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Viernes, 3 de junio de 2016
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ENTREVISTA

CaraColl

Cristina Coll, artista visual, multifacética y multimedia, trabaja con máscaras, su cuerpo y sus diversas caras. Pionera en travestirse con trajes de hombre, después de militar, provoca y desencadena preguntas, apunta a cuestionar los géneros y dispara.

Por Facu Soto
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Su última obra Un muchacho como yo se mostró en la Fundación Klemm donde baila con la ambigüedad y la ironía de elegir a Palito Ortega para que suene de fondo, con todo lo que eso representa para lxs argentinxs, con el eco de los militares presente (como en casi todas sus obras). En sus obras aborda el machismo, la intolerancia, la bestialidad y lo que aborrece de nuestra sociedad. Con una mirada crítica Coll fue seleccionada en el XVIII Premio Federico Klemm a las Artes Visuales, 2014, hizo Plaggios, Sagrada Familia, ArtexArte, y hasta revivió a Napoleón, pero con tetas.

Toco timbre. Afuera hace frío. Cristina me recibe con un abrazo y un té con limón. No come harinas, me dice. Una hornalla encendida ilumina las paredes blancas. Las sillas negras. Algunas manchas de colores en una pared. Prendo el iPhone y su figura se ilumina, brillante, a contraluz de la ventana. Su voz firme da vueltas, pero contesta con claridad, riéndose, mostrándome su obra.

¿Cómo llegaste a que tus obras estén atravesadas por la cuestión del género?

–La obra fue máscara de lo que no se podía decir. Decía en mi obra lo que no podía decir en la vida cotidiana.

Hay una cita de Barthes, que dice algo así como que en lo que unx escribe, siempre, quiera o no, aparece su sexualidad…

–Mis obras son asexuadas.

¿Asexuadas?

–En la obra del baño, ahí está la cosa asexuada. Me afeito la cara, y también la pierna (que es más femenino). Después fui animándome más y me agarró la cosa de vestirme de hombre.

En un momento fue evidente que la obra hablaba de vos, ¿qué implicancias tuviste en tu vida personal?

–Al principio me asusté, porque todo el mundo que me rodeaba sabía que yo era lesbiana, pero no mi familia. Estoy hablando por un canal de televisión de que soy gay y mi familia se entera por la pantalla. Después me empecé a dar cuenta de que era un fantasma pelotudo, porque nadie me miraba. Ni en la tele ni en ningún lado. Mi familia directamente no me miraba…

Pero te exponías haciendo perfo callejeras. ¿Cómo reaccionaba la gente en la calle al verte vestidx de hombre con un maniquí militar bajo el brazo?

–Un día bajé del colectivo y me senté en un bar, en Corrientes y Maipú, a tomar un café vestida de hombre. Venía el mozo, me servía el café pero no me miraba. Tenía el pelo para atrás. Petisa. Sentadita ahí, con traje de Néstor (obra performática) rayado, azul y celeste… Feísimo, parecía Duhalde. Cuando vieron que una camarógrafa me estaba filmando, el mozo se tranquilizó.

Si no, no sabían cómo tratarte…

–Era como que hubiera entrado una travesti… A veces me dicen que esto no pasa más… Minga que no pasa más. Entra una travesti a un bar y la miran todos, aunque se hagan los boludos. Hay algo ambiguo ahí que moviliza, y es lo que a mí me interesa.

Si bien tus obras siempre fueron de género, en algún lugar decís que las primeras tenían que ver con el género binario y después diste un giro. ¿Cómo fue ese giro, hacia donde vertió tu obra?

–Lo binario, masculino-femenino, tenía que ver con la pregunta hombre-mujer. Pero le faltaba una vuelta de rosca… En la obra del baño y en la de Roberto estaba esa cosa que decís de lo binario. Pero después me voy dando cuenta de que le estaba haciendo propaganda al hombre al ponerme un traje. Con el psicoanálisis empecé a querer este cuerpo y a encontrarme con mi femenino y se me hizo una revolución en el cerebro.

¿Entonces creés que hay un masculino y un femenino?

–Y… no. La investigación ya no va en ese binario. La investigación pasa por la persona, por lo que le pasa. La investigación es por las identidades, por los bordes de las identidades, por la sexualidad desde un punto de vista de que somos muchos y muchas cabezas pensamos… Va más allá de hombre, mujer, trans. Si querés tener una novia oveja, tenela… ¿viste?

Ahora se usan las máscaras con animales para tener sexo…

–¿Te acordás de la película de Woody Allen Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo…? Me parece fantástica esa escena, esa mirada de Woody Allen con respecto a la sexualidad. Es lo más loco que hay. Ya no podés cuestionar nada ahí… Ni hombre, ni mujer, es una oveja. Está enamorado de una oveja y la adora como si fuera un diamante…

Me hace acordar a las protestas de los pastores cuando decían que después del matrimonio igualitario íbamos a pedir el matrimonio con animales, y nos enojábamos…

–Va a llegar un momento… bueno ya se ve en las generaciones nuevas. Eso que hay que ponerle vestidito a las nenas, y eso… Ya eligen los nenes por sí solos, gracias a los padres. Una pareja de amigxs profesionales, muy estructuradxs, con un nene bien rubio, con el cabello largo, de tres años, juega con una cocinita. Está bueno porque no le imponen el juego que tendría que jugar… Y, para ese lado vamos…

¿Pero te pasó de enamorarte de un animal o de un hombre?

–De un animal no. De un hombre… me seducen y yo seduzco. Todos seducimos. Mucho su inteligencia, me gusta. Pero no me erotizan. Nunca tuve contacto sexual. No me atraen, pero también pienso que soy muy encasillada, como los heterosexuales que dicen que son heterosexuales y nunca prueban nada, ¿entendés?

¿Tu obra propone un género sin nombres, sin etiquetas?

–Un enigma. Movilizar la propia sexualidad como en un espejo. Todas esas preguntas. De eso habla mi obra. Que no hay género. Que somos personas, más allá del sexo. Que tenemos cosas de mierda. El autoritarismo. Subestimar al otro. Herir al otro… Es compleja la cosa. Yo tengo una tela adelante y un pincel. De pronto empiezo a pintar y mi cabeza se va a la mierda. No pienso en pintar un vacío o algo de género. Es lo más libre que hay… Hasta el mismo Roberto…

Roberto era tu alter ego…

–Claro, pero en definitiva, lo que más interesaba de la obra era lo agradable o facho que era. Interesaba ese personaje más allá del sexo. No era cuestión de vestirme de hombre y ya. Yo necesitaba vestirme de hombre. Pero, por otro lado, me llamaba la atención ponerme un traje militar.

Fuerte.

–Era fuerte. Fuerte. Fuerte. La mierda… Cada vez que me ponía el traje me agarraba taquicardia.

¿Qué buscabas ahí?

–Me parecía que si me pongo un traje y hablo del machismo, por un lado yo soy machista también. Pero, más allá de eso, ¿qué imagen más poderosa hay, como virilidad, para aplastar a un hombre? Una figura de hombre que aplaste a la persona misma. La figura que lo hace ser hombre. Porque te hacen ser hombre. Lo podés sobrellevar con trajes de instituciones. Lo militar. Nos hicieron desaparecer 30 mil personas estas bestias, que eran hombres, a hombres y mujeres, pero ellos eran hombres. Es poderoso el símbolo, el traje. Es un fetiche. El traje, hasta en las relaciones sadomasoquistas de encuentros eróticos la vestimenta de enfermera, de militar está ahí.

¿Y lo del traje militar?

–Hay sadismos en la sexualidad al vestirse de militar, sea hombre o mujer, o lo que sea… Después me di cuenta de esto y me asusté. Al empezar a vestirse una se disfraza, sea hombre, mujer… Todo eso involucra mi obra. Entonces empecé a salir de ese lugar. Además porque, en los personajes que fui haciendo, se ponían en juego cosas muy psicológicas, que las fui analizando y me fui sacando de encima, las máscaras. Hace años que trabajo con máscaras… Me empecé a dar cuenta de que en otro plano yo también era machista…

Te ibas sacando las capas como las de una cebolla…

–Los prejuicios e iba creciendo, buscando mi identidad… A mujeres lesbianas, de una generación, le hicieron comer un poco esa.

¿Comer qué?

–Que vistiéndose de hombre “la cosa” iba a cambiar algo. O que ser más masculina era lograr algo del deseo. Eso fue lo que mi generación fue modelando y en realidad podés ser una mujer a la que le gustan las mujeres, aunque no le pongas ningún rótulo. Por eso me gusta la no definición, ni las etiquetas. A mí lo que molestaban eran los rótulos de género. Es muy compleja la sexualidad. El andrógino. Estamos hablando de personas y del amor. Y no sé sabe cómo viene ni de dónde. Unx se enamora y eso es lo que importa.

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