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Domingo, 27 de septiembre de 2009
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PORTUGAL > Paseos desde Lisboa

Reales escenarios de Sintra

Muy cerca de la capital portuguesa, una visita a tres antiguas edificaciones de Sintra: el Palacio Nacional, el Castelo dos Mouros y el Palacio da Pena. Recorrer sus salones, patios y pasadizos es tambi茅n un itinerario por el arte, la arquitectura y la historia lusitanas.

Por Astor Ballada
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El imponente Palacio da Pena. Una de las construcciones m谩s singulares del mundo.

Castelo dos Mouros. El macizo rocoso se transforma en una fortificaci贸n de origen 谩rabe.

Sintra es una peque帽a villa de casi 30 mil habitantes, en las afueras de Lisboa. No es dif铆cil llegar desde la capital lusitana: s贸lo hay que tomar un tren desde la estaci贸n Rossio y despu茅s de unos 40 minutos de viaje se desembarca en esta ciudad-dormitorio, el nombre que dan los europeos a las localidades perif茅ricas habitadas por gente que duerme aqu铆 pero trabaja, compra y sale a divertirse en otro lado.

Cruce de estilos Sin embargo, Sintra es algo m谩s que una mera ciudad-dormitorio, gracias a un pasado de noble linaje. Se lo puede descubrir comenzando el paseo en el casco viejo del poblado, donde se levanta el Palacio Nacional de Sintra, conocido por los lugare帽os como el Palacio de la Villa. Su sesgo regio se remonta al siglo XVI, cuando se convirti贸 en la residencia de descanso de la familia real portuguesa.

Pero antes de ser morada veraniega de la nobleza, esta construcci贸n fue ocupada por los moros, por lo que tambi茅n supo ser el recinto de gerifaltes y alcaldes. As铆 fue hasta que el rey Alfonso Henriques reconquist贸 Lisboa, dando inicio a ocho largos siglos de monarqu铆a portuguesa.

A otro rey, Don Manuel, debe este monumento gran parte de su fama. Durante su regencia, entre 1495 y 1521, plasm贸 una impronta arquitect贸nica tan distintiva que con el tiempo se llam贸 鈥渆stilo manuelino鈥, caracterizado por la profusi贸n de ornamentaciones, muchas veces con motivos mar铆timos. Este palacio es adem谩s un exponente del estilo mud茅jar, en el que no faltan los azulejos de gran encanto, aquellos que siempre hacen recordar a Granada. Se dio as铆 un cruce de estilos 鈥揾abr谩 que sumar el medieval, el g贸tico y el renacentista, entre otros鈥 que influy贸 de manera decisiva en la fisonom铆a actual del edificio: una especie de laberinto en tres dimensiones, en el que salones y habitaciones se comunican a trav茅s de una profusi贸n de escaleras verticales y en caracol, y pasillos zigzagueantes que se convierten en pasadizos.聽

El Palacio Nacional tambi茅n est谩 rodeado por una exuberante vegetaci贸n, otro rasgo distintivo de la zona. Un compendio de bosques h煤medos, donde 谩lamos, cedros y robles se alzan hacia el cielo. Vale la pena recorrer los distintos senderos que se abren paso por los caminos de la Sierra de Sintra. As铆, avanzando con vocaci贸n ascendente y carteles mediante, se descubre que el musgo parece darle p谩tina de oscura naturaleza vegetal a la piedra, mientras el bosque mantiene su intensidad verde. A los pocos minutos de marcha, el macizo rocoso se transforma en el聽Castelo dos Mouros, una fortificaci贸n de origen decididamente 谩rabe cuya concatenaci贸n de torres y paredones de piedra sobre el terreno sinuoso hace que se vea como un microsegmento de la Muralla China.

Por dentro, como comprueba enseguida quien se decide a ingresar en la fortificaci贸n, el Castelo dos Mouros no est谩 muy bien conservado. La sensaci贸n de herrumbre se impone, pero al mismo tiempo es parte del atractivo. La profusa vegetaci贸n tambi茅n se siente aqu铆, pero ahora se la ve por debajo, como una inmensa alfombra verde que serpentea con ah铆nco entre la roca gran铆tica.

En la sierra de Sintra El siguiente destino inexorable de todo visitante de Sintra es el Palacio da Pena (literalmente, 鈥淧alacio de la Pe帽a鈥). Ubicado en lo m谩s alto de la rocosa y exuberante Sierra de Sintra, al Palacio da Pena se llega atravesando un monte: un paseo ideal para los amantes del trekking, que encontrar谩n en esta visita una raz贸n para amalgamar ejercicio, curiosidad hist贸rica e inter茅s arquitect贸nico. Y si en el Palacio Nacional hab铆a una ecl茅ctica combinaci贸n de estilos, aqu铆 lo que salta a la vista es la profusi贸n, mezcla, ensimismamiento y cruce de todos ellos.

Arquitect贸nicamente hablando, el Palacio da Pena es uno de los lugares m谩s singulares del mundo, que tiene sus admiradores y detractores. A pesar de la impresi贸n que genera a primera vista, no se trata de una edificaci贸n antigua. Sus or铆genes se remontan a 1836, cuando el entonces pr铆ncipe consorte Fernando II de Portugal comenz贸 a llevar al extremo la costumbre de muchos de sus colegas: traducir caprichos mundanos en pretensiones palaciegas. Caprichos que hablan de un romanticismo de 茅poca, con una singular concepci贸n de la naturaleza, la arquitectura y el arte como elementos de evocaci贸n.

Desde el siglo XVI y hasta la llegada de Fernando, un pr铆ncipe cat贸lico de origen alem谩n casado con la reina Mar铆a de Portugal, el futuro palacio hab铆a sido un convento consagrado a Nossa Senhora da Pena (de ah铆 el nombre). De espacio religioso a espacio noble: ese fue el comienzo de los vertiginosos cambios arquitect贸nicos que hoy son su sello, y que tuvieron como alma mater a un arriesgado arquitecto alem谩n, Ludwig von Eschwege, consagrado a satisfacer los cambiantes deseos del monarca. No es casualidad que Fernando II haya pasado a la historia como el 鈥渞ey artista鈥.

Visto de lejos, con la vegetaci贸n a sus pies, todo el Palacio da Pena se expresa como un conjunto arm贸nico de una unidad insoslayable, que transmite sensaciones de paz y remanso. Pero las impresiones cambian al ingresar en las salas interiores, donde se confirma que aquella unidad grandilocuente era s贸lo un espejismo.

El palacio se divide en cuatro 谩reas: las bases y las murallas exteriores, el convento, el patio de los arcos y la zona palaciega. Y recorrerlas significa descubrir, en clave neo y no siempre en armon铆a, el agrupamiento de distintos estilos: g贸tico, isl谩mico, renacentista, colonial, mud茅jar, manuelino y hasta rococ贸. Tampoco hay prejuicios temporales, ya que lo neorrenacentista convive con la capilla del palacio, una obra aut茅nticamente renacentista de Nicolau Chanterenne. Mientras tanto, desentendido de lo religioso, el sensual sal贸n de estilo 谩rabe alterna su excentricidad con la elegante sala de baile donde no faltan los vitrales alemanes..., es que todo vale a la hora de complacer caprichos regios y ejercitar estilos.

La heterog茅nea diversidad del Palacio da Pena no se refleja s贸lo en sus numerosas edificaciones superpuestas, sino tambi茅n en los cientos de dis铆miles objetos cotidianos que atesora el edificio, por encargo expreso de Fernando II. Desde escobas, jarrones chinos, peines de plata y c谩ntaros hasta inodoros con detalles de madera trabajada, muebles de las m谩s curiosas procedencias y utensilios 谩rabes, en convivencia con otros de origen oriental. Por cierto, estos detalles, ejemplos y curiosidades habr谩 que atesorarlos en la memoria, ya que en la visita no se permite tomar fotos.聽聽

Desde el palacio se divisan, adem谩s, vistas inigualables de los jardines inferiores. Tampoco aqu铆 falt贸 la mano del particular monarca, que adem谩s de hacer construir descansos, estanques y fuentes hizo llevar especies vegetales de distintas partes del globo, que todav铆a crecen y sorprenden, como las tulias gigantes de procedencia desconocida o los rugosos helechos neoceolandeses. 聽

El palacio, con todo su entorno natural, qued贸 terminado finalmente en 1885: s贸lo la muerte del infatigable Fernando II pudo poner fin a la obra. Luego, la familia real sigui贸 conserv谩ndolo hasta la proclamaci贸n de la rep煤blica de Portugal, en 1910. Desde entonces el Palacio da Pena literalmente descansa, aunque bajo los pasos cotidianos de los visitantes que una y otra vez le recuerdan las luminosas glorias de anta帽o.

Un visitante muy ilustrado

En las cercan铆as del Palacio Nacional hay una casa donde no se puede entrar, pero que exhibe una placa que invita a ser le铆da: 鈥淎qu铆 se aloj贸 el escritor de cuentos infantiles del 26 de julio al 8 de agosto de 1866, en su visita a Sintra鈥. Adem谩s de haber pasado buenos momentos con amigos, Andersen dej贸 una frase que de alguna manera resume los encantos de Sintra: 鈥淓n este lugar todo extranjero encuentra un pedazo de su patria鈥. La casa se levanta en la calle Casa do Adro 9, cerca de la Cal莽ada dos Clerigos.

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