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Viernes, 5 de septiembre de 2008
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Sarah Kane y su teatro de operaciones

Cinco obras de teatro, un cortometraje y 27 años de vida son algunos de los números que no resuelven el enigma Sarah Kane, la corrosiva autora inglesa que se ahorcó en el baño de un campus universitario, tal como había anticipado en su obra. Desde hace un tiempo, sus textos tienen cita obligada en los teatros argentinos. Por estos días, se puede ver Cleansed en versión de Mariano Stolkiner

Por Ada Melandri
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Cleansed significa “desintoxicado”, “limpiar gente inconveniente”, o también “a cara descubierta”. Empecinadamente, Sarah Kane definió Cleansed, la cuarta de sus obras teatrales, con el subtítulo “Acerca del amor”. En todo caso habrá que decir que se trata de un amor del tipo “amame o matame”, yuyo floreciendo en el cemento de un campus universitario-campo de concentración. Porque toda institución, para Kane, teatro convencional, matrimonio, universidad o clínica de rehabilitación, está para normalizar. Y meter algo o alguien en un molde único no se logra sin violentar desbordes y diferencias, diversidad sexual y también enamoramiento.

De eso se ocupa el director-torturador-doctor-dealer del campus de Cleansed, en un juego de don pirulero: padrino que va otorgando y quitando el don del pirulo, trocando el instrumento, se lo corta a uno y se lo implanta a otra cuyos senos y vagina implanta a otra (¿él?), mientras otro se ahorca con la ropa de la que se vistió de su hermano muerto y ahora resucitado en ella. “¿Qué cambiarías de tu vida? Mi vida. No, una sola cosa. Mi cuerpo, para que se vea igual a como se siente.” Pero la sexualidad rueda sin que pueda cada cual llegar a la sintonía entre la propia percepción y el cuerpo acorde, porque el doctor literaliza brutalmente deseos complejos y sutiles. En lugar de transexualidad parecería concretar una especie de lobotomía corporal, la libre elección parece más humillada que realizada. Además, apaleamientos, mutilaciones y violaciones para todo aquel que ame, sienta, bese, lea libros, escriba, confíe en su amante, regale bombones o anillos, para la que desee a su hermano o desee ser su hermano. Kane insiste en que Cleansed trata de cómo el amor puede sobrevivir incluso en esa situación. Mucho más de lo que reconoce, Cleansed señala que la única sexualidad a la que se permite sobrevivir es la hétero, y a duras penas. Y que el único que se permite una relación es el que ya detenta el poder.

Se ha dicho, ya que supone que en la biografía de la autora hay quien cree que ella misma sufrió una violación, también que debió cobijar a un gay que por tal llegó muy golpeado hasta su puerta.

La ilusión del amor dura poco. “Sólo el amor podría salvarme y el amor me ha destruido”, dice en su siguiente obra, Crave, que aquí pudimos ver en la puesta de Cristian Drut. Y finalmente el alerta poético de 4.48 Psicosis (la dirigió Leonor Manso en nuestro país): porque “podrían quitarte la vida y no darte la muerte a cambio”, Sarah Kane se adelanta.

Espléndida y letal

“No estoy enferma, sólo sé que la vida no vale la pena. Ya ni los sueños son privados. No siento nada, nada, no siento nada. Un enorme estacionamiento vacío del que nunca podré salir. Esta es la enfermedad de volverse espléndido.” Sarah Kane es más que los ’90 y es los ’90. Escuchando Radiohead, deambulando en el tendal dejado por Thatcher, quebrado su adolescente romance con una iglesia evangelista, mientras su homosexualidad enfrenta el rechazo de unos padres que no sienten vergüenza de ser violentos y abusivos, Sarah llena el cartón al ver —por televisión, claro— la guerra en Yugoslavia. Confirma entonces que el ser humano es tan animal como los animales, aunque con una diferencia: disimula o argumenta su brutalidad, le suma convicción y estética; complementariamente, en el lugar de víctima justifica y hasta parece contribuir.

A los 21 años escribe su primera obra, Enfermos, que choca y desconcierta a público y críticos. A los 23, Blasted (que en la Argentina se llamó Aniquilados, dirigida por Leonor Manso). Los críticos braman y el público abandona la sala espantado por una sodomización, o cuando comen a un bebé muerto. Kane logra su propósito: “Una reacción pasional en el teatro como en una cancha de fútbol o en un show porno”. Y se pregunta: “En lugar de indignarse ante la guerra, ¿se indignan porque la muestro?”. Posteriormente escribe El amor de Fedra, actualizando la complejidad incestuosa de la Fedra de Séneca.

Aunque comparte tópicos con otros dramaturgos ingleses de su generación —sexualidad en conflicto, violencia explícita, valores sociales y familiares en descomposición—, se diferencia por una escritura poética y la estructura de una pesadilla. Ya Shakespeare abundaba en manos y lenguas cortadas y ojos arrancados (Rey Lear, Tito Andronico), pero hoy fingimos que eran otras épocas y que un relato de ambición explica lo inexplicable. Lo típicamente ’90 de Sarah es que no hay relato, ni acotaciones, ni psicología, ni puntos suspensivos que acompañen un “le corta la lengua”, “le inserta un hierro en el ano”, “las ratas roen sus pies cortados”. Empalamientos, violaciones, torturas son, simplemente, el mundo.

También, vale recordar, dejó Shakespeare comedias de ambigüedad sexual y travestismo como Noche de Epifanía. Lejos de la comedia, en las obras de Sarah nadie está en su sexo en el sentido de que nadie está en su ser. Más que una contradicción del cuerpo, todo sexo está distorsionado por “la ansiedad discordante que ruge en el alma”. “¿Puede alguien nacer en el cuerpo equivocado?”, pregunta uno de sus personajes. Pero el mayor problema es el sexo vacío de sentido. “Andate a la mierda, Dios, por hacerme amar a una persona que no existe.” No hay que leer este parlamento suponiendo un lamento por una simple falta de pareja: decía estar enamorada y de hecho fue su novia quien la encontró en un intento de suicidio. Acorralada por “la insania crónica de lo sano” y empastillada por los médicos a pesar de que “no hay droga que le dé sentido a la vida”, Sarah se cuelga tal como lo advirtiera en Psicosis 4.48. “En el futuro no hay esperanza y las cosas no pueden mejorar. No hay esperanza, no hay esperanza... Este no es un mundo en el que quiero vivir.”

Cleansed en Buenos Aires

En 1997, mientras Sarah escribía Cleansed, Mariano Stolkiner estudiaba teatro en Londres; allí percibió claramente “el post-punk sin reacción”, que luego encontró leyéndola. No es ésa la razón que lo hizo llevarla a escena sino porque habla de la condición humana y por cómo lo dice. Triplemente difícil el desafío: traducir un texto ambiguo, construir una no estructura y representar mutilaciones; Mariano optó por lo simbólico, como considera que es la obra. Cleansed podría estar describiendo nuestra última dictadura, cuando toda sub-versión de la sexualidad correcta podía terminar en un campo de concentración. Cuando en 2007 el director argentino la estrenó, montaba a los espectadores en un colectivo policial-escolar sin ventanas y por las vías muertas de Retiro los llevaba al taller de Regazzoni. Al reestrenar ahora en La Tertulia, aunque se pierden esos efectos, se gana en intimidad y economía, por lo tanto en densidad e identificación. “Antes se jugaba el secuestro del cuerpo del espectador, ahora hay un cuerpo a cuerpo entre él y la obra”, dice Mariano, que este año se sumó al elenco de actuación. En esta nueva versión decidió no reemplazar a la intérprete del baile del caño: ya que está embarazada, agrega otra forma del horror al campo de concentración. “No es otra forma de horror, es otra forma del amor –dice Mariano, que acuerda con la interpretación amorosa de Kane–. Al final sale el sol y los actores concluyen tendiendo la mano en un pedido amoroso que espero se transmita al público. Aunque ella no encontró esa mano y ahora la obra también da cuenta de su muerte.”

Cleansed
Todos los domingos
de septiembre
La Tertulia
Gallo 826
6327-0303

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