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Domingo, 1 de abril de 2007
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TIGRE > Hosterías, paseos y restaurantes

Delta otoñal

Tan cerca de Buenos Aires y tan distintas, las islas del Delta son una excelente opción para una escapada cuando empieza el otoño y la vegetación atenúa sus verdes para dar paso a los tonos dorados y rojizos. Un recorrido por ríos y arroyos y un informe sobre hosterías y restaurantes.

Por Julián Varsavsky

Desde que el hombre blanco colonizó las islas del entonces Partido de las Conchas, en el siglo XIX, la ancestral vida en el Delta sufrió diversos cambios. Los primeros habitantes fueron los guaraníes, quienes se las ingeniaban para vivir en paz sin modificar demasiado el ambiente, hasta que fueron desplazados por los inmigrantes europeos y criollos. Estos trajeron su bagaje cultural, incluyendo sus gustos por determinados árboles y plantas que introdujeron en el lugar. Además de desplazar a los nativos, los colonos exterminaron a los yaguaretés y al ciervo de los pantanos, y gran parte de la vegetación autóctona.

Hoy en día, al recorrer el Delta con la mirada atenta en la vegetación se descubren plantas tan exóticas como el papiro egipcio –que se reconoce por su plumerillo en la punta y un fino tallo–, el mismo que usaban los faraones para escribir en el delta del Nilo. De Nueva Zelanda se trajeron plantas como el formio; de Europa, la madreselva, de Japón la ligustrina –hoy convertida en plaga–, y de la cadena del Himalaya llegó el sauce llorón, incorporado al paisaje argentino como si fuera del lugar.

El paisaje original de las islas se modificó casi en su totalidad, especialmente en las zonas que se explotaron comercialmente. Una de estas especies invasoras es el mimbre, originario de Tailandia e introducido por Sarmiento luego de descubrirlo en los mercados de París. También hay especies misioneras como la planta de caraguatá, utilizada por los guaraníes para confeccionar su ropa. Pero quedan algunos árboles autóctonos como el laurel y la alcanforera.

El Tigre tuvo sus épocas de oro como productor de toda clase de frutas y llegó a convertir a la Argentina en el segundo exportador mundial de mimbre. Y a principios del siglo XX fue el reducto veraniego de la oligarquía porteña. Hoy, las islas tienen una población de unos 6.000 habitantes, acaso una cifra ideal para mantener al Delta como un mundo aparte cercano a la gran ciudad, con otras necesidades y otro modo de vivir.

El tigrense tiene una relación especial con el agua. Su existencia determina todo y es un obstáculo para muchas cosas. Es fuente de incomodidades pero también la razón esencial del encanto de las islas. El enemigo mayor para el poblador son las crecidas, las sudestadas del Río de la Plata que desbordan a su afluente, el Paraná. Las intemperancias del agua han hecho a los isleños muy unidos entre sí, aunque más no sea por imperativo de la necesidad. La lancha-basurero, por ejemplo, se contrata entre grupos de vecinos para abaratar los costos de la recolección. También se juntan entre varios para hacer las compras de manera comunitaria, aunque disponen también de un servicio de lancha-almacén que atraca con un bocinazo en los muelles donde se ha colocado un bidón vacío de agua o una bolsa de plástico. Entre las particularidades de este submundo que fluye están la lancha taxi, la ambulancia y también delivery de pizza. Hasta hace pocos años hubo un banco flotante e incluso una iglesia que se mecía sobre las aguas –donada por un empresario naviero–, que dejó de funcionar en 1952. La iglesia tenía capacidad para quince feligreses, una sacristía, comedor y cinco camarotes para el sacerdote y la tripulación. Hoy en día, su elevada cúpula de madera rematada con un Cristo en la cruz decora el destacamento de policía en la confluencia de los ríos Paraná de las Palmas y Carapachay.

Entre las historias flotantes de Tigre está la de la Escuela Nacional 12, anclada en 1912 en la boca del Sarmiento y el arroyo Abra Vieja. La escuela –hoy reconstruida en tierra firme– tenía amarraderas y salvavidas y para salir al recreo se cruzaba un puente hasta una isla.

Bastante poco ha cambiado la cotidianidad de Tigre desde sus primeros años. Y la relación amor-lucha con el agua sigue sin resolverse. Algunos puentes son levadizos para que puedan pasar las “chatas” cargadas de materiales de construcción; los perros no se ladran de una vereda a la otra sino de orilla a orilla, sin poderse encontrar. El agua es el obstáculo natural que explica la sobrevivencia de la impronta natural de Tigre, tan viva como el delta mismo, que crece 90 metros por año agregando nuevas islas que acrecientan este mundo ensimismado, un refugio salvaje al borde de la gran ciudad.

El Delta del Paraná tiene tres secciones, cada una con su propio perfil. La primera pertenece al municipio de Tigre y es la más cercana a la estación fluvial, por lo tanto la más habitada por población estable y viajeros de fin de semana. Además está ahí la mayoría de los restaurantes y alojamientos. La Primera Sección llega hasta el río Paraná de las Palmas, y a partir de allí –en la Segunda, perteneciente a San Fernando– viven los isleños en su mundo, dedicados a la producción maderera.

Una zona interesante para comenzar a conocer el Tigre de la Primera Sección es la llamada Tres Bocas, donde se juntan los ríos Sarmiento, Capitán y San Antonio. Es muy poblada, con casas una al lado de la otra, rodeadas de jardines en un ambiente que no pierde la tranquilidad esencial de Tigre. Al salir a caminar por la zona se observa lo más variado de la arquitectura isleña y sus jardines. Siguiendo el sendero Camino del Biguá, que se interna en la isla bordeando el arroyo Santa Rosa hasta desembocar en el río San Antonio, se cruzan puentecitos y se puede llegar a ver algún biguá, pájaros carpinteros y horneros.

En realidad, cada uno de los arroyos, ríos y canales del Delta tiene su propio encanto. Sólo basta con elegir el itinerario y abordar en el embarcadero de Tigre la lancha colectiva que lleva a sus pasajeros por los meandros de ese maravilloso mundo acuático.

HOSTERIAS, RESTAURANTES Y PRECIOS

Tres Bocas. Un punto para hacer base en esta zona es la hostería Puerto Carpincho, inaugurada hace dos años a orillas del arroyo Abra Vieja, con pileta y sala de masajes. Para subrayar su perfil de reposo inclinado a la lectura, esta hostería sólo admite huéspedes mayores de 16 años. De lunes a viernes la habitación doble con desayuno cuesta $ 210. Los sábados desde la mañana hasta el domingo a las 19, la doble cuesta $ 380. Muy cerca de Puerto Carpincho está el restaurante La Riviera, sobre el río Sarmiento, donde parte de las mesas están en una terraza de madera sobre el río. El edificio principal, funcionó hace 65 años como una fonda y almacén, cuyo mostrador de cedro aún se mantiene en uso. En La Riviera la especialidad son las pastas y toda clase de minutas. Los raviolones de lomo con salsa de crema de echalotes cuestan $ 18, mientras que un lomo mechado relleno con hongos, envuelto con panceta y masa hojaldrada al horno con papas noisettes y echalote glaseado cuesta $ 22. Los fines de semana se sirve también parrilla libre ($ 25 por persona), y otras alternativas son las costillitas de cerdo con puré de manzana ($ 18) y tallarines al tuco o al pesto ($ 10).

En el arroyo Antequera. A una hora desde la estación fluvial y a 4 kilómetros del Paraná de las Palmas, la hostería y restaurante Bosque de Bohemia es una alternativa tanto para dormir como para pasar el día a orillas del poco transitado arroyo Antequera. En total hay siete habitaciones con vista al río o al parque posterior, ubicadas en el primer piso de un edificio construido por un alemán en la década del ’40, que desde un principio funciona como hostería. En la parte delantera de la hostería hay un parque arbolado con pinos, robles, palmeras y papiros, a cuya sombra están las mesas para almorzar. Atrás hay otro parque con un bosque de álamos y una pileta con reposeras. Las habitaciones tienen aire acondicionado, calefacción y Direct TV. Los almuerzos de fin de semana son con un menú buffet de ensaladas y quesos, y un asado. Para la cena y entre semanas hay una carta que incluye tostadas catalanas horneadas con ajo y aceite de oliva, jamón crudo tibio, tomate y crema reducida ($ 16). Una tabla de quesos y fiambres cuesta $ 22 (para dos personas), un pollo al champignon $ 23 y unos tagliatteli spinacci $ 13. El alojamiento desde el sábado a la mañana hasta el domingo a las 18 horas cuesta $ 360 la habitación doble con media pensión ($ 260 la doble en fin de semana, con media pensión). Tel.: 4728-0053 www.bosquedebohemia.com.ar

A orillas del Capitán. En la confluencia del río Capitán y el arroyo Toro –a 50 minutos de la estación fluvial– está el restaurante Paso del Toro, una alternativa algo más económica que otros lugares de Tigre, que ofrece a sus visitantes la posibilidad de optar por una sesión de masajes que combina el tailandés con reflexología ($ 15 la media hora). El fuerte de Paso del Toro son los asados (una parrilla para cuatro cuesta $ 56) y las pastas caseras. El precio promedio de una comida ronda entre $ 35 y $ 40, con bebidas, vino de la casa y postres. Sólo abre los fines de semana. Tel: 4728-0775 www.pasodeltoro.com.ar

Una alternativa para llegar a Paso del Toro es hacerlo en kayak desde el Club Regatas Hispano Argentino. Se trata de una excursión guiada que llega en dos horas al lugar, luego se almuerza sin apuro y se regresa de la misma manera. El precio es de $ 60 y la comida se paga aparte (más información en www.mgkayak.com)

En el Paseo Victorica

Desde hace unos años se está consolidando en el llamado Tigre continental una nueva modalidad de alojamiento en casas de familia, al estilo de los Bed and Breakfast tan populares en Europa. El B&B La Ruchi está ubicado sobre la costanera del río Tigre, enfrente del embarcadero de las lanchas colectivas, en una señorial residencia de 1892. En total hay cuatro habitaciones dobles y triples (se comparte un baño por cada dos habitaciones), con balcón frente al río o a un jardín trasero con pileta. La principal ventaja de alojarse allí es que uno se encuentra en un lugar clave para hacer paseos en el día a las islas, ir al Puerto de Frutos sin apuro, al Parque de la Costa o visitar el nuevo Museo de Arte Tigre. Claro que no todo es salir, sino también descansar en la pileta, aprovechar para hacer un asado en la parrilla bajo un quincho o pedir comida por delivery. La habitación doble con desayuno cuesta $ 150. Tel.: 4749-2499. Dirección: Lavalle 557. www.casonalaruchi.com.ar

Pasando la Prefectura, la calle Lavalle se convierte en el Paseo Victorica, donde se continúa la hermosa costanera. Este paseo parquizado con elegantes glorietas combina con la estampa señorial de los edificios de los viejos clubes de remo. El Paseo Victorica tiene unas ocho cuadras y concentra alrededor de 15 restaurantes, entre ellos el Il Novo María Luján, reinaugurado hace dos años. Su especialidad son las pastas artesanales y los mariscos estilo mediterráneo. Allí se puede comer al aire libre sobre una terraza de madera casi sobre el río, o en el interior con paredes de vidrio para observar el ir y venir de las lanchas del puerto. Un plato muy recomendable es el raviolón de salmón ahumado con salsa de camarón, queso mascarpone y crema gírgola ($ 34). Otras alternativas son los raviolones de espinaca y queso parmesano ($ 25), el lingüini de espinaca al pesto genovés ($ 20) y el salmón grillé ($ 33). Para los postres se pueden pedir higos con nuez flambée y helado ($ 25) y natillas María Luján ($ 10). Il Novo María Luján queda en Paseo Victorica 611. Tel.: 4731-9613 www.ilnovomariadellujan.com

Ente Municipal de Turismo (Mitre 305, en la Estación Fluvial). Tel.: 4512-4497/98 Sitio web: www.tigre.gov.ar

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