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Viernes, 14 de octubre de 2016
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EL AFECTO Y LOS GENES

Por Kika Fumero*

La mayor amenaza para este tipo de regulaciones parece ser la madre que gesta a la criatura, es decir, la madre biológica: la que pare. Parece que el principal objetivo de las cláusulas del contrato que se establece con ella fuera el de disuadir todo tipo de vínculo que pudiera crearse entre ella y la criatura. De ahí que sea tan importante, en primer lugar, que el pre-embrión que le transfieren no tengan ninguna carga genética de la madre gestante: dicen estos expertos comerciales que así se evita buena parte del vínculo afectivo. Sin embargo, en septiembre del pasado año 2015, la Fundación del Instituto Valenciano de Infertilidad demostró que una madre gestante puede cambiar el genoma del futuro bebé aunque haya recurrido a la ovodonación. Por otra parte, la carga genética de parte o de toda la pareja intencional parece que ayuda a que se sientan los verdaderos –y únicos– madre y padre de la criatura.

Las empresas que se dedican a hacer de intermediarias de este proceso, sabedoras de la situación de vulnerabilidad por el que pasan las personas que acuden a ellas, hablan de un mundo de fantasías difícil de asimilar, y juegan con argumentos afectivos del tipo genético, para justificar que tú eres el único papá o la única mamá, y para hacer que la pareja se sienta una o un progenitor más auténtico. Parece un nuevo modelo de familia moderno y no deja de ser arcaico y de parecer una nueva brecha neoliberal que se abre dejando tras de sí una huella que recuerda a la eugenesia y convierte el deseo de formar una familia en un deseo “prepotente” –tal y como lo describe la filósofa italiana Luisa Muraro–.

Si bien es cierto que el proceso de adopción lleva trámites tediosos y en muchos países las parejas homosexuales tenemos prohibido el acceso a la adopción, debemos luchar, por un lado, a reducir las trabas que la adopción –nacional e internacional– plantea, y, por otro, debemos considerar otros modelos de familias que no vulneren los derechos adquiridos de las mujeres. La coparentalidad podría ser una opción posible, aunque seguramente no sea la única.

* Docente y feminista española.

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