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Viernes, 21 de noviembre de 2008
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Los topus

Por Liliana Viola
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Los topos
Félix Bruzzone

Literatura Mondadori
189 páginas

Los topos, los tupos, los putos, las putas, las travas, las ratas. La cadena se impone. Esta novela, la primera que publica Félix Bruzzone dispone una asociación descocada y vertiginosa. Se diría que irreverente, si no fuera porque apuesta tan fuerte a una historia alejada del realismo. Tan lejos, que consigue unir en la misma cadena de su íntima lógica dos submundos con sus respectivas vidas privadas, estereotipados personajes y dilemas ya canónicos. El de los hijos de desaparecidos por un lado– el protagonista es uno de ellos– y los travestis (sic) por el otro: el protagonista, así, con la palabra travesti en masculino como él mismo se nombra y como aparece también en la contratapa, es "uno de ellos", se enamora de "uno de ellos" y tal vez en su loco afán sea la víctima” o el hermano perdido de sí mismo. El dilema de la identidad, que muta, que se escapa y que resulta tan difícil de asir en un mundo donde se han acabado las certezas, parece ser el lejano punto de unión entre estas dos instancias que el autor decide unir con los recursos de un juego electrónico. Saltando niveles, pasando de una escena a otra, de una identidad sexual a otra sin que eso genere ningún cambio ni conflicto. La historia avanza, siempre virtual. El protagonista, y también el autor, nacieron durante los años de la dictadura y sus padres han desaparecido para cuando su vida y su novela comienzan. El personaje ha sido criado por una abuela que cocina tortas y que llega a mudarse frente a la Esma por su idea peregrina de que su hija tal vez haya tenido un bebé en cautiverio. A pàrtir de esta información, el protagonista, que parece vivir por afuera de esta realidad que lo precede y que lo expulsa, avanza por la vida signado por ella. Un chico sin ideales y sin historia lleva adelante, libre de la militancia sexual o política, un camino tan inútil como bello hasta ninguna parte. Avanza guiado por el deseo de los otros y cumple con su propio cuerpo las vidas que no tiene. Así es que en busca de un travesti que tal vez fuera el hermano que su abuela soñó, se enamora y se convierte en otro travesti andrógino, objeto de dominación de un dudoso matón, tal vez un represor. Quién lo sabe, es lo que parece repetir con triste ironía esta novela. El terreno está minado de topos, y su aparición o desaparición provoca asociaciones tan desquiciadas como iluminadoras.

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