Las circunstancias del mundo personal y social necesitan reinterpretase para hacer un relato orgulloso de las sexualidades diversas. La cultura es una caja de herramientas de la que la gente se sirve para darle sentido a lo que sucede. Cuando en 1983, en Argentina, comenzó la historia del orgullo (la experiencia del FLH habÃa implicado conceptos distintos) las herramientas eran pocas aunque cualitativamente poderosas. Hoy tenemos miles.
Por aquellos años pensar en el orgullo “gay†suponÃa imaginar una experiencia de renacimiento: el ser dejaba una vida de desdoblamientos opresivos y se metamorfoseaba en algo parecido a la nueva idea de ser que el orgullo transportaba. La metamorfosis individual hacÃa pie en una reinterpretación colectiva de las minorÃas sexuales que venÃan construyendo las organizaciones polÃticas. No podÃa haber orgullo si la respuesta a la pregunta de quién se era no era “soy como aquel†(gay). Sobre este imaginario de la semejanza en el infortunio dejaron prueba un conjunto de metáforas que comenzaron a circular en el espacio social: la “coloniaâ€, la “comunidadâ€, la “colectividad†o la “realidad indiscutible†homosexual. Tiempos de oscuridad –como dirÃa Hannah Arendt– en los que la exhortación principal para dar carnadura al orgullo era responder y mostrar homogéneamente lo que la sociedad mayor no querÃa ver. Y era una exhortación imperativa: imposible olvidar cuando fui a la primera marcha del orgullo con una careta (1992), el grito de un militante que me perforó: “¡sáquense las caretas, maricas tapadas!â€
No voy a entonar ningún letanÃa pero vale la pena pensar cómo responderÃamos hoy a la pregunta de quién soy y quiénes somos que, bien vista, es la pregunta del “¿somos cómo quiénes?â€. Interrogante muy actual visto que la familia de lxs diversxs sexuales se ha ampliado (LGTBI), tanto como los derechos. Escribiendo Los últimos homosexuales, comentaba a mis colegas de la universidad que lo hacÃa movilizado porque mis testimoniantes (mayores y adultos mayores) no estaban orgullosos de lo que estaba sucediendo en la sociedad gay, entre otros motivos, porque sentÃan que si a esa sociedad se le preguntaba por ellos, casi seguro que no responderÃa. Esta pregunta imaginaria también podrÃamos hacerla respecto “de†y “entre†lesbianas, trans, bisexuales e intersexuales: ¿qué responderÃamos hoy que somos? ¿qué responderÃamos que son los otrxs? Y, más importante: ¿â€responderÃamos†por ellxs? ¿Nos harÃamos “responsables†de ellxs?
En aquel momento un colega me dijo algo asombroso: “pero Ernesto: ¿cómo vas a escribir sobre estas cosas ahora? No es momento. ¡Ahora hay que hablar solamente de los derechos!â€. Opté por reÃr. No importa. Lo importante es que encontré nuevos relatos que traen la idea de que el “orgulloâ€, en tiempos de deflación identitaria, es una cuestión para repensar. El debate podrÃa largar con aquella famosa reflexión de Hannah Arendt sobre la responsabilidad de hacerse ver y oÃr en los términos de la identidad que es atacada.
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