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Viernes, 26 de diciembre de 2014
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La copa vacía

Odio (in)documentado

Un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos da cuenta (sólo de algunos) de los números de la violencia contra personas lgbti en América.

Por Dolores Curia

Cada día al menos una persona es agredida en América por su pertenencia al colectivo lgbt o por ser percibida como tal. Esas agresiones van desde ataques contra su integridad física hasta asesinatos. A estas conclusiones ha llegado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en un informe que acaba de dar a conocer y en el que se han registrado actos de violencia entre el 1º de enero de 2013 hasta el 31 de marzo de 2014. Durante esos quince meses al menos 594 personas lgbti fueron asesinadas y, por lo menos, 176 sufrieron distintas formas de violencia física.

No sabe, no interesa

Pero además de nuevas cifras, lo que este informe deja al descubierto son agujeros: los números son aproximativos, ya que muchos de los miembros de la OEA no recopilan datos de este tipo. Gran parte de estas violencias quedan fuera del radar: no llegan a reportarse porque las víctimas no hacen la denuncia o porque a los Estados no les parece relevante acusar recibo de ellas. No se llega a la denuncia por temor a represalias, porque las víctimas no quieren identificarse como personas lgbti o porque no confían en la policía y el sistema judicial. Ante el desinterés de los Estados en analizar estos datos, la CIDH ha tenido que recurrir a información aportada por los medios de comunicación (que, además, en su gran mayoría, no respetan la autopercepción de género de las víctimas) e informes de las organizaciones de DD.HH. Los Estados de la OEA que han brindado datos son: Argentina, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

Otra gran ausencia en este informe son las personas bisexuales y varones trans. Lejos de estar erradicada, la violencia contra ellxs es la más invisible: es común que esa parte de la población esté prácticamente ausente de las estadísticas estatales, y por eso también lo está en ésta. Tampoco se han registrado en este informe casos de violencia contra personas intersex. Esto se debe a que una de las mayores violencias contra las personas intersex son las intervenciones quirúrgicas orientadas a “normalizar” los cuerpos, que obedecen a protocolos médicos legitimados y legalizados por muchos Estados.

Identikit del odio

¿Qué convierte en crímenes de odio a los hechos registrados en el informe? Que el común denominador es que el motor de la violencia es la idea que tiene el victimario de que la víctima ha transgredido las normas de género que le corresponderían. Y que en la mayoría de las agresiones vienen acompañadas de insultos lesbo/homo/transfóbicas. Y la saña: suelen ser crímenes especialmente brutales en comparación con otras violencias por otros prejuicios discriminatorios. Ser o parecer, en la violencia también son los otros quienes deciden por lxs dueñxs de cada cuerpo: “Incluso, aunque no pertenezcan efectivamente al colectivo, sólo la percepción de homosexualidad o de la identidad transgénero coloca a las personas en situación de riesgo”, dice el informe. Las agresiones suelen perpetrarse en banda (todos contra uno), contra parejas que expresan afecto en público o cuando los victimarios “descubren” que están en presencia de una persona trans.

El silencio se intensifica particularmente en torno de los victimarios, que suelen ser policías o miembros de otras fuerzas represivas, y en menor grado, parejas de la víctima. En cuanto a las víctimas, las más visibles, según este informe, son los hombres gay y las mujeres trans. Los primeros suelen ser agredidos o asesinados en lugares privados, mientras que las mujeres trans, en lugares públicos. Estas son, además, en su mayoría, jóvenes; la esperanza de vida para ellas en la región sigue oscilando entre los 30 y 35 años. Según el informe, las lesbianas son con frecuencia blanco de violencia sexual e intrafamiliar, pero en general estos delitos no se reportan. Estas agresiones suelen ser violaciones “correctivas”, golpizas colectivas, ataques con ácido o internaciones por la fuerza en “centros que prometen restaurar la desviación de su orientación sexual”.

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