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Jueves, 31 de diciembre de 2015
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Lecturas de verano

Adrián Melo acaba de publicar su Antología del culo. Textos de placer anal y de orgullo pasivo (Aurelia Rivera Libros), un recorrido por los discursos cultos y ocultos sobre esta parte del cuerpo que durante años viene simbolizado lo abyecto, la sumisión y los placeres inefables. Perfecta lectura para este momento en que el año 2015 nos da su espalda.

Por Adrián Melo
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Terminar el año como el culo. Sentir que nos rompieron el culo en la contienda política, que quizás nos están rompiendo el culo en términos económicos, sociales y en términos de derechos. Sentir que nos quieren distraer de los avatares de la historia mostrándonos el culo de Pampita o el de Benjamín Vicuña. Sentirnos en el final de ciclo y en el culo del mundo. Como en los presentes enunciados, en el habla cotidiana, nombrar al culo suele tener una carga peyorativa (aunque, paradojas del lenguaje, el dicho popular afirma que “tener culo, es tener buena suerte”).

Ya habían advertido Javier Sáez y Sejo Carrascosa en Por el culo. Políticas anales (2011) que el culo es el gran lugar del insulto y que todos los países tienen expresiones insultantes referidas al trasero. A ello se le puede sumar la injuria fundacional a los gays que explicita Didier Eribon en Reflexiones sobre la cuestión gay (1999) y que frecuentemente se concentra en, está dirigido o alude a sus culos. Ya desde la Grecia Clásica, entre los peores insultos para un hombre estaban las palabras katapýgon (lascivo o maricón) y evrýproktos “culo ancho”, o “culo de ardorosas determinaciones” tal como testimonian obras de Aristófanes (445-385 a. C.) tales como Las nubes (423 a. C.) o Los Arcanienses (425 a. C.)

Asimismo, Sáez y Carrascosa advierten que una de las primeras cosas que aprendemos los seres humanos varones es que “tener el culo abierto” o “que te rompan el culo”, es algo terrible, algo que rebaja y reduce. Y “te voy a romper el culo” es una amenaza que presume a la penetración como una humillación insoportable. No casualmente, esta amenaza es recurrente en los espacios paradigmáticos donde se construye la masculinidad hegemónica, particularmente en lugares de hombres sin mujeres y comunidades homosociales. Por ejemplo, se expresa en incontables cánticos populares de las hinchadas en las tribunas de fútbol. La idea que flota es que, roto el culo, el hombre pierde su masculinidad y, por lo menos, el estatus total de hombre.

Anales de la historia

Las entradas del culo en la historia universal son escasas y tienen invariablemente una connotación macabra. Según una tradición historiográfica, el rey Eduardo II (1284-1327) fue penetrado por el recto con una espada al rojo vivo en la torre de Londres, castigo simbólico a la medida de sus deseos eróticos por marineros, soldados y por su amante favorito, Piers Gaveston. En el siglo XV, Vlad Drácula fue un voivoda de Valaquia que, según la leyenda, tras ofrecer un banquete a sus enemigos, los mandaba apresar y empalar. En Granada, en el camino que va entre Viznar y Alfacar, el 18 de agosto de 1936, Federico García Lorca (1898-1936), fue fusilado por soldados franquistas que le propinaron un tiro de gracia entre las nalgas.

Asimismo, en el ámbito local, el pánico anal aparece desde los orígenes oficiales de la literatura: en la verga federal que casi atraviesa los delicados pasadizos interiores del apuesto unitario del relato El matadero de Esteban Echeverría. El muchacho prefiere sangrar por las sienes hasta desangrarse antes de ser violado y así define, a la vez, su masculinidad y su patriotismo. Desde que el miembro federal casi se apoya sobre el agujero rosado del unitario, hasta el paroxismo de la violencia sexual en el ano en El niño proletario (1973) el esfínter aparece como el espacio amenazado por excelencia y la rotura del culo, como metáfora recurrente de la humillación política en la literatura argentina. Por citar solo un ejemplo, La Refalosa, poema anónimo del siglo XIX, se presenta como la amenaza de un mazorquero federal a un gaucho de realizar con él las prácticas sodomíticas a las que sometían los federales a los unitarios.

Masculino y singular

Es en contra de estas connotaciones que se rebela Antología del culo. Textos de placer anal y de orgullo pasivo. La idea del libro es crear una plataforma cultural, un corpus de textos literarios que reivindiquen el ano masculino como el lugar del goce, con el fin último de contribuir a desestructurar y desestabilizar una de las maneras paradigmáticas mediante la cual se construyen y se consolidan los géneros, las sexualidades y el paradigma de la dominación masculina: en torno a los usos del culo del hombre.

¿Por qué ocuparse solo del culo del hombre? Porque el culo de la mujer requeriría de otro tipo de tratamiento y de un estudio específico. Entre otras cuestiones porque está socialmente aceptado que puede ser penetrado y, por otro lado, ha sido erotizado aunque al precio de su mercantilización y de constituirse en uno de los lugares por excelencia en donde se manifiesta la hegemonía masculina. Tal como lo señala la socióloga Laura Corradi en Por una sociología política del culo: “El culo de la mujer es una construcción social. Plano o prominente, bajo o parado, vestido o desvestido, grande o chico. La mirada del hombre decide cómo debe ser plasmada la materia: quien tiene el poder, quien tiene las poleas del comando económico y político, puede definir qué es bello y qué no lo es. Su gusto inventa el gusto dominante, un signo del tiempo, que cambia con el cambio de los que reinan, de los que gobiernan, de los nobles y de los poderosos”.

Por eso erotizar el culo del hombre, habilitarlo cultural y tornarlo socialmente plausible de ser penetrado tal como el de las mujeres –por un dildo, un pene, uno o varios dedos o una mano, de un hombre o de una mujer- democratiza los cuerpos y los corazones. La antología intenta celebrar el culo masculino, las delicias del culo y las alegrías y los placeres que convoca con la convicción de que ponen en tela de juicio discursos hegemónicos y negativizadores que delimitan y restringen multiplicidad de existencias y placeres.

La otra idea retomada del libro de Sáez y Carrascosa es la del orgullo pasivo. Si dentro de la comunidad gay pervive la retrógrada y falaz idea del “activo” y el “pasivo” y se le suele atribuir un plusvalor al primero y connotaciones injuriosas al segundo, se hace necesario reivindicar al pasivo para sacarlo del lugar recurrente que lo coloca en la situación más vulnerable.

Familia burguesa y capitalismo

Una vez más, Pier Paolo Pasolini (1922-1975) se presenta como el poeta visionario que brinda con elocuencia la importancia de reivindicar el placer anal en las sociedades falocéntricas. En Teorema (1968) un extranjero llega al hogar de una familia burguesa y con el correr de los días, la termina seduciendo y penetrando a todos sus integrantes: a la madre, al padre, al hijo, a la criada. De esa manera, pone en jaque toda la estructura familiar y el sistema de creencias y valores en los que se sustenta. Con el lenguaje del sexo, metáfora del amor, el huésped logra, a través del sexo anal, horadar el poder patriarcal. Una vez entregado y culeado, al padre no le queda otra alternativa que entregar su riqueza, donar su fábrica a los obreros. A la vida monótona, a la conciencia falsa e hipócrita de la burguesía, Pasolini le contrapone la inocencia de un cuerpo bello, de un pene copulando un culo. Esto basta para poner en jaque la ideología del bienestar y del poder, los valores del mundo burgués. El cuerpo maldito del burgués es exorcizado por el falo luminoso de un hombre sagrado penetrando sus oscuridades anales, removiendo sus desperdicios y brindando así la posibilidad de dar de nuevo y de instaurar una verdadera democracia.

Porque al fin y al cabo, tal como describió Beatriz Preciado: de manera paralela a la necesidad de cercar la tierra para instaurar la propiedad privada bajo el capitalismo rigió el lema “cierra el ano y serás propietario, tendrás mujer, hijos, objetos, tendrás patria”. Por ello colectivizar el ano, abrirlo como cavidad orgásmica y músculo receptor no productivo ni reproductivo, como biopuerto mediante el cual el cuerpo queda abierto a unos y a otros, tiene que implicar emprender el camino contrario.

Terrorismo anal

¿Es posible construir otro paradigma cultural en torno al culo masculino, a sus usos y a sus atributos? Sí, en la medida en que existe otra tradición que este libro intenta subrayar y rescatar y es aquella que las sociedades occidentales han tendido a desechar (así como el culo masculino está llamado a ocupar únicamente el lugar de excretor de los deshechos en la heteronormatividad). Son textos faúnicos, dionisíacos, abyectos.

¿Cuáles son esos textos? Habrá que remontarse a poetas del siglo II a. C. como Discórides o Riano, elogiadores de hermosos culos de muchachos; a la escena de Zeus contemplando el culo de Ganímenes, al emperador Adriano que hizo inmortalizar el bello rostro y el culo perfecto de su amante Antínoo; al romano Cátulo elogiando las mieles del agujero de Juvencio y el placer de penetrarlo, al muchacho de Pergamo del Satiricón de Petronio, al poeta Abu Nowas de Las mil y una noches, adorador de muchachos de traseros turgentes o con un lunar en la nalga, al desfile de culos de la obra de Sade; al “Soneto al ojo del culo” compuesto por Paul Verlaine y su amante Arthur Rimbaud; a la línea de la belleza que desciende por la columna y desemboca en las nalgas, reivindicada por Alan Hollinghurst; al goce de la cola del argentino Tulio Carella ante las embestidas del muchacho King Kong en las playas ardientes de Bahía, a Madame Satã, malandra y orgulloso de ser pasivo; al brasileño Cazuza que cantó al sexo y al placer de bellos muchachos a los que ofreció el culo o dio por el culo en las ardientes playas de Copacabana; al reino del culo de la desaparecida civilización Tadyes de Osvaldo Lamborghini; a Myra Beckindridge, la travesti que penetra con un dildo al macho man Rusty en la novela de Gore Vidal; a la escena del marinero Querelle de Jean Genet gimiendo dulcemente y luego jadeando sin pudor frente a los bombeos del brutal Norbert. Con el sida, el culo tendió a convertirse en el lugar por excelencia del cuerpo pecador y del castigo divino y, por ello son tan vitaleslos textos eróticos de autores como Hervé Guibert, Pablo Pérez o Cyril Collard, entre tantos otros.

“Vi a Dios en mi ano durante el relámpago de la lámpara del flash del orgasmo”, escribió William Burroughs en una de las frases más bellas escritas sobre el sexo anal. De este estilo de metáforas, frases y textos frecuentemente sensuales, alegres y festivos está colmada Antología del culo, para disfrutar un verano hot y obligarnos a pensar en otras analogías para referirnos a los fines de año que se presentan difíciles.

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