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Viernes, 17 de abril de 2015
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Broches y momificación

BSDM ILUSTRADO

Entre la lista de elementos cotidianos que sirven para el BDSM y menciono en la columna anterior “BDSM de ferretería”, sumo dos elementos que probablemente ya tengas en tu casa: broches de ropa y papel film. El juego con broches fue una de mis primeras experiencias BDSM con un Leather Master. Yo tenía los ojos vendados y no sabía qué me estaba haciendo, por momentos sentía como si me estuviera haciendo piercing en las tetillas y me parecía raro tener tanta resistencia al dolor. Siguió con mi miembro y el dolor más fuerte lo sentí cuando me retiró los broches. Esta gran experiencia me ayudó a entender algo sobre el dolor. Si uno prueba colocarse broches en distintas partes del cuerpo, podrá sentir que su umbral de dolor es más alto de lo que piensa. Y el dolor mayor, al retirarlos, dura muy pocos segundos; puede provocar gritos, contorsiones, pero ahí se termina todo. Lo que aprendí con los broches fue que muchas veces uno grita más por miedo que por el dolor en sí.

Las primeras veces, la combinación entre tanto cuero y un elemento tan doméstico me resultaba graciosa y hasta ridícula, pero con el tiempo me fui acostumbrando a un juego con tantas posibilidades. Además de en las tetillas y los genitales, se pueden usar en cualquier parte del cuerpo donde los broches agarren (orejas, debajo de las axilas, panza), se pueden colocar muchísimos, y hasta llevar el juego al terreno del body art.

El papel film sirve para una de las prácticas más extremas de inmovilización: la momificación. Como su nombre lo indica, consiste en transformar a tu sumiso o sumisa en una momia viva, completamente inmovilizada, envolviéndolx en papel film. Para esto, se puede recurrir al rollo que se compra en cualquier supermercado, aunque es recomendable conseguir bobinas grandes (hay unas ideales de 50 cm de ancho), que se consiguen en locales de venta de artículos para embalaje.

La momificación requiere de mucha práctica, aunque no tanta como para hacer buenas ataduras. La primera vez que momifiqué a alguien, el sentido común me dictó que debía empezar por la cabeza y el torso con los brazos pegados al cuerpo (algunos prefieren dejar la cabeza libre), para poder hacer gran parte del trabajo con el sumiso de pie. Y también, por supuesto, hay que hacer inmediatamente los orificios necesarios para que el sumiso pueda respirar. Una vez envuelta la parte de arriba, lo hice recostarse y ahí terminé con la tarea de envolver las piernas juntas y los pies.

La posibilidad de alternar dolor con placer sobre una persona completamente inmovilizada es un juego exquisito. En el film se pueden abrir agujeros en las zonas con las que nos interesa jugar. Según el nivel de masoquismo de la persona momificada, se la puede hacer sufrir llevando sus límites al extremo, o hacerla sentirse a punto de estallar de puro placer.

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