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Domingo, 20 de septiembre de 2009
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BRASIL > En el litoral de Santa Catarina

La costa alegre

Con algunas de las playas más bellas del sur brasileño y un parque temático que emula a Disneyworld, el pequeño municipio de Penha atrae a gran parte de los visitantes que llegan a Santa Catarina durante todo el año. Ubicada 100 kilómetros al norte de Florianópolis y a 30 de Camboriú, es una opción ideal para grandes y chicos.

Por Pablo Donadio
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Amanecer en la costa del balneario de Vermelha, con la Ilha Feia de frente.

“Estacionados” en el mar, los barquitos esperan un nuevo día de trabajo artesanal en la Praia Alegre.

Siete áreas temáticas y más de 85 juegos forman el mundo fantástico del Beto Carrero.

El avión muestra desde el aire la pequeña península ubicada al norte de Florianópolis, apenas un trozo costero de la colosal Santa Catarina. Cercana a Florianópolis y a un paso de Camboriú, el diminuto municipio de Penha hace posible la mítica magia brasileña, donde los días giran en torno de una alegre armonía. Sus playas de arenas claras y tranquilas son escenarios para la pesca, el relax y las salidas náuticas, con una visita a una isla donde el buceo y una caverna son parte de la excursión. Como si no alcanzara, a minutos de allí se levanta el otro motivo de regocijo local: el Beto Carrero World. El inmenso complejo al estilo Disney es visitado por miles de turistas nacionales y extranjeros, fascinados por las montañas rusas, los animales salvajes y los shows temáticos.

SOL, ARENA Y MAR El encanto de Penha obliga a fotografiar cada rincón y a extender al máximo cada estadía, jornada y minuto. Ahí las agujas del reloj marchan a otro ritmo, y sus balnearios son como imanes que atrapan turistas de la madrugada hasta el atardecer o la noche. A metros de donde rompen las olas hay posadas y restaurantes para comer y beber de cara al océano y en un ambiente familiar. Como en toda la costa norte de Santa Catarina, dominan los morros, la vegetación, las piedras y la arena blanquísima. El agua es transparente y tibia, propia del litoral brasileño, y suele haber rarísimos caracoles en las cercanías. Penha y otros recovecos de Florianópolis forman parte de la zona denominada Capital de los Mariscos, lo cual garantiza una estadía gastronómica donde las ostras, los camarones, los mejillones y langostinos son el plato del día, excelentemente preparados y a muy bajo costo. Asimismo, el turismo y la pesca constituyen la fuente central de los ingresos de Florianópolis, por lo que la oferta es grande y diversa: en cercanías del balneario se realizan muchos deportes náuticos que aprovechan las olas, como el surf y el windsurf, y también existen algunas formaciones subacuáticas para el buceo.

Praia Alegre, la más calma por su posición geográfica exenta de interferencias de corrientes marítimas, resume la onda que todo visitante busca en tierras de Brasil. Su larga franja de arena, adornada por los centenarios árboles de la mata atlántica, envuelve chiringuitos donde las caipirinhas corren como picadas. La más limpia de la zona es Armaçao, unos seis kilómetros de playa con una alta concentración de posadas. Al lado, Armaçao do Itapocoroy es una suerte de apéndice histórico, que según dicen supo albergar el desembarque de los primeros colonizadores locales. Allí se estacionan a diario decenas de barquitos de madera que bien temprano en la mañana comienzan sus tareas de pesca de tainha y merluza. “Arrastando camaroes”, a unos 500 metros de la costa, es una escena que engrana la pesca artesanal con la industrial. Cancela y Sao Miguel también tiene lo suyo y aportan piedras en forma de escollera y espacios ideales para las caminatas pacíficas y ausentes de visitantes. Para los amantes del surf, la convocatoria es también doble: por un lado Praia Grande, con el mejor oleaje según los expertos de las tablas, que afuera del mar se reúnen en su importante infraestructura donde abundan bares y restaurantes. La otra es Praia do Quilombo, que aporta mil metros de extensión con fuertes olas y más juventud.

LA ISLA FEA Poco tiene que ver su nombre con las imágenes que poco a poco van ganando los ojos turistas. Ilha Feia, a sólo 20 minutos de la costa, invita a sumergirse en un mundo prácticamente salvaje y es una de las mayores conquistas para quienes llegan a Penha, aunque políticamente se encuentra dentro del vecino municipio de Piçarras. Desde la costa de varios balnearios del litoral catarinense salen barcos que recorren las ya más cálidas aguas del Atlántico camino a la isla y, aunque algunos prestadores ofrecen sus jet ski para el camino marítimo, lo ideal es hacerlo en el tranquilo paso de una embarcación para poner la atención en la isla y la inmensidad que la rodea. El lugar inevitable en todas las excursiones es la afamada Gruta do Diabo, una pequeña caverna casi inexplorada que se introduce en las entrañas de este verdadero trozo de tierra surgido del mar. Tanto para los buceadores y amantes del submarinismo como para los iniciantes, es una zona ideal para sacarse las ganas de ver bajo las aguas: cursos de 40 minutos bastan para sumergirse en el mundo subacuático. Para quienes hacen el bautismo, el recorrido es sencillo, y se alarga varios metros para los que tienen más experiencia. Ya de regreso en tierras continentales, y hacia el norte, la playa de Vermelha sigue la onda de la Ilha Feia. Allí, tanto como en diminuta Praia do Lucas, la actividad estrella sigue siendo el buceo, con buenas formaciones de corales por donde deambulan los multicolores peces de aguas tibias.

EL MUNDO DE BETO CARRERO El otro gran punto a atracción de Penha, aunque diametralmente opuesto, es el Beto Carrero World, para el cual pocos calificativos son posibles. Se trata de una combinación que mezcla montañas rusas con animales salvajes, shows temáticos y un shopping de compras al estilo norteamericano. Para ir allí la mayoría de los visitantes toman la ruta Ignacio Francisco de Souza, que sale de Florianópolis y llega en poco más de una hora a un inmenso castillo con cuatro puertas dobles de roble: es la entrada a un mundo de fantasía que todos soñamos alguna vez. Unos 2000 metros antes, la verdosa mata atlántica va dejando lugar a fragmentos de montañas rusas, torres gigantes y rieles de un tren que surca de punta a punta 14 millones de metros cuadrados. Cuando el vehículo se acerca a las coloridas estructuras, todo parece de juguete, pero de a poco va tomando una dimensión extraordinaria. Ya en el acceso principal, no hay más lugar para el asombro: gente que entra, sale y se mueve entre hadas, unicornios, piratas, gigantes y muñecos, mientras se escuchan los gritos de los locos que se animan a la caída libre de la Big Tower. “Muchos suelen comparar el parque con Disney por su tamaño y diversidad, y es cierto que fue inspirado en él. Aquí hay tres áreas –el Zoo, el Parque de Diversiones, los Shows–, divididas en siete sectores temáticos. Todo ello construye un mundo fabuloso, imposible de descubrir en un solo día”, explica Susana Suzano, una cordobesa que se enamoró tanto de Brasil como del proyecto nacido en 1991, y decidió radicarse allí.

DE TODO PARA TODOS Sin muchas colas y una excelente organización (administrativa, médica y de seguridad), el sueño con el que el empresario Joao Batista Sérgio Murad regresó de Disneyworld es una realidad que enorgullece a todo el país. Con más de 85 juegos para todas las edades, lo más difícil al llegar allí es decidir por dónde empezar. Mientras algunos padres eligen el sector de las tazas, el baby elefante, el castillo del terror o el bellísimo carrusel veneciano –una réplica del primero en el mundo, con dos pisos y 1800 piezas– para llevar a sus chicos, otros se inclinan por el Kid Play: un “pelotero” interminable con cubos, mangueras, cuadrados, tubos y cuanta cosa con forma y color se imagine que hace delirar a los más pequeños. Del otro lado y para una edad un poco mayor, algunos optan por el Raskapuska, un juego que demandó dos años de construcción para que sus embarcaciones puedan al fin navegar dentro de una montaña que se asemeja a una juguetería a escala gigante, y donde se suceden escenarios habitados por personajes de la literatura infantil, que bailan y cantan acompañados de modernos efectos especiales. Como todo sucede en el mismo momento, no es extraño ver a los padres recibir tirones para acá y para allá permanentemente, en especial para llegar al sector de los corajudos, el de los Juegos Radicales. Allí las montañas rusas son la atracción y, si hay una estrella, no podía llamarse de otra forma que Star Mountain, la más grande del parque, que llega a 35 metros de altura y 90 kilómetros por hora, con vueltas y contravueltas que sacuden las ideas y los bolsillos, dejando un dineral de monedas en las cercanías. La “otra” montaña es Tchibum, que expulsa literalmente a un colosal estanque a quien se le anime, empapando por completo a los participantes. La torre Big Tower es ya una prueba que a muchos no les agrada: subidos más de 100 metros de altura y lanzados brutalmente en caída libre, los cuatro pasajeros enganchados por tanda se llevan el premio a la valentía. Un poco más adelante se llega al Imperio de las Aguas, una travesía en botes hexagonales que flotan en aguas verdosas. Bamboleando y golpeando entre filas de elefantes de roca en tamaño natural, se surcan jardines babilónicos al ritmo de unos remolinos que consumen cerca de 16 millones de litros de agua por hora.

MONERIAS EN EL ZOO Hacia el otro lado del parque está el Centro Primatológico y sus monos, construido en un archipiélago de once islas que ofrece el confort necesario a los animales, controlados por veterinarios y biólogos del lugar. Ante la mirada del público, los primates dan un verdadero espectáculo sin pagar entrada: miran fijo, hacen señas, saltan, se tiran, se rascan y sonríen, hasta que les agarra la loca y salen a correr por las inmediaciones y se chocan en un abrazo vecinal que los deja tirados una vez más en el suelo. El resto del zoológico muestra más de 700 animales de 171 especies, en ambientes que se asemejan enormemente a su hábitat natural. Entre todos ellos sobresalen las jirafas –con una reciente cría que enternece pese a sus ya tres metros de altura–, hipopótamos, tigres, cebras, camellos, elefantes, leones, osos, caimanes, ciervos, avestruces y cisnes. También hay un reducto dedicado a las serpientes en un espacio de selva y bosque tropical, donde viven boas, jararás y otras víboras temibles.

Dejado atrás el mundo animal, la idea es dar un paseo por la Avenida de las Naciones, primera área temática del Beto Carrero World. Su principal encanto es el Castillo de las Naciones, con 10 mil metros cuadrados, donde se encuentran las boleterías, cajeros y algunos negocios de souvenirs. A modo de despedida, un teleférico del parque propone un trayecto panorámico fabuloso, elevado unos 30 por encima de donde todo sucede. Desde allí se divisa la puntita de la Capilla Sao Joao Batista, un monumento construido en 1759, cuando todo esto era apenas costa y madera de garapubú.

DATOS UTILES

Cómo llegar: En avión se suele volar a Florianópolis. TAM (www.tam.com.br) vuela directo desde el Aeropuerto Internacional de Ezeiza al igual que Gol–Varig, con tarifas promocionales de ida y vuelta fuera de temporada y si se realiza la reserva con anticipación (consultar la fecha del viaje). En ómnibus, varias compañías viajan desde la Terminal de Retiro (www.tebasa.com.ar) hasta allí, con distintos precios e itinerarios.

Más información: Parque Beto Carrero: http://www.betocarrero.com.br

Embajada de Brasil en Buenos Aires: Arroyo 1130. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Teléfono: (011) 4515-2411.

Web: www.brasil.org.ar

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