SerÃa la omnipresencia en mi cielo privado de ese megachongo reconstruido de Mickey Rourke lo que me llevó el viernes pasado a meterme en la heladera. Y claro, cualquiera que tenga una Siam de los años ’30 como yo lo hubiera hecho, le haya gustado o no 9 semanas y media —personalmente no me desveló, pero además de Mickey me dejó en la memoria como una marca de fuego los usos múltiples de espárragos, frutillas, hielitos y dulce de leche–. Cuestión que la vacié, entré, salÃ, volvà a entrar y dije ¡basta! El calor con calor se pasa y si no pregúntele al hielo que me coloqué en las partes antes de salir disparadx hacia la última fiesta Brandon Gay Day de la temporada de verano. De mi house, al house de Electro c y Dr. Trincado; la idea parecÃa cálida, sobre todo con la promesa de albergar en mi escote la pinchuda figura de Lisa, la anfitriona Brandon, que no siempre en las mismas partes unx quiere ser apoyadx. Y asà llegué y asà lo hice, aunque después hube de tirarle del pelo para recuperarla de entre mis carnes, que ya se sabe, con el calor se dilatan. HabÃame tomado dos whiscolas antes de abandonar mi Siam, habrá sido ese traspié lo que hizo que enfundara mis pies en zapatitos nuevos. Que sÃ, que apretaron lo suyo, de la barra a la pista del Club Aráoz y de la pista a la barra para ahogar el dolor en más whiscola. Aunque bálsamo era lo que sobraba, ¿era yo o es una regla que lxs chicxs de aspecto bohemio y un piquÃn intelectual den ganas de hincar el diente? ¿SerÃa el efecto Mickey R. en la memoria que ahora todo me lo querÃa llevar a la boca? Es que tienen esos pelitos desmechados, esa ropa de feria americana, esa mirada lánguida de poesÃa escrita antes de salir a bailar... pero en fin, la bohemia esconde sus papelitos y también sus partes: ni el alto de perfil griego ni la morena bajita, morruda y con morral; ningunx me quiso regalar más que la sonrisa insoportable de haberse tragado recién algo que no era el pescado. O sÃ, qué sé yo. Me perdà en la pista. Cerré los ojos. Si nadie me lleva, que me lleve la música, dije, justo cuando alguien me empezó a apoyar su pompis en mi sistema sensible. ¿Era él? ¿Era ella? Nunca lo supe, siempre de espaldas me frotó como si me quisiera sacar lustre y no quiso irse de la pista. Es verdad que su mano se aventuró donde sólo lxs valientes. También es verdad que eran las seis de la mañana y no quedaban bailarinxs para usar de pantalla. Me fui, Trincado me debe haber visto llorar zapatos nuevos porque me regaló un tema: esa gloria del house, Lonely people. Lástima, querido, no es para mÃ, el camino a casa será largo pero nunca solitario.
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