Bowie será por siempre eso: la ambigüedad y la androginia extraterrestre, el vampiro eternamente vanguardista, el rockstar luminoso y brillante, que te hacÃa sentir que todos los momentos podrÃan ser mágicos y que valdrÃa la pena vivirlos, y al mismo tiempo poder cambiar, ser otro, en una versión mejorada de nosotros mismos. Ni bien descubrà que Bowie existÃa en mi adolescencia supe que querÃa ser como él, pero Bowie es único y muchos a la vez. Probé todas las tinturas existentes en el mercado para lograr ese pelo rojo furioso, pero ninguna irradiaba como la suya. Me quemé los ojos mirando el maquillaje en las fotos, tratando de lograr pintarme ese cÃrculo perfecto en la frente y llegué a afeitarme las cejas para tener mirada de alienÃgena. Imité esa pose ambigua, bisexual, desfachatada y hasta me calcé botas rojas y glamorosos atuendos ajustados al cuerpo con los que salté al escenario y me puse a cantar. Reconozco y agradezco su influencia que, como el gurú de la religión del Glam, me ayudó a descubrir quién soy, a brillar por mà mismo. Entonces, él me bañó con su luz de purpurina y me enseñó que si bien su versatilidad y su talento no pueden imitarse, me estaba dando un mensaje oculto en las letras de sus canciones: todos somos héroes porque todos tenemos una estrella negra que resplandece. Cuando creà aprenderlo, partió montado en su rayo. Siempre supe que él no era de este planeta y que un dÃa iba a dejarnos, pero ya nos habÃa transformado para siempre.
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