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Viernes, 15 de agosto de 2014
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libro

Sangre y bolero

Pablo Forcinito, en su primera novela, En tu mundo raro y por ti aprendí (Ed. Metalúcida), se arriesga en ese cruce que parece obligado entre homoerotismo y policial, y llega al conurbano, donde todo se da vuelta.

Por Daniel Gigena
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La primera novela de Pablo Forcinito (Lanús, 1978), en la que en una trama homoerótica se infiltra otra policial (asesina, más bien), parece avanzar por detracción. Un territorio definido en los suburbios, algunos pocos personajes masculinos y la utilización de un lenguaje periférico, especie de destilado de los bajos fondos (si es que hubiera altos) a las capas más permeables de pobres y jóvenes y de jóvenes pobres, bastan para destrabar un imaginario creciente en la producción actual acerca del conurbano. Casi en simultáneo con la difusión de Fango, el film de José Celestino Campusano, esa Ilíada de malandras en lo más profundo del sur bonaerense, la publicación de En tu mundo raro y por ti aprendí, de Forcinito, avanza en el proceso de transformar de manera literaria un contexto violento en el que Estado brilla por su ausencia. Hay en Lavernia apenas un colegio, del que algunos desertan y del que otros sólo quieren irse de una buena vez, y un hospital municipal adonde llegan los caídos por linchamiento. (No asoma un solo policía en esta novela policial.) Por las calles semivacías de ese barrio circulan colectivos y autos particulares cuyos conductores, prudentes, no respetan la luz roja del semáforo, y en un refugio cercano a las vías muertas del ferrocarril yacen cadáveres mutilados.

El Colo y Seba conocen a Paraná, un nuevo alumno, enchastrado de mierda de perro y tirado en el piso. Acaba de recibir una piña del Yeti, el matón del grupo. De ahí en más, sin embargo, la figura de este personaje recién llegado de Entre Ríos (de ahí el apodo, uno de los tantos que asumirá a lo largo de la historia), irá cobrando altura hasta nivelar el curso del relato a la mirada que proyecta sobre el mundo que lo rodea (la feria donde se entremezclan el humo de las parrillas y la voz de Leo Mattioli). Seba, el que lee "boludeces" (novelas y cuentos), de inmediato se siente atraído por Paraná. La imagen del flamante amigo "clavándose una paja", como el mismo Paraná grafica, lo excita. Versión novelesca del refrán popular que afirma que los opuestos se atraen, el dúo formado por el aspirante a gangster y el joven príncipe que cursa en el CBC montará una danza macabra puntuada por crímenes, transformados en lúgubres llamadas de apareamiento.

Se advierte en la escritura de Forcinito, además de la sequedad característica de algunas novelas del género policial (aquí combinadas con cierta tradición del refranero criollo, adaptado a los tiempos que corren), una influencia clara del guión cinematográfico. Los capítulos, planteados como escenas y resueltos con impasibilidad y rapidez al mismo tiempo, no ahondan en la psicología ni en el pasado de los personajes. Como un estudioso del comportamiento, el narrador se rinde al presente continuo de la evidencia de los hechos, lo mismo da si se trata de vengarse de un preceptor que tiene éxito con las alumnas ("ese pendejo gato") o de asesinar sin escrúpulos a una travesti. Ejemplo representativo de lo que es un "crimen de odio", los capítulos que cuentan con detalles el tercer asesinato ejecutado por Paraná (cuando los dos primeros, sin embargo, fueron sometidos a elocuentes operaciones de elipsis) son probablemente los más gores y perfilados de la novela. Ailín Wornos, la víctima, se despega con esfuerzo del cliché de la chica que se prostituye en la calle (aunque el narrador, afín a la conciencia del psicópata adolescente, se refiera a ella como "el travesti" o "el putazo") y adquiere, poco antes de su muerte, contorno propio. Tampoco parece casual que, a partir de ese hecho, Seba, el destinatario por excelencia de la serie de asesinatos, confirme la identidad del homicida que "desoreja" a las víctimas. El verso de una canción romántica ("Tú me acostumbraste") erigido como título de una novela en la que los personajes femeninos están casi excluidos, si es que no funcionan como moneda de intercambio entre los machos alfa de la manada; algún nombre clave de la iconografía gay (Sebastián), la mención de A sangre fría, el clásico de Truman Capote, y la pulsión sexual sublimada en un juego brutal entre varones propician una lectura en clave de novela de enigma donde, a la vez que el misterio es lo que menos importa (ya que se descifra en la letra), el detective debe interpretar el impacto de una revelación como un rito de apareamiento: "A golpes de sangre, el llamado del monstruo no dejaba de avivar su deseo". Seba, alerta ya no sólo por el deseo, capta ese mensaje cifrado. A la manera de una criatura de Pierre Klossowski arrojada a un arrabal bonaerense, el joven asesino serial hace y deshace distancias a golpes de puños y de "cohetazos" de un calibre 38 para, además de ahuyentar el miedo propio y ajeno, acercarse a Seba. El diagrama de ese acercamiento organiza la novela de Pablo Forcinito, quien ya tiene título para la segunda, que saldrá en 2015: Paraná.

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