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Viernes, 26 de septiembre de 2008
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McCain, la Biblia y el calefón

Atención a la estrategia de los republicanos que, con una combinación de tibieza y fanatismo, va bajando de la agenda los derechos de las minorías y a Obama de las encuestas.

Por Pablo Ben desde Iowa, Estados Unidos
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McCain se opone al aborto legal, pero no tiene una actitud militante en este punto y aclara que el aborto le parece una solución adecuada en determinados contextos (como en los casos de violación). El matrimonio gay no le parece bien, pero no se atreve a decirlo con todas las letras. Cuando le preguntan sobre el punto, explica a regañadientes que algún tipo de arreglo legal se les debiera de permitir a las personas del mismo sexo, para que manejen determinadas situaciones concretas (obra social, impuestos, etcétera). En síntesis, McCain es republicano, y es claro que no va a defender los derechos Glttb y de las mujeres, pero por ahora carece del fanatismo de Bush.

Bush tomó una postura claramente reaccionaria, pero los resultados fueron mixtos. Se presentó repetidamente como vocero de Dios, esgrimiendo que cualquier intento de “desvirtuar” el matrimonio tradicional iba contra la civilización occidental y cristiana. Con este discurso intentó modificar la Constitución para prohibir que cualquier estado permita casarse a las personas del mismo sexo. No logró apoyo suficiente a nivel federal. Algunos estados pasaron leyes contra el matrimonio gay/lésbico, otros estados lo hicieron legal (como en el caso de Massachusetts). En 2003, las leyes anti-sodomía que existían en unos pocos estados quedaron finalmente abolidas cuando la Corte Suprema las declaró contrarias a la Constitución. Es decir, ciertos pequeños avances de los derechos Glttb han triunfado aun con la férrea oposición de Bush y la derecha religiosa. Esta paradoja implica que la aceptación social de las personas Glttb se consolida al mismo tiempo que el país está muy dividido en relación con estos temas. En este contexto, McCain se niega a tener una posición claramente machista y homofóbica.

Además, el fanatismo a lo Bush ha quedado asociado a una presidencia que hoy tiene muy poca legitimidad. McCain no quiere ser visto como sucesor de Bush sino como alguien diferente, un francotirador que está en el Partido Republicano de casualidad. Para distanciarse, McCain necesita alejarse de su conservadurismo, pero ésta no es una tarea muy sencilla. Es que la derecha religiosa es muy fuerte en Estados Unidos, y si bien asumir sus posiciones lo llevaría al fracaso electoral, si McCain pierde el apoyo de este sector tampoco puede ganar las elecciones. McCain no puede darse el lujo de hablar como lo hacía Bush contra el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto, pero tampoco puede dejar de expresar su desacuerdo con estas cuestiones de manera “moderada”. Ni chicha, ni limonada. Y en parte esta situación es la que lo ha llevado a elegir a Sarah Palin como candidata a vicepresidenta.

Palin es conocida por su rechazo total a cualquier tipo de aborto bajo cualquier condición. También es una militante contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y estas posiciones las anuncia de manera ruidosa, al mejor estilo Bush. La imagen de McCain está pensada para atraer a quienes tienen ciertas simpatías republicanas, pero se han cansado de los sermones dominicales de Bush. La candidatura de Palin, por el contrario, está ahí para lxs fanáticxs. Entre unxs y otrxs, McCain espera poder ganar las elecciones. La situación es sumamente contradictoria y paradójica, al punto de que Palin apoya a la familia tradicional y al conservadurismo religioso, pero se trata de una “mujer independiente”. Es que la única alternativa que el Partido Republicano tiene para ganar es reconciliar la Biblia con el calefón. En este marco podría creerse que la derrota de McCain está asegurada, pero quienes tengan esa certeza olvidan que Estados Unidos se ha caracterizado históricamente por combinar la derecha política más sólida con una sociedad civil profundamente liberal y progresista.

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