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Domingo, 4 de marzo de 2007
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ESPAÑA > Tradiciones de Semana Santa

Viajes con pasión

En un mes comienza la Semana Santa y España multiplica las celebraciones y conmemoraciones de la Pascua con las formas más originales de la cultura popular. Un recorrido por las tradiciones que se remontan a la España de otros tiempos.

Por Graciela Cutuli
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Mantillas, peinetones y vestidos negros en las múltiples procesiones de Semana Santa.

Tiempo de ritos y de cumplir tradiciones, la Semana Santa lo es también para los viajes. Usos y costumbres de hace siglos salen a la superficie intactos, como si nunca hubieran dejado de realizarse, en un fin de semana de abril en que, independientemente de creencias y convicciones, la conmemoración de la Pascua se convierte en fiesta popular.

Viajar a España en este tiempo es un privilegio, ya que permite acercarse a las distintas celebraciones, muchas de ellas curiosas o envueltas en cierto misterio, que recrean los hechos de la Pasión de Cristo. Creyentes y escépticos por igual asisten a las procesiones y por unos días las cofradías y hermandades –heredadas de la Edad Media– son dueñas de las calles de ciudades y pueblos. Hay que decir que algunas rivalizan en la extravagancia de los nombres y basta para ejemplo la “Real Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, Tercio de los Siete Dolores, Santa Cruz en el Monte Calvario y María Santísima de la Amargura y San Juan Evangelista”. Los entendidos la llaman simplemente “La soledad”, acallando tanta hipérbole.

Sin duda, rara mezcla de dolor y alegría se vive en estos días, que también dan la oportunidad de probar especialidades locales y darse el lujo de realizar una suerte de viaje en el tiempo, una ilusión casi al borde de la realidad cuando las procesiones pasan por centros urbanos antiguos que parecen no haber cambiado a lo largo de los siglos. Sólo que, dado que no se trata de un viaje virtual, hay que tomar las previsiones habituales de reservas y demás: son muchos los turistas con la misma idea, la de vivir una Semana Santa a la usanza española.

Procesión castellana

Cerca de Madrid, una pequeña ciudad enseguida hace pensar en la baraja española: es Chinchón, un típico destino de fin de semana desde la capital española, elegido sobre todo por su buena mesa. La cocina tradicional castellana, los quesos, embutidos y sobre todo el anís (con denominación de origen incluida) suelen hacer olvidar a los habitués que Chinchón tiene un centro histórico de gran belleza, desplegado en torno de la medieval Plaza Mayor y rodeado de ermitas, castillos y campos de viñedos y olivares.

Durante Semana Santa, toda la ciudad se organiza alrededor de la representación de la Pasión que organizan los vecinos. No menos de 250 personas intervienen en la recreación, que comenzó siendo sencilla y ahora es –cada Sábado Santo– todo un evento regional. Aunque parece muy antigua, la fiesta en realidad nació en los años ‘60, por iniciativa del párroco del pueblo, y hoy creció tanto que por un momento parece que España quedó atrás y se está paseando por una calle de Jerusalén.

Penitentes “empalaos”

Hay que irse un poco más lejos, a pocos kilómetros de Plasencia, en los faldeos de la Sierra de Gredos, para no perderse una celebración única que tiene como escenario Valverde de la Vera, un pueblo con un puñado de habitantes y mucha historia. Su reloj parece detenido en el tiempo, en las calles oscuras y angostas a las que se asoman casas de siglos de antigüedad, con fachadas de madera y adobe típicas de la arquitectura judeo-medieval. Aquí se realiza un rito penitencial que pasó intacto las vicisitudes de la historia para aterrizar en el siglo XXI. En la madrugada del Jueves al Viernes Santo, los penitentes se suman a la procesión en cumplimiento de una promesa: son los “empalaos”, desnudos de la cintura para arriba, y con un timón de arado de madera cargado como cruz, sujeto con sogas al torso y los brazos. Antiguas enaguas de mujer los cubren de la cintura hasta los pies, y un velo les tapa la cabeza. Detrás de la nuca, dos espadas y una corona de espinas que los acompañan durante todo el recorrido que realizan, a pie y descalzos, por las calles del pueblo. Cumplida la promesa, termina la ceremonia, pero la imagen que graba en los asistentes es indeleble, por la auténtica pasión de quienes cumplen de este modo sus promesas, como quien atraviesa una personal “noche oscura del alma”.

Una Pascua andaluza

Puente Genil, en la provincia de Córdoba (Andalucía), es durante todo el año un buen lugar para el turismo rural y activo, nacido de la unión de dos pueblos antiguamente construidos en ambas márgenes del río Genil. Pero cuando llega Semana Santa toda la atención está puesta en la procesión con personajes de la Pasión que organizan las cofradías, hermandades y corporaciones bíblicas locales. Es tiempo de hacer sonar campanas que anuncian cada estación del Vía Crucis, de bandas que acompañan las imágenes religiosas en su paseo diurno y nocturno por las calles, y de la representación de cada escena como en los antiguos Misterios medievales. Cada día de la Semana Santa, desde antes incluso del Domingo de Ramos, tiene un programa preciso, y el código de vestimenta de cada personaje tiene también un simbolismo que se respeta al pie de la letra.

Mientras tanto, se oirá sin duda hablar de “Mananta”. Esta es la forma en que se designa la Semana Santa en Puente Genil, una contracción que usaba “El Nené”, un poblador a principios del siglo XX, y que se fue imponiendo con el tiempo. De ahí que la gente que trabaja para mantener viva la fiesta, a lo largo de todo el año y muchas veces de generación en generación, se conozca como “manantero” (“manantero ejemplar” es un reconocimiento que entrega la asociación de cofradías a aquellos que más se han destacado en la tarea).

Huevos asturianos

En la otra punta de España, en Asturias, las tradiciones están más relacionadas con la vieja costumbre de regalar huevos en el período pascual. Pola de Siero, una ciudad más grande que las anteriores, es muy concurrida los fines de semana por los jóvenes de los alrededores con fines más fiesteros que religiosos, ir de bares y de tapas, y en los últimos años experimentó un crecimiento importante. Pero en las páginas turísticas merece un lugar por la fiesta de los Huevos Pintos, que se organiza en el primer martes después de la Semana Santa. Según la tradición que suele contarse, San Pedro se encontró un día con María Magdalena, quien le contó que Jesús había resucitado. El apóstol no le creyó y replicó con ironía que sería cierto, el día que los huevos de gallinas fueran rojos. Por toda respuesta, María Magdalena le mostró una docena de huevos rojos: así surgió la costumbre de decorar los huevos de múltiples maneras, tal como se hacen en muchos otros lugares –Valencia y Cataluña, por hablar sólo de España–, ya que el huevo es un símbolo ancestral de nacimiento y resurrección.

Asturias también tiene otra curiosa tradición pascual, la del “bollu”, que se realiza entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. El primero, los ahijados suelen regalar ramos o palmas a sus padrinos, como símbolo de buenos auspicios, y a su vez al domingo siguiente los padrinos les devuelven de regalo el “bollu”, nombre de una rosca de hojaldre rellena de almendras y decorada con yemas de huevo y adornitos de colores pegados sobre toda la torta. Tantos tienen a veces, que en algunos pueblos se las conocen directamente como “pegarata”.

Las Turbas de Cuenca

Finalmente, el panorama de la Semana Santa en España no puede terminar sin Las Turbas de Cuenca, una procesión tempranera pero sin duda bien movida. Tanto que se la conoce como “procesión de los borrachos”, dado que más de uno en el cortejo llega con algunas copas de más. El origen es muy antiguo y hay quienes creen que se remonta hasta abril de 1766, cuando el aumento del precio del pan produjo en Cuenca una revuelta popular que coincidió con el período de Pascua: desde entonces, los grupos salen por la ciudad en la madrugada del Viernes Santo con tambores y clarines, y recorren en medio de un auténtico escándalo plazas, calles y edificios. El ruido sin embargo se silencia cuando desfila la imagen de la Virgen, en un curioso contraste de desborde y contención que hace, sin duda, al alma de la fiesta. Así, de procesión en procesión, con santos y paganos, roscas, ramas de olivo y huevos pintados, España pasa su Pascua. Y se prepara para la otra resurrección, la de la primavera, que abre el camino a toda una temporada de fiestas veraniegas y celebraciones populares durante la estación más turística del año.

El museo de Zamora

Tal vez sea un tema curioso para un museo, pero la Semana Santa tiene el suyo en Zamora. Fue inaugurado hace medio siglo y se exhiben en el lugar varios grupos escultóricos relacionados con los hechos de Pascua, junto a trajes tradicionales de las cofradías y hermandades que protagonizan cada año los festejos. También se muestran los tronos que desfilan en las procesiones. Sólo para los muy apasionados por el tema, pero no por eso menos interesante.

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