Nos vimos sólo una vez. No era un sábado cualquiera, por esa razón yo habÃa hecho varios kilómetros para participar del evento. La fecha era clave y la ocasión lo pedÃa. Mi tercer ojo se empezaba a despertar y desenfundé la cámara con la intención de inmortalizar sensaciones. No pensaba que esas fracciones de segundo podrÃan morir, tampoco en la unicidad del momento, del instante preciso. Preciosa su sonrisa.
Bajé del tren con la urgencia de recordar la ciudad, sus calles, olores. HacÃa varios años que no volvÃa y mucha agua habÃa pasado debajo de sus puentes. También de los mÃos. Redescubrà sus árboles, sus casas. Sus nuevos aromas. ¡Su perfume!
Algunos dÃas después, al bajar las fotos en mi computadora, la volvà a ver. Ella sonreÃa junto a aquellos árboles, avenidas y rÃos. A veces mi cámara, o mi compu, se comportan de una manera muy extraña y mezclan las imágenes. Intercambiamos algunas palabras, pocas. Intenté preguntarle su nombre, pero en ese mismo momento, alguien también hablaba. Unos minutos más tarde, reiteré la pregunta. Tampoco hubo respuesta. Supuse que no tendrÃa importancia. Llamémosla Julia.
Ese sábado, estoy segura, a Julia y a mà nos corrió la misma energÃa por el cuerpo. Vuelvo a comprobarlo en su mirada. Retuve su sonrisa como una gota que se ataja en el aire, pero luego se resbala por los dedos. Hay momentos que se registran y otros que corren, húmedos, entre los dedos.
En el instante en que yo caminaba a su lado estiró una palabra:
–Aaadióooos.
Me sorprendà de mà misma, yo pasaba distraÃda y no la vi. ¡¿Cómo pude no haberla visto?! Si ya habÃamos intercambiado unas palabras. Yo le habÃa pedido un cigarrillo y ella habÃa ido a buscarlo, especialmente. Me paré tÃmida, junto a ella. Compartimos un silencio tensamente deseado. Como la luz del sol que se escondÃa tÃmidamente dando paso a los faroles de la noche.
Anoche tuve un sueño. VolvÃa a tener el pelo largo. ¿Esta vez serÃa Sansón o Dalila?
Miré al cielo y vi la luna, redonda, imponente. Varias sensaciones volvieron a mi memoria, a mi cuerpo. Recordé el momento que bailábamos, al lado del fueguito y por una décima de segundo, sentà sus ojos clavadÃsimos en los mÃos. Fue eléctrico. Me sentà desnudada en la pasión que sentÃa.
Hoy, lejos de ese sábado, en ciudades diferentes, me queda su imagen en medio de la naturaleza. Retengo un nombre incierto y me pregunto si podrÃa correr a su lado, por la playa, en libertad, como las mujeres azules de Picasso.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.