En el último disco le dediqué a mi abuela, que acaba de fallecer, un tema que se llama ‘La martiniana’. Un tema muy triste que hacía Lila Downs. Una lágrima. Dice: ‘Niña, cuando yo muera, no llores sobre mi tumba, cántame un lindo son, cántame la zandunga’. Y como era tan triste y yo lo quería cantar, lo hicimos cumbia. Y el tema cambió. Se puede transmitir lo mismo desde otro lugar.”

¿El nuevo disco del que hablás ya está grabado?

–Sí, sólo nos falta la etapa de post-producción. Nuevo repertorio y nueva banda. Todos hombres y yo. Pero no fue buscado sino algo del destino. Resultaron tres varones los seleccionados de un casting de músicos y quedábamos tres integrantes de la banda anterior: Diego Soler, que es el bajista; Fernando Scheffer, que es el cuatrista, y yo. Antes la banda estaba identificada por el público como algo más femenino, mucha gente decía “las” Tumbamores. Ahora no. Y creo que por la elección de un repertorio de cumbia y de bolero, y al ser yo una cantante mujer, se arma una imagen retro. Como si te dijera Estela Raval y los Cinco Latinos.

Sin embargo, la propuesta con el público no varió, porque los recitales siguen siendo una fiesta lésbica...

–Yo creo que es por el repertorio. Y por la historia de la banda, de haber tocado algunas veces en la Marcha del Orgullo, en Casa Brandon y espacios afines. Además voy buscando lugares que tengan que ver con esto. Con respecto a las canciones, si es a una mujer, yo le canto a una mujer, y si es una canción a un hombre, le cambio el género. Lo siento así. En el momento de dedicar una canción de amor a alguien es a ella, a una mujer, a la que me imaginé.

Ustedes empezaron haciendo temas de Lila Downs, ¿pensás que es un icono lésbico?

–No, para nada. Mi relación con ella pasa por haber encontrado mi voz a través de ella, después de conocerla. Puede ser que al principio me haya gustado como mujer, pero después su cuestión tan yanqui, estar con un tipo gringo y cantar tantos temas en inglés hizo que me apartara. Para mí cambió de faceta y se comercializó. Perdió eso de ser una india de Oaxaca que demostraba ser con su imagen y repertorio.

Tu búsqueda siempre tiene que ver con las raíces latinoamericanas, ¿verdad?

–Casi siempre. Lo que me moviliza es lo latino. Tal vez porque yo desde los cuatro años siempre viajé con mi abuela, ella buscando historias de mujeres aborígenes –mi abuela se definía como una cazadora de historias– y yo buscando música. El primer disco que me compré en la vida fue el de Los Wawancó, así que algo había ahí que me llamaba la atención. En mi casa no se escuchaba eso sino bossa nova. Todo el resto lo fui rastreando yo. En el año 2000, cuando me fui a España, quise empezar a juntar música de mujeres españolas y latinoamericanas. Ahí empecé a encontrar mujeres que me fascinaron. Después de vencer mi timidez me animé a cantar esas versiones que había escuchado.

¿Se podría decir que así empezó el proyecto de Tumbamores?

–Sí. Tumbamores significó y significa muchas cosas, distintas, que variaron con el tiempo. Una cosa fue lo que pensé al principio sobre esa palabra y otra las significaciones personales que le fui dando después. A mí lo que me gustaba era eso del tumbar de los tambores, de los amores que te tumban, del bolero que está siempre ahí en una lucha con el enamoramiento. Te olvidé –dice el bolero–, pero si me llamás, estoy con vos enseguida. No me pasa nada con vos y, sin embargo, no te puedo olvidar.

Sí, el bolero tiene esos sentimientos encontrados que mencionás, pero además, en las versiones que ustedes hacen, se agrega la alegría...

–Y en este último disco directamente nos tiramos a algo bailable, muy divertido. Estamos dejando el bolero y agregamos más cumbia, y además nos metimos con un género que para nosotros es un desa­fío: la salsa. Es muy difícil porque la salsa generalmente es orquestada. Estamos hablando de orquestas de veinte músicos y nosotros estamos haciéndolo con cinco, y con otra instrumentación. Y creo que ahí en el medio, en eso de interpretar lo que nos gusta, se forma un estilo. En ese querer hacer algo, y que en el transcurrir quede distinto, está lo nuestro.

¿Te considerás cercana o emparentada a otras cantantes lesbianas de tu generación?

–De muchas soy amiga, de otras, admiradora. Valeria Cini es mi amiga, por ejemplo, y me gusta mucho lo que hace. Paula Maffía es una grande. Todas las cosas que hace son increíbles, los shows de Las Taradas me parecen fantásticos. También me cae muy bien Juana Chang, pero la cumbia de las Kumbia Queers es de otro tipo. Me parece que ellas apuntan a una cumbia más traída de She Devils, villera por el sonido y tipo de instrumentación, y más rockera. La nuestra es más centroamericana. A veces nos sale también alguna cumbia nacional, como la versión que hacemos de “En tu pelo”, de Lía Crucet. A ese tipo de cumbias las llamamos “más cuadrada”: sin corte, sin clima, sin ponerle un instrumento que salga de ese género. Apuntamos a la diversión, al baile. Claro que siempre depende de la energía del público de ese día. Se puede bailar la bruja o los joropos o los boleros. Todos son bailables.

¿Por qué pensás que pegó tanto la propuesta de Tumbamores en el público lésbico?

–Creo que porque ahora hay un montón de bandas de cumbia, pero hace siete años no había tanto, o no se conocían. Y meternos en ese rubro y hacer esa selección tan almodovariana, divertida, nostálgica, funcionó con el público que conocíamos. La gráfica de Tumbamores tiene mucho de mezcla de algo kitsch.

¿Hacen giras por el interior?

–Sí, hemos ido a Córdoba, mi tierra, a Río Cuarto, que es el lugar donde nací. Y también fuimos a Rosario. En 2010 tocamos en La Perla, con Liliana Felipe. La Perla es el campo de concentración donde mis viejos estuvieron secuestrados, e incluso yo lo estuve, porque estaba en la panza de mi mamá. Y ahí también había estado la hermana de Liliana Felipe. H.I.J.O.S., de Córdoba, armó algo con gente que tuviera que ver con la historia de ese lugar. Y nos convocaron a Liliana y a mí. Yo nunca había querido ir allí porque me resultaba muy fuerte. Y esta vez me hicieron una propuesta a la que no podía decir que no. No sólo para hacer algo con una referente como lo es la Felipe para mí, sino también porque se trataba de cantar, que es lo que me gusta y me resulta más fácil. La verdad es que fue un desafío. Liliana estaba conmocionada y se notó en su repertorio. Pero después nosotros teníamos que hacer cumbia y conseguir que bailara la gente en ese lugar con tanta muerte. Realmente fue un antes y un después en mi vida ir a ese lugar y cantar cumbia.

¿Vos sos nieta recuperada?

–No, por suerte me devolvieron y viví con mi abuela, que me crió. Ella era ensayista. Escribió ensayos sobre mujeres latinoamericanas, aborígenes y derechos humanos. Su nombre era Susana Dillon, publicó como treinta libros. Y yo creo que ella tuvo mucho que ver con un montón de cosas mías. De hecho aquella vez fue muy emotivo, cuando fue a verme a La Perla. Allá hay una sala donde están las fotos de todos los desaparecidos y una puede escribirles. Y ella le escribió algo muy cotidiano e íntimo a su hija y a mi papá, algo que me emocionó. Entonces nos abrazamos y la vieja me dice: “Arriba, que tenés que hacerlos bailar a todos éstos”. Y sí. No había que meterse en esa cuestión tan triste sino recordarlos de otra manera. Eso fue una de las cosas más reconfortantes que tuve con la música.

Creo que tiene que ver con el espíritu que vibra en tus shows. Quizá por algo de tu interpretación, algo profundo y alegre al mismo tiempo...

–Y sí... es que debe ser por nuestra forma de transcurrir por esta vida. Poniéndole música a la tragedia.l

Viernes a las 21.30, Casa Brandon, Luis María Drago 236.

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