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Domingo, 10 de febrero de 2008
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PARIS > Día de San Valentín

Je t’aime

Veinticuatro horas románticas en París: en vísperas de San Valentín, la Ciudad Luz es el escenario ideal para un paseo “en amoureux”. Dónde comer, pasear y comprar regalos para la fiesta de los corazones.

Por Graciela Cutuli
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La pirámide del Louvre, romanticismo rodeado de historia y modernidad.

“En París / cuando un amor florece / hace que durante semanas / dos corazones se sonrían / porque se aman / en París.” Lo cantaba Yves Montand, años atrás, pero sigue siendo cierto: París no es ciudad para corazones solitarios. Y mucho menos cuando llega febrero y la fiesta de San Valentín, esa celebración para enamorados que recorrió un largo camino entre sus orígenes medievales y la difusión masiva lograda a partir del siglo XIX, esta vez desde Estados Unidos.

¿Dónde está el romanticismo de París? No hay que buscar demasiado para encontrarlo: está en la historia, donde se cruzan pasiones y tragedias, está en el cine y sus leyendas, en sus artistas y escritores, en el entorno monumental de avenidas y edificios, y en la línea del Sena que la atraviesa de punta a punta dibujando una suerte de perfil de mujer entre rive gauche y rive droite. Pero lo que cada viajero quiere es ponerle a París su romanticismo personal, una parte de su propia historia: para eso, hay que embarcarse en un recorrido que va de una punta a la otra de la capital con los sentidos despiertos y el alma dispuesta a las “intermitencias del corazón”.

PRIMERO, UNA POSTAL Temprano por la mañana, se puede pasar por alguna oficina de correos y cumplir con un viejo rito: mandar una postal, con una estampilla de San Valentín. El correo francés emite estampillas alusivas desde hace una década y, a partir del año 2000, comenzó a encargar los diseños a conocidos estilistas o artistas franceses. El único antecedente era el sello emitido especialmente en 1985: fueron doce millones de ejemplares con un dibujo de “los enamorados” de Raymond Peynet, un clásico de clásicos de la ilustración popular francesa. A partir del 2000, fue el turno de Yves Saint-Laurent, Christian Lacroix, Yann Arthus-Bertrand, Karl Lagerfeld, Givenchy y, este año, Franck Sorbier, que eligió la imagen de dos rostros que se besan y un árbol de corazones.

Luego, bajando por la Avenida de la Opera hasta el Palais Royal, se llega a la Comédie Française: y aunque todavía no está en cartel Cyrano de Bergerac (a partir de junio), es buena ocasión para sacar entradas y ver en la espectacular sala Richelieu Las bodas de Fígaro, de Beaumarchais.

Si se entiende, mejor, pero si no es así vale la pena igualmente asistir a una función en una de las salas más antiguas y célebres del mundo, rodeado de un fasto digno de los tiempos del Rey Sol.

La mañana puede terminar un poco más al norte, en el IX arrondissement (una de las 20 circunscripciones en las que se divide la capital francesa, enrollándose como un caracol desde el I, en el centro y junto al Sena, hasta el XX, en el extremo este de la ciudad). Aquí se encuentra, en la Rue Chaptal 16, el Museo de la Vida Romántica. En el siglo XIX, era un ambiente de tugurios y cabarets en medio de un paisaje aún campestre: allí se instalaron en torno de 1850 numerosos músicos, actores, escritores y artistas que formaron la elite del movimiento romántico parisiense. En lo que fue la casa del pintor Ary Scheffer, cenáculo romántico de la época, se reunió una colección de recuerdos de su obra y de su amiga, la novelista George Sand. Todo el ambiente del museo tiene un encanto evocativo propio de la época en que fue construida la casa, sobre todo en la reconstrucción del taller y salón de Scheffer, que tiene una espléndida biblioteca enriquecida por cuatro generaciones de habitantes.

UN ALMUERZO DE A DOS Desde el museo, no se está muy lejos de Montmartre ni de un restaurante ideal para un almuerzo en tête à tête: el Auberge du Clou, literalmente “albergue del clavo”, nombre que viene de los tiempos en que los pintores del barrio más bohemio de París ofrecían sus obras a la venta colgándolas de un clavo en las paredes del local. La planta baja ofrece un clima de auténtico bistrot, con acceso a una terraza cerrada donde arde una chimenea a leña... son 124 años de tradición los que se ofrecen a la mesa, donde se dan cita ingredientes y especias procedentes de todo el mundo.

Para después de la comida, hay una nueva cita con el arte. En la historia de las grandes pasiones se encuentra sin duda la de Auguste Rodin y Camille Claudel, difundida al gran público años atrás por una película en que ambos fueron encarnados por Gérard Depardieu e Isabelle Adjani. Las principales obras de Rodin y Claudel se encuentran en el Museo Rodin, situado en el Hotel Biron, donde el creador de El pensador vivió y trabajó desde 1908 hasta su muerte, en 1917. Sala tras sala, la fuerza expresiva y desgarradora que da vida a las obras no puede sino cautivar el espíritu de los visitantes, que salen del museo y sus jardines seguramente con algo más de comprensión sobre las pasiones que dirigen las acciones humanas.

Cuando empieza a caer la tarde, temprano en el frío invierno parisiense, es la hora ideal para recorrer el Sena a bordo de los bateaux mouches, las grandes embarcaciones que proponen atravesar el río de una punta a la otra de París, admirando desde el agua sus grandes monumentos iluminados. La Torre Eiffel, el Museo del Louvre, la Ile de la Cité van pasando lentamente ante los ojos a medida que cae la luz del día y se enciende la de los edificios, creando un clima que tiene mucho de romántico, pero sobre todo una magia que no se encuentra en ninguna otra ciudad de Europa. A bordo de los barcos también se proponen cenas románticas, champagne en mano o simples brindis para sellar un amor con la voz de Edith Piaf como acompañamiento. Claro que París también es la París del Moulin Rouge, del Lido, del Crazy Horse, donde ir a ver un buen espectáculo lleno de luz, música, color y french cancan. ¡Todo depende del romanticismo que se prefiera!

UN AMOR, UN REGALO Un buen día de San Valentín no es tal sino un regalo que exprese lo que sólo una flor o un chocolate pueden decir (algo que también pueden decir los diamantes... aunque no aptos para todos los bolsillos). Para empezar con las flores, el mejor bouquet se consigue en el mercado de flores de la Ile de la Cité, para jugar con perfumes y colores. Y si la elegida son las rosas, hay que dirigirse a las florerías Au nom de la rose, que ofrecen hermosos ramilletes creados sobre la más romántica de las flores. En cuanto a perfumes... las flores rivalizan con las creaciones personalizadas que se pueden conseguir en L’artisan parfumeur o Nez à nez. Claro que para un/a amante goloso/a, no hay nada como el chocolate. Y París tiene maestros chocolateros de increíble exquisitez: se los encuentra en la Maison du Chocolat, en Roy, Vannier o Jean-Paul Hévin, creadores capaces de realizar desde sencillos pero inolvidables bombones, hasta auténticas esculturas donde se combinan el sabor y el color del chocolate blanco, negro y con leche. Finalmente quedan, no hay que olvidarlo, las joyerías: las más célebres firmas de París se reúnen en torno de la Place Vendôme y Rue de la Paix, que podrían iluminarse sólo con el brillo de sus diamantes. Pero como gran parte de los enamorados debe contentarse con mirar las vidrieras, los mejores brillantes son virtuales: son los que se observan cada noche cuando la Torre Eiffel se enciende en un feérico juego de luces y una ola de destellos, haciendo honor al nombre de Ciudad Luz y prometiendo iluminar para siempre cada personal historia de amor.

San Valentin tambien es una ciudad En el departamento de Indre, en el centro de Francia, Saint-Valentin ostenta el título de “ciudad de los enamorados”. El nombre y las fiestas que se organizan cada año en febrero le bastan para atraer cada año a numerosas parejas de enamorados en busca de inmortalizar su romance en este village des amoureux. Pero hay otras opciones para salirse un poco de lo común: aquí es posible ser recibidos con alfombra roja frente al alcalde para reconfirmar los votos del propio casamiento, recibiendo luego una copa de champagne y un pergamino conmemorativo, o bien colgar una hoja simbólica en el “sauce de los corazones”, grabada con el nombre de los tórtolos. Saint-Valentin comparte además con la ciudad homónima de Québec, en Canadá, el privilegio de tener un matasellos especial en el período de las fiestas de San Valentín.

DIRECCIONES PARA ENAMORADOS EN PARIS

Musée de la Vie Romantique, Hôtel Scheffer-Renan, 16 rue Chaptal- 75009 Paris.

Musée Rodin, 79 Rue de Varenne.

Comédie Française, Salle Richelieu, Place Colette Paris 1er.

Auberge du Clou, 30, Avenue de Trudaine, Reservas al 0148782248.

Mercado de Flores de Ile de la Cité, Place Lépine, Paris 4e.

Jean-Paul Hévin, 231 rue Saint-Honoré, Paris 1er.

La Maison du Chocolat, 225 rue du Faubourg-Saint-Honoré, Paris 8e.-L’artisan parfumeur, 2 rue de l’Amiral-de-Coligny, Paris 1er.

-Nez a nez, 40 rue Quincampoix, Paris 4e.

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