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Viernes, 7 de octubre de 2016
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FICCIONES

Cuando sea grande quiero ser maravillosa

Por estos días ha circulado como gran novedad que la Mujer Maravilla era bisexual, queer y rara. Mientras esta salida del closet sirve como estrategia publicitaria para DC Comics, la medium Gabriela Cabezón Cámara consigue traducirnos los más intimos pensamientos de esta amazona.

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Yo soy hija de mi madre, hermana de mis hermanas y mujer de mis mujeres: en nuestra isla Paraíso somos todas amazonas hace más de tres milenios, segunda generación de guerreras valerosas; la primera se exilió cuando Cronos perdió el trono a manos de su hijo Zeus. Vivimos en nuestras islas, al lado de los mortales, hasta que Troya perdió. No llegamos impedir el sacrificio del jefe que mató a su hija mayor para que Apolo le mande algo de viento a favor a las naves de sus griegos. A Ifigenia la mató esa bestia de su padre, el cruel la partió con daga por mera razón de estado, a ese padre lo mató la heroína de su madre y luego su hermano Orestes acabó con la que supo darle leche de sus pechos. Hubo juicio en el Olimpo, ganó la ley del varón y redoblaron el yugo sobre el cuerpo de mujer. Nos cansamos de la guerra, nos vinimos a la isla donde la vida nos es tan grata como morder manzanas llenas de miel cada día y cada noche de la cabeza a los pies. Yo soy la hija de la reina y de su sacerdotiza; mis madres me han educado para el placer y la lucha. Del placer, qué he de contarles: imaginen una piel que es siempre joven y es tersa por más que recubra fuerza que ustedes nunca tendrán. Imagínense unos pechos en un pecho de amazona: tanta ternura en el medio de una coraza de músculos, la carne más florecida, de puras rosas los sexos, imaginen como ruedan nuestros cuerpos de guerreras cuando enredadas de amor nos trenzamos en la playa, cómo engendramos arroyos con cada orgasmo de cientos que alcanzamos cada vez que tomamos con las manos las tetas de otra amazona, que las agarro de atrás, que me dejo penetrar por sus puños de guerreras, que les apoyo mi concha en la punta de las de ellas. Eso es lo que hago en la isla: amar y dejarme amar, comer néctar y ambrosía, flotar en el agua limpia de nuestro mar transparente. En New York mi vida es otra, hago vida de estadista: hube de venir acá a combatir contra el mal que amenazaba caernos desde aviones bombarderos. Nos cayó Steve que no es malo, lo amé a él también en trincheras y me dolió verlo ajarse como una flor en dos días, qué poco viven los pobres mortales de tierra firme. Ya luché contra los nazis y les ganamos la guerra aunque debo confesar que trabajé con Stalin. Sigo luchando ahora mismo aunque no puedo decirles contra quién uso mi fuerza, a quién ato con mi lazo, las balas de quién atajo. Más puedo decirles esto: no pueden ser tan boludos de ponerse a especular con mi bisexualidad. Por más que de vez en cuando haga excepciones como hice con mi pobre chico Steve, soy Wonder Woman, señores, soy amazona y amante de mis hermanas guerreras.

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