Juro, lo juro y lo re juro: yo iba a comprar un osito de peluche. En chancletas y al mediodĂa, una sola pestaña postiza y sin una gota de pintura. Es que asĂ me agarrĂł el noticiĂłn de que el primo Alberto habĂa parido y entonces tenĂa que llevar un regalo para la crĂa. AparecĂ en Lavalle sin meditar, tal vez una voz de tango que me decĂa “estás fanĂ© y descangallada”, tal vez sĂşbitamente iluminada por mi Lux recordĂ© que ahĂ está la meca del osito con corazĂłn que da cariño sin pedir nada. ¡Ilusx de mĂ! No iba a salir indemne de mi paso por Lavalle ni reciĂ©n nacido que me mantuviera a salvo. Hizo falta que me encandilara el arco iris de peluches para que se deslizara en mi oĂdo un Âżsolitx? que me hizo perder la pestaña que tenĂa. Flaco, alto, pelilargo aunque con flequillo, el maxi chongo querĂa hacerme unas fotos y yo con esas mechas. EntrĂ© en un ciber para no desairarlo, raudx como el viento. El atrás. Me encerrĂ© en un box. El, en otro. En dos minutos me apareciĂł en el msm con un emoticĂłn que revoleaba los ojitos. Bajemos, bajemos, insistĂa mi puto ajirafado sin notar mi ánimo de madrina. Imposible negarse, de tanto ver el tránsito entre el ciber y una puerta con timbre justo al lado empezaba a sentir la saliva en la boca. Se ve que levantan por internet al chongo de enfrente y juntos se pierden en el multicine ¡quĂ© devaluada está la artesanĂa de la palabra! 15 pesos de entrada que no pagĂł el chico de la cámara. IntentĂ© perderlo pasillo al fondo en busca del baño, casi muero de envidia por los tacos de las chicas que se sacudĂan la trompita en el mingitorio lamentando no haber encontrado al prĂncipe azul. Acá sĂłlo detrás del sapo, les dije mientras una pegaba su gritito: ¡Sos vos, Lux, te reconocĂ por la pestaña pegada en el cachete! No la habĂa perdido, sĂłlo reubicado. Se la puse al osito que todavĂa conservaba en la axila y me perdĂ en la sala Oscar Wilde del multicine, si serán cultos en Lavalle bien abajo. Mi Romeo me seguĂa los pasos, que hace fotos, que se las premiĂł el Inadi, que ese es su lugar de trabajo. ÂżCĂłmo me iba a concentrar con tantos muchachos meneándose las partes y una flauta traversa que venĂa de la sala de al lado? Claro, porque ahĂ dan pornos pero exĂłticas, puro inmigrante checo pagando derecho de piso para entrar al primer mundo. O para que le entren, quĂ© importa. Jirafa me sigue a todas partes, Ă©l sĂ me quiere. Lo llevo sin escucharlo a la sala 3, deliciosas criaturas bien calzadas en la pantalla. Si no fuera por el olor a forro usado y a orĂn ya estarĂa a punto caramelo, pero no sĂ© quĂ© hacer con el osito. En busca de otra sala me topo con RamĂłn, el encargado, le pido que me guarde lo que me queda de inocencia —el muñeco—. Entro en la sala hĂ©tero para despistar, pero la puerta 4 está tan vacĂa que destello como un semáforo. Mi fotĂłgrafo longilĂneo me habla de un taxi boy que compensa la pierna que le quitĂł un accidente con otra que diosx le dio. RamĂłn lo desmiente mientras acciona su desodorante floral. No sĂ© por quĂ© pero esto se ha convertido en una caravana a mis espaldas. Cuando volvemos a la Oscar Wilde se ha sumado una chica cross con unas tetas impostadas que finalmente me vencen, me doblan, me derriten. Sigo de largo, me voy al box, eyectadx por el olor vuelvo a la sala gay y literata y ella y yo nos apretamos las carnes y las prĂłtesis. No serĂ© un prĂncipe azul, es cierto, pero a veces me siento la abeja reina. o
Multicine —cuatro salas—, Lavalle 750, horario continuado. Entrada 15 pesos.
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