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Viernes, 18 de septiembre de 2015
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Trapos al sol

En la Villa 31, Guido Models instruye y representa a modelos tanto del barrio como de otras latitudes. La agencia imparte clases de caminata en tacos, sesiones de fotos así como también contención familiar. A propósito del documental que retrata su día a día, Guido Fuentes analiza los pasos menos difíciles del trayecto a la pasarela.

Por Ignacio D’Amore
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Guido Fuentes es un hombre orquesta completamente autodidacta. Nunca estudió de manera formal la mayoría de las cosas que hoy sabe hacer: fotografía, confección, estilismo, moldería, organización de eventos. En su infancia y adolescencia se dejó flechar por la moda ayudando a un primo en Cochabamba, Bolivia; un primo que tenía una conocida casa de ropa en la que, cuando se armaba una prenda, le encargaba a él los trabajos de bordado o de aplique manual de strasses. Ya en Argentina (hace 25 años que está radicado en Buenos Aires), Guido tuvo varias ocupaciones hasta que entró como ayudante de corte a un taller coreano, donde después de dos semanas ascendía a modelista.

El proyecto de la agencia/escuela comenzó a gestarse en 2008, en la casa de una única planta que el modisto había ayudado a construir él mismo muchos años antes en Villa 31 y que, con el tiempo, debió ampliar, también él mismo, en una planta más. Hoy conviven, en el primer piso, su propia vivienda y el sector administrativo de la agencia, mientras que en la planta baja abre sus telones un salón de belleza bien provisto.

¿Cómo arranca el proyecto de la escuela, qué te motivó a abrirla?

–Yo estoy acá en la Villa 31 hace dieciocho años, antes vivía por Once. Comencé con la escuela en 2009 cuando un año antes, para el día del niño, acá en la villa se hizo un festival. Yo me paré frente al escenario, atrás estaban los edificios de avenida Libertador. Se veía un contraste entre esas casas tan chiquitas con las torres de atrás, y también con la terminal de Retiro, los colectivos entrando y saliendo... Y me pareció un marco muy loco, la diferencia de mundos, de clases sociales y de culturas, porque además acá somos muchos los inmigrantes, entonces yo me imaginé una pasarela con modelos, que las vea la gente entrando y saliendo en colectivo, con los edificios atrás. Y ahí dije: ¿por qué no lo hago yo? Además, acá en la villa siempre veía chicas muy lindas que al poco tiempo las volvía a ver embarazadas, y me daba pena que no hicieran otra cosa más que ser madres.

Y el barrio, ¿cómo reaccionó?

–Cuando comencé a tocar las puertas nadie me creía. Se reían, se burlaban, me decían “éste está loco”. Tenían un miedo lógico. Algunas madres hasta me decían que quería vender y exhibir a sus hijas como a una mercadería. Vino una única chica que estuvo acá pasando las clases durante tres semanas, y después hice volantes, que empecé a pegar por todo el barrio. El 5 de diciembre de 2009 fue el primer desfile, con cantantes de distintos países como Perú, Paraguay y Bolivia, y también de acá de Argentina, por eso yo dije que era un desfile por la integración. Todos los desfiles que yo hago son por la integración y llevan ese nombre. El desfile salió perfecto, llegaron a venir 32 chicas y 4 chicos, pero sólo dos de esos chicos se subieron a la pasarela. Había venido gente de muchos lugares, hasta medios de Bolivia para cubrirlo.

¿Después de eso las chicas empezaron a venir más?

–No tanto. La gente dijo “qué lindo todo, qué lindas las chicas”, pero nada más. Los padres las mandaban pero ni ellos ni las chicas estaban tan seguros de que iban a poder trabajar como modelos. Igual, con ese primer desfile empezó todo el alboroto mediático de Guido Models.

¿Se acercan hombres a la agencia?

–Ahora aparecieron más chicos, ¡antes no había ni uno!

El documental de Julieta Sans, que lleva el mismo nombre de la agencia y que después de la buena recepción en el último Bafici será proyectado en dos festivales inminentes, acompaña a Guido y a un par de sus modelos destacadas cuando practican en las calles del barrio, o cuando montan una sesión de fotos con numerosos medios en la canchita aledaña (la lluvia empapa los vestidos que Guido cosió para las chicas). Él pide permiso a los vecinos amontonados para improvisar una pasarela entre los pasillos de una feria. “No me miren”, les indica a ellas que, poco expertas, atinan en cada pausa de su ir a quebrar el cuello buscando la presencia protectora del mentor entre los telones de lona plástica azul francia. Increíblemente, todo el esfuerzo de Guido es gratuito: no hay actividad en su agencia/escuela por la que haya que abonar. Los ingresos surgen de contrataciones de las modelos y del salón de belleza, en donde algunas de las jóvenes aprenden el oficio y donde, más tarde, pueden también ganar algo de dinero trabajando.

¿Qué es lo que a vos te motiva para que los cursos sean gratuitos?

–Lo que pasa es que acá la gente es humilde, muy trabajadora, entonces pagar para que sus hijas modelen sería una locura. Igual no pensé tanto en eso, yo quería dar los cursos, y ¿para qué cobrarles, si yo quería darme ese gusto de hacer un desfile? Yo veía a las chicas llegar de una forma, muchas veces en ojotas o con sus zapatillas súper masculinas; y con sus modismos también masculinos, sus gesticulaciones, las manos, su manera de sentarse, medio machitos. Entonces acá se les enseñaba a modelar, un poquito de modales. Yo les hablo mucho, vivo aconsejándolas, para ellas debo ser como el tío. Quiero que esto sea una alternativa nada más, no el único medio, por eso les insisto en que sigan estudiando. Yo por eso digo que a este mundo del modelaje, si bien es frívolo, superficial, yo lo he llevado por otro camino, por el lado social, ayudando a las chicas a sentirse orgullosas y a que el día de mañana puedan salir a la vida con ese mismo orgullo, sabiendo comportarse y sin que nadie las esté mirando ni discriminando. Siempre hay gente que dice “Guido debe estar ganando plata”, pero no. Yo compro la ropa y los zapatos para ellas, también les coso vestidos, y los desfiles que hago siempre son al aire libre, abiertos, no hay entrada ni cobramos por hacerlos.

¿Qué creés que llama la atención de tus modelos cuando una marca importante las contrata?

–Cuando fuimos al casting de Silkey Mundial había, no sé, trescientas, quinientas chicas, y eran chicas que cuando las miraba tenían dos metros de alto, eran bellas, divinas, rubias, ojazos, cuerpazos divinos... Yo fui con tres chicas hermosas, pero las otras eran fatales. Y fui con tres modelos y quedaron dos, Emilce y Delia. Cuando fuimos a ese casting yo las acompañé, pero no dijimos que éramos de Guido Models, ni que éramos de acá del barrio, así que fueron como cualquier otra chica.

¿Pudiste ver un avance en la integración de la que hablabas antes?

–Yo creo que con la agencia ya estamos rompiendo todas esas barreras, pero obviamente nos cuesta muchísimo. Hay propuestas que nos hacen y después ni me llaman. Si bien las chicas han hecho algunos trabajos, el 90 por ciento de las propuestas se nos han caído a última hora. Si no vas a darnos trabajo, no nos ofrezcas nada; nosotros no estamos pidiendo. Yo sé que le cuesta confiar a la gente, todavía piensan que como somos de acá del barrio... No sé si llamarlo discriminación, pero hay todavía un prejuicio al trabajar con nosotros.

En ese sentido, ¿cómo creés que desde tu agencia las preparás para entrar al mundo de las modelos y las agencias más grandes, que es muy hostil?

–La preparación es que puedan no sentir vergüenza. Hay que verles las caras a las chicas cuando desfilan, se sienten únicas. Si bien algunas no tienen todas las condiciones para trabajar como modelos, en cualquiera de los desfiles que hago las pongo a todas, no importa cómo sean. Les pongo tacos y les enseño a caminar. Eso es integración.

Guido Models (2015), de Julieta Sans, se proyecta hoy a las 20, en el 10° Festival de Cine Latinoamericano de La Plata y el lunes 21 a las 21 en el marco del 6to Festival Internacional de Cine Migrante (Sala Gaumont).

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