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Viernes, 26 de junio de 2009
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El baruyo feminista

La agrupación Baruyera, que presiden Verónica Marzano y Sonia Gonorazky, existe desde 2007.

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Verónica Marzano

Cuando en 1983 el país vivía su clima de elecciones, Verónica Marzano tenía 7 años y su casa era algo así como una unidad básica. Sus padres eran peronistas, y de ellos heredó su ética militante. Verónica estudió trabajo social en un intento por “profesionalizar” aquel sentido de lo colectivo. Pero fue su inmersión en el feminismo lo que dio una directriz y la llevó a fundar junto con Sonia Gonorazky, su pareja, la revista Baruyera, “una tromba lesbiana feminista”.

Marzano define Baruyera como una agrupación de lesbianas feministas, trabajadoras y de izquierda, que se reconocen en una corriente que habla de disidencia sexual en lugar de diversidad, porque la palabra diversidad “borronea los contornos de la opresión y la discriminación”, opina. “Baruyera surge como idea en el Encuentro de Lesbianas Feministas de Chile en febrero de 2007. En ese momento, Sonia y yo decidimos convocar a algunas amigas con las que veníamos trabajando en otros espacios, y hoy somos una mezcla colectiva de acción feminista con un proyecto editorial. Realizamos talleres, acciones callejeras, intervenciones, eventos culturales, y no priorizamos relacionamos solamente con grupos Glttbi.”

Con estos grupos, Marzano dice compartir el diagnóstico que en la mayoría de los casos es parecido: “Los colectivos disidentes sexuales somos oprimidos en un mundo heterosexista”. Aunque para ella hablar de discriminación no es suficiente, puesto que habría que hablar también de exclusión, segregación, disciplinamiento. “Sin duda, las estrategias que nos damos las agrupaciones Glttbi marcan diferencias, porque ahí entra a jugar el proyecto político de cada uno y su ideología. Nosotras vemos que hay dos grandes posiciones frente a cómo trabajar el tema de las sexualidades. Una que plantea la necesidad de que los Estados reconozcan, legitimen y den viabilidad a la diversidad sexual, y otra que sostiene que el Estado no tendría que regular cuestiones relacionadas con la sexualidad, o debería hacerlo lo menos posible. Nosotras estamos más cerca de la segunda posición. Cuando salimos a la calle y decimos que no queremos que se metan más en nuestras camas, no estamos pidiendo que legitimen nuestras camas sino que nos dejen vivir nuestra sexualidad sin tener que andar certificando lo que somos. No podríamos, según nuestra afiliación al feminismo, bregar por el matrimonio cuando en realidad cuestionamos el orden familiar y el contrato matrimonial, que es un contrato capitalista que ha oprimido históricamente a las mujeres. Pensamos que sería más interesante concebir otros ordenamientos sociales, otras formas de organizar la sociedad, otras formas de agruparnos.”

En este sentido, Marzano critica lo que llama la “frivolización de la protesta política” (“Piensan que oficiando el casamiento de Roberto Piazza van a lograr que nos sintamos identificadas o identificados”), al tiempo que señala como un error la política transversal y el afán de algunas organizaciones Glttbi por democratizar su agenda. “¿Me da igual que Macri aplique un programa o política Glttbi hablando de ciudadanía y derechos humanos? No, ¡me da miedo! Ni la ciudadanía, ni los derechos humanos de Macri o Kirchner me involucran. Hay que militar una alternativa radical de cambio social donde erradicar la heteronormatividad sea central, pero no lo único.” Y enseguida agrega: “Como feministas no podemos dejar de pensar en el aborto y en la abolición de la prostitución como parte de la recuperación de la autonomía sobre nuestros cuerpos. Como lesbianas, apuntamos a desmontar la heteronormatividad estructural dentro de instituciones como la escuela. A nosotras no nos sirve una ley de educación sexual que nos nombre. No nos sirven leyes antidiscriminación, ni siquiera adquirir el estatuto de ciudadanía plena cuando éste esté basado en conceptos como la tolerancia. Renunciamos a ser el objeto de estudio de cualquiera. En las películas, siempre la luz enfoca al enfermo o al delincuente y deja en un cono de sombras al que indaga. Pues bien: demos vuelta la luz y preguntémosle al que pregunta. Obliguémoslo a que nos dé respuestas”.

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