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Viernes, 30 de agosto de 2013
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El arca de Copi

Por Facundo R. Soto
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La obra comienza en el campo, es curioso pensar que Copi después de vivir un tiempo en Uruguay se radicó en París con sus padres desde los once años a los diecisiete, después volvió y escribió toda su obra en Francia; sin embargo la ambientación rural la conoce a la perfección. La obra transcurre y crece, hasta desembocar en una Buenos Aires glamorosa, llena de campaña y esplendor, donde Tita Merello es la estrella del Nacional; pero del otro lado está la decadencia, el engaño y la corrupción. El trabajo que hace con el tiempo, la lluvia que se transforma en tempestad, y el sol que aparece cuando Don Wenceslao llena de leche a su china (la amante, no esposa). Wenceslao, un hombre grande, curtido por los años, con un amor acá y una amante allá, construido por un Lorenzo Quinteros casi irreconocible, apropiado del personaje a la perfección. Una mujer, Mechita –Andrea Jaet– presuntamente asesina, a la que no le importa nada, avanza hasta el centro del toque de queda. Mechita es perseguida por su medio hermano, Rogelio, Luis Longhi, un peón de campo, bueno e ingenuo, que se deja engatusar por las mentiras del amor. En las obras de Copi los hombres son mujeres; las personas, animales; los bebés nacen de una rata, en La sombra... aparece un loro concentrado, divertido, caracterizado por Mosquito Sancineto, tan logrado que merece un premio, además siempre dice la verdad: Largui piernas peludas pija blanda. Wenceslao pija de palo. El caballo y el mono, Ernesto Zuazo y Alejo Bertin Cardozo encajan perfectamente en el campo donde se desenvuelven. Llena de humor, casi como una comedia de Almodóvar, pero criolla y en La Pampa, escrita por un argentino parisino, da como resultado una sensación de entretenimiento y beatitud como pocas veces se ve en el teatro contemporáneo. Una línea de tristeza, reproche y tensión atraviesa la obra como un avión tirada por caballos, pero caballos humanos, como en la obra de Copi. Una puesta impecable, con una escenografía austera pero efectiva, a cargo de Marcelo Valiente, donde el reverso de las puertas pasa de ser el horizonte del campo a una confitería nocturna o un baño. Una pieza del ’78, estrenada en el Festival de Rochelle, joven, luminosa, pied noir, con la producción del Teatro Cervantes, dirigida por Villanueva Cosse, hace de esta delirante y consistente obra un clásico, en continua transformación.

La sombra de Wenceslao, de Copi.
Dirección: Villanueva Cosse
Teatro Nacional Cervantes
De jueves a sábados a las 21.30, domingos a las 21. Hasta el 7 de septiembre

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