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Viernes, 11 de septiembre de 2015
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El tiempo recobrado

Vivir con virus, de Marta Dillon, hoy será declarado de Interés para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos. Un testimonio literario y visceral que acompañó e iluminó a muchas generaciones desde que apareció en forma de columnas en este diario y que debería ser reeditado para evitar que lxs nuevxs lectorxs deban robarlo de bibliotecas amigas.

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Justo en estos días nos acordábamos de viejos amigos y compañeros del camino que ya no vemos, no porque se hayan muerto sino porque la vida nos fue dispersando, porque ya no nos acostamos tan tarde, porque cambiamos de amigos. Y por ahí algunos hasta se murieron. Pero hasta donde uno intuye, estamos todos vivitos y coleando (¿O culeando?) aunque algunos seres demasiado acostumbrados a la clandestinidad y la picaresca no fatiguen las redes sociales.

Y todos estos pensamientos reflexivos me fueron llevando un poco a la melancolía y otro poco a la resignación. Ya no hay ni épica ni aventura, y ni siquiera me dan muchas ganas de reemplazar ese angustioso morbo de reclamar una épica de grupo de riesgo por el de “teorizar” acerca de los destinos, los nombres y las mutaciones del sida o HIV, al que en algún momento sin darse cuenta, le invirtieron las iniciales y ahora te dicen VIH. Pero a diez años de la última publicación de Vivir con virus, de Marta Dillon, sí creo que persiste la necesidad de dar y aceptar el testimonio; como escribimos hace unos diez años, seguir la pista de la cotidianeidad del sida siempre es una ofrenda y un exorcismo a la vez. No por nada, persiste insidiosamente en la sangre aunque se haya vuelto indetectable. Vive en las pastillas y siempre es un recordatorio de las verdaderas catástrofes y emergencias humanas que desató en distintos puntos del planeta por casi veinte años.

Entre la subjetividad y lo colectivo, me parece, se juega por estos días la posibilidad y el desafío de que la memoria del “tiempo histórico” del sida sirva para algo. Para no perdernos en el laberinto de la necesaria infectología, los laboratorios y las noticias que from time to time anuncian la inminente salida de la vacuna.

Y ese tiempo histórico tampoco es un pasado cerrado y clausurado. De hecho, se escriben y se podrán seguir escribiendo las vivencias y convivencias del virus. Tareas humildes y militantes, cargadas de sentimientos y responsabilidades sociales, quedan por delante. Ese fue y sigue siendo el aporte de Marta Dillon —mujer notable en todas las empresas que encara—, a lo que con orgullo debemos seguir pensando como una causa, nuestra causa, la causa de todos.

Viernes a las 18, Legislatura porteña, salón San Martín, Perú 130.

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