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Domingo, 12 de abril de 2009
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BRASIL > Playas de Santa Catarina

Paraíso Bombinhas

Ubicado al norte del estado de Santa Catarina, el pequeño municipio brasileño es un imán para los viajeros argentinos que llegan en temporada baja para disfrutar de playas más serenas, rodeadas de verdes morros. Y en sus bahías y ensenadas, una colorida vida submarina invita a sumergirse en las profundidades de sus cálidas y transparentes aguas.

Por Pablo Donadio
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La magnífica panorámica del balneario Mariscal y sus cuatro kilómetros de costa.

Verdes morros, aguas transparentes y juegos en las arenas de Bombinhas.

Un vendedor ofrece a los turistas unos cocos aromáticos parecidos a los sahumerios.

“Como para que no sean agrandados... mirá las playas que tienen”, dice en inconfundible argentino una señora a su amiga, en plena arena de Bombinhas. Este paraíso cercano es también en temporada baja un lugar donde la alegría no es sólo brasileña: convertido en un selecto destino, llegan hasta aquí miles de turistas que eligen su veintena de playas limpias, pobladas algunas y desiertas otras.

MECA DEL ECOTURISMO El único peligro por estos lares es no querer volver. ¿Quién no ha pensado en quedarse al conocer Bombinhas? “Dejo todo y me pongo un chiringuito de éstos. Adiós oficina”, es una de las tantas versiones de una máxima que repiten en todas las cuadras uruguayos, chilenos y argentinos –sobre todo– cuando los atrapa la magia de este pequeño municipio ubicado al norte de Santa Catarina. Esta tierra con forma de península y emplazada por encima de Florianópolis, capital del estado, ha ido convirtiéndose poco a poco en una meca del ecoturismo. Producto de la llegada masiva de visitantes latinoamericanos y europeos, en los últimos años el distrito ha sumado a su privilegiada ubicación una notable infraestructura de servicios, incorporando a las tradicionales prestaciones (lindas playas, lujosos hoteles y buenos restaurantes) algunas actividades top como el buceo. Sus reconocidos paseos subacuáticos han logrado polarizarla como la “Capital Sureña del Buceo”. Algunos de sus balnearios se muestran concurridos, con paradores y locales en la propia playa, mientras otros no muy lejanos permanecen casi desiertos, y acceder a ellos es posible sólo por vía marítima.

DIAS DE PLAYA En los 1000 metros de extensión de la playa de Bombinhas sobran los chiringos, barcitos y puestos donde las hamburguesas y las caipirinhas están a la orden del día, siempre acompañados de la simpatía y la atención de los comerciantes. Esa alegría parece natural también en los prestadores de excursiones, sin ignorar que el turismo representa la fuente de vida de la región. Aunque, claro, puede pensarse que ver a diario el entorno donde la costa cobra vida junto a las rocas y morros que la decoran, puede sumar un plus de bienestar natural a sus habitantes. Allí es frecuente ver a los conocedores de la playa aprovechando las piedras redondas para lanzarse de “bomba”. Esas rocas que visten la costa y le dan nombre al lugar junto al sonido de las olas al golpearlas, suelen ser trampolines naturales. Es una de las diversiones de los más jóvenes, que parten luego y sin escalas a saborear la deliciosa caipirinha, algunos en su versión de caipiroska (con vodka reemplazando la cachaza) y la sabrosa fruta del maracuyá. Otros, en tanto, consultan en las lojas de buceo los horarios de salida y toman cursos para la aventura submarina.

La playa más extensa del municipio de Bombinhas es Canto Grande, que tiene una esquina llamada Canto das Pedras, donde comienza la separación del Mar de Fora y el Mar de Dentro, es decir, una playa abierta de cara al océano u otra que se forma por la entrada de agua a su península, constituyendo prácticamente un gran lago. Allí se practican diversos deportes acuáticos y náuticos, entre los que está muy de moda uno extraño, que consiste en remar parado sobre una tabla de surf. Por sus características, Mar de Fora posee aguas más frías y con buenas olas para el surf. Mar de Dentro, en cambio, es ideal para la familia con niños y para la pacífica práctica de la pesca.

SIGUIENDO CAMINO La playa vecina de Bombinhas es Bombas, muy similar, aunque con estruendos de mayor envergadura y con casi dos kilómetros de arena blanca. Para llegar ahí hay que pasar por una diminuta península (en la región todo es islas, acantilados, morros y penínsulas), que tiene una playita pequeña y desierta en la punta, ideal para las caminatas sin sentido de los enamorados. En Bombas abundan las casas de veraneo, algunos hoteles y restaurantes importantes, y en sus paradores uno se explica claramente por qué la zona es la mayor exportadora de ostras y mariscos de todo Brasil: mejillones, langostinos, camarones y ostras gratinadas en su concha dejan satisfecho al más exigente de los comensales.

Camino arriba por los pliegues de la península mayor aparece la playa de Sepultura, que puede visitarse también a pie, y donde los barquitos y el snorkelling son furor. Siguiendo el peregrinar se llega al balneario de Porto Belo, quizás uno de los más reconocidos no tanto por su belleza sino por la cantidad de pescadores que se reúnen en busca de las mejores piezas que entrega el Atlántico. Ya para otro día de asombro y bronceado queda el oleaje perfecto de Quatro Ilhas, Tainha –una franja de 150 metros de arena escondida entre los morros– y Mariscal, extensa y con olas ideales para surfers, cuyo mirador es capaz de descolocar el foco de cualquier cámara de fotos.

MUNDO SUBMARINO Además del surf, presente en casi todas las playas, la pesca y los deportes náuticos a vela como el windsurf encuentran en las playas de Bombinhas y Porto Belo un conjunto magnífico de ensenadas y bahías cerradas por rocas. Pero el buceo, sobre todo, es la madre de las actividades en la zona y su lugar de privilegio está en la Ilha do Arvoredo, la más alejada de la península y poseedora de una Reserva Biológica Marina que comprende las cercanas Ilha Deserta e Ilha das Galés. La reserva posee un importante centro de estudios científicos de la fauna y flora marinas, un criadero de especies de aves migratorias, y un sitio dedicado a lo arqueológico e histórico. Pero sobre todo es el reino del buceo: allí confluyen las frías corrientes del Sur con las aguas tibias del Norte, dando vida a corales, moluscos y peces tropicales que son el sueño de los curiosos buceadores. “Sobre el final del año pasado, además, nos cansamos de ver ballenas que migraban desde la Antártida. Estaban cerca de la costa y podíamos llegar a muy corta distancia con las embarcaciones”, dice Fernando Martínez, un argentino casado con una brasileña y radicado en la no menos bella Praia do Rosa.

Llegar a Arvoredo demanda dos horas de lancha, aunque otros prestadores brindan paseos en barcos y catamaranes. Si se sabe del tema o si se ha tomado un curso previo, lo que ha de venir es realmente fascinante: sus aguas limpias y cálidas (entre 15 y 20 grados centígrados) permiten una visibilidad de hasta 20 metros, y todo por descubrir. Los maravillosos universos ocultos de Deserta y Galés –dos porciones de tierra de asombrosa perfección– atesoran cavernas, arrecifes, coloridos peces y hasta un barco hundido en la década del ’50. Y quien tema bucear en las profundidades, puede recurrir al snorkelling para asomarse a la vida subacuática.

DA MATA, FLORIPA Y CAMBORIU No sólo en Bombinhas sino en toda la región de Santa Catarina la mata atlántica es valorada como pocas cosas por los locales para preservarla y promover el ecoturismo. El amplio manto verde que cubre morros y espacios deshabitados con especies autóctonas como el garapuvú (madera noble con que se fabrican las balsas de los pescadores desde siempre) es un escenario ideal para caminatas, cabalgatas y –en ocasiones– parapente.

Si la idea es ir un poco más allá del municipio, desde Bombinhas se suelen hacer mini-citytours a Florianópolis (a 60 kilómetros), en combis que por 30 reales incluyen almuerzo y un guía local para relatar los porqués de cada lugar y las particulares características da mata. En la famosa Floripa no habrá que perderse las playas de Pantano do Sul, Jureré, Ingleses, Canasvieiras, Cachoerira, Joaquina y Campeche, una selección de las más bellas del Sur brasileño. Hacia el otro extremo, el Norte, un colectivo de línea lleva a Camboriú, la Mar del Plata brasileña, no sólo por la forma de gran ciudad, plagada de edificios, comercios, bares y restaurantes, sino por el oleaje de gente que llega en enero y febrero: habitada por unos 80 mil residentes, durante el verano sus calles llegan a recibir cerca de 800 mil visitantes. Ahí la atracción es su magnífico teleférico, que cruza el río que lleva el mismo nombre y se une 300 metros después con el océano. Desde las alturas del morro, la ciudad se torna un minúsculo puñado de edificios, pero una vez en sus calles todo es radiante, atrayente y veloz.

De regreso a Bombinhas y antes de la despedida, vale la pena visitar el museo Vila do Engenho para conocer algo de la cultura de los azorianos, primeros colonos del litoral. Y también ir al fabuloso mirador Eco 360º, en la entrada a la playa de la Tainha, donde se puede fotografiar casi todo el municipio y el Parque Municipal del Monte del Macaco, donde en la mata de este morro de 160 metros de altura nace la orquídea púrpura, uno de los símbolos de la prodigiosa Santa Catarina.

DATOS UTILES

Cómo llegar: Lo más fácil es en ferry, Buquebus o Colonia Express. Esta última tiene tarifas promocionales (hasta noviembre) comprando en la web. $ 70 ida y vuelta Buenos Aires-Montevideo. www.buquebus.com y www.coloniaexpress.com.

Gastronomía: No deje de probar un “chivito” al pan o al plato (puede ser de vaca, pollo o cerdo) en cualquier carrito de la calle. También un pancho en La Pasiva (con mostaza de la casa cuya fórmula es un secreto) y, de postre, un helado en La Cigalle. La pizza es muy buena y se vende por metro o en porciones (Il Mondo Della Pizza, Av. 18 de Julio 922). Imperdible el sandwich tostado cubierto de muzzarella derretida en cualquier bar.

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