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Domingo, 29 de noviembre de 2009
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COSTA ATLANTICA > Balnearios bonaerenses

Bosques junto al mar

Desde Costa del Este hasta Miramar, y más al sur Pehuen-Co, la costa atlántica bonaerense está matizada por varios kilómetros de densos bosques que se levantan justo a orillas del mar. Refugios de aves, sombras para el verano y reservas forestales para una forma distinta de descansar en la playa.

Por Graciela Cutuli
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Costa Esmeralda. Un paisaje de médanos forestados que promete ponerse de moda este verano.

Entre pinos y eucaliptos, una cabalgata en el corazón del denso bosque de Cariló.

Pedaleando junto al mar, un paseo posible durante las horas más tranquilas de la costa.

Había una vez una pampa que se corría sin límites hasta el mar. Durante kilómetros y kilómetros se extendía ante los ojos una larga sucesión de pastizales que formaban una suerte de océano verde hasta morir casi a orillas del agua, a veces chocando contra un cordón de médanos vivos que ondulaban en un paisaje cambiante. Así fue alguna vez el panorama de gran parte de la costa atlántica de la actual provincia de Buenos Aires, desde las costas donde se mezclan el agua del río con el agua de mar, hasta las latitudes más australes donde el Atlántico se vuelve profundamente azul y el oleaje cesa, frenado por un relieve de acantilados y bahías sucesivas. El tiempo trajo cambios, tan profundos como definitivos. Los pastizales se volvieron tierras de explotación agrícola, y a orillas del mar algunos visionarios decidieron fundar balnearios, fijar los médanos con vegetación y crear la obra ingente de bosques artificiales a costa de un esfuerzo de años. Así fueron naciendo los balnearios que hoy ofrecen, además de playa, bellísimos bosques sobre un relieve de colinas de arena: Costa del Este, en el Partido de la Costa; Cariló, en Pinamar; Mar de las Pampas, junto a Villa Gesell; y bastante más al sur el agreste pero encantador Pehuen-Co.

UN MILLON DE PINOS Costa del Este tiene dos números fáciles de recordar: 333, la cantidad de kilómetros que lo separan de Buenos Aires, y 1.000.000, la cantidad de pinos que dice tener en una franja de costa que se extiende cerca de San Clemente y San Bernardo, sus “balnearios de referencia”. Aunque lo frondoso del bosque hace suponer una historia añosa, en realidad no lo es tanto: fue en los años ‘60 cuando dos emprendedores compraron estos terrenos de dunas arenosas, casi desérticos, y comenzaron a fijar los médanos con tamariscos, acacias, álamos, eucaliptos y pinos, la especie que más prosperó y que hoy distingue con su silueta distintiva el verde del lugar. Con el tiempo comenzó la apertura de caminos, pero el balneario supo mantener un paisaje boscoso y agreste, con una línea de hoteles frente al mar y numerosas casas sumergidas en el corazón de la naturaleza. Costa del Este tiene el encanto de lo pequeño: aunque tiene un centro comercial con todo lo necesario, sigue siendo un pueblo de mar, sin ostentaciones pero tan lindo como cuidado. Cerca de la ruta de acceso, un lago artificial y una granja educativa invitan a pescar o practicar actividades náuticas; entretanto los amantes de los cuatriciclos pueden aprovechar en verano para recorrer con sus vehículos una zona de médanos cercana, entre Mar del Tuyú y Costa del Este. Sin ruidos de motor, se puede recorrer en bicicleta la bicisenda que atraviesa la reserva forestal, o simplemente elegir el propio camino entre las calles –las menos asfaltadas, y en su mayoría de arena– que forman el trazado del balneario. Además, durante todo el año Costa del Este hace valer su cercanía con las Termas Marinas de San Clemente, para disfrutar otra forma de descanso.

DE COSTA ESMERALDA A CARILO Siguiendo por la Ruta Interbalnearia 11 rumbo a Pinamar, justo donde termina el Partido de la Costa está el acceso a un nuevo barrio construido a orillas del mar. Costa Esmeralda no tendrá los colores de las homónimas orillas de Cerdeña, pero promete ser uno de los nuevos balnearios de moda en el verano: entre sus relieves ondulados, en algunos sectores densamente forestados y en otros algo más arenosos, ya se levantan las primeras casas y comienzan a funcionar las infraestructuras reservadas a los propietarios y sus visitantes. Entretanto, sobre el mar se levanta un parador que ya en la temporada pasada concentró a numerosos jóvenes que se acercan desde Pinamar, por la costa, a bordo de los ya insoslayables cuatriciclos.

Pasando Pinamar, el bosque vuelve a todo su esplendor en Cariló: el “Médano Verde”, como lo bautizó su fundador, Héctor Guerrero, tiene un amplio sector de reserva en la parte más cercana a la ruta, mientras la mayoría de la línea de la costa ya está bordeada de hoteles y casas con vista al mar. Corrían los años ‘20 cuando comenzó la forestación de los médanos vivos, luchando contra la falta de caminos, contra las plagas, contra la ausencia de transportes... La voluntad, sin embargo, pudo más: así, en pocos años cientos de miles de plantas prosperaron y conformaron el paisaje definitivo de Cariló, hasta que la belleza del lugar comenzó a favorecer el desarrollo urbano y el establecimiento de hoteles y cabañas. Poco a poco el centro comercial creció, y cada año se agregan nuevos sectores: en verano, su pequeña superficie se ve colmada y se convierte en la principal vidriera de este sector de la costa atlántica, pero en la baja temporada todo vuelve a su calma habitual y casi se diría que los duendes podrían volver a asomarse entre los bosques. Cariló sigue siendo, en sus zonas más apartadas, un lindo lugar para observar las numerosas aves que encuentran refugio en los árboles, para recorrer en bicicleta las calles arenosas (para orientarse, se puede recordar que las calles paralelas al mar tienen nombre de aves, y las perpendiculares nombres de plantas) y disfrutar de una comida junto al mar en alguno de los cuatro balnearios. Hay también donde practicar tenis y golf, y deportes náuticos durante toda la temporada de verano. Pero tal vez su mayor encanto sigan siendo las cabalgatas que organiza don Maito desde el corazón del bosque, para internarse en senderitos sombreados al ritmo tranquilo de los caballos, sorteando piñas y matas de hongos silvestres hasta encontrarse rodeado de puro verde, entre pinos mediterráneos, eucaliptos, arces y robles. Durante el verano, cuando cae el sol también se organizan cabalgatas nocturnas, y entonces el increíble espectáculo de la luna brillando sobre la espuma revive todas las bellas leyendas del bosque.

En los últimos años, con el crecimiento de Cariló ya consolidado, surgió otra alternativa de bosque y mar junto a Villa Gesell, siempre en busca del ideal de un lugar tranquilo y reservado, pero a la vez con todos los servicios necesarios para las vacaciones: el sugestivo nombre de “Mar de las Pampas” lo tenía todo para convertirse en el nuevo balneario en boca de todos. Poco a poco, la aldea marítima se fue desarrollando como un lugar exclusivo, con propuestas de hotelería y gastronomía bajo el signo de lo artesanal pero de alta calidad. Donde antes sólo había árboles y arena brotaron las cabañas y los hoteles, pero Mar de las Pampas sobre todo quiso preservar su estilo de vida y se alineó con el movimiento “slow”: aquí no hay prisa, ni señal de celular que recuerde la vida cotidiana. Sí hay playas muy anchas, un centro de cabalgatas, paseos hasta la reserva del Faro Querandí y algunas propuestas originales, como la arquería, cuando hace falta un poco de adrenalina entre tanto mar de tranquilidad. Si lo necesario es, en cambio, los servicios de una ciudad, a pocos kilómetros está Villa Gesell dispuesta a ofrecer no sólo playa, sino numerosas actividades veraniegas con un resabio de encanto hippie.

COSTA AL SUR Bordeando la “panza” bonaerense, se llegará finalmente a Mar del Plata, que tiene su propio bosque junto a las arenas de Punta Mogotes. El Bosque Peralta Ramos tiene unas 400 hectáreas semiurbanizadas, con casas y cabañas de perfil bajo, donde viven varios miles de personas que eligieron el bosque como residencia a lo largo de todo el año. Tal vez por eso tiene un carácter diferente al de otros lugares de la costa, e invita a perderse entre las callecitas abiertas entre los pinos y los eucaliptos para juntar moras y frambuesas silvestres. También es un buen lugar para terminar el día de playa en las casas de té que afloran entre el bosque, completamente ajenas al bullicio de los balnearios que se extienden más al norte.

Finalmente, hay que recorrer muchos kilómetros más para llegar hasta otro de los bosques más lindos que bordean la costa atlántica: cerca de Monte Hermoso y de Bahía Blanca, Pehuen-Co es un secreto a voces en el sur bonaerense, y un lugar tan apacible como encantador. Calles de arena, manzanas boscosas, casas tranquilas y escondidas entre los árboles y el mar, todo se conjuga para lograr un clima apacible y natural. Basta un paseo corto para llegar hasta la playa, y para conocer una de las curiosidades del lugar, la “casa barco” que hace años construyó uno de los habitantes después de salvarse de un naufragio. Pero además de su presente veraniego, lo más interesante de Pehuen-Co es su pasado: hace miles de años, poblaban esta tierra enormes megaterios, gliptodontes y macrauquenias, animales prehistóricos que prosperaban en los pastizales del Pleistoceno. Su paso por el sur bonaerense hizo huella, literalmente: y esas huellas todavía pueden verse en algunos sectores de la costa, que remontan increíblemente al pasado de la región. Hay que conocer, entonces, el Museo Ameghino, que depende del Museo Darwin de Punta Alta, para interiorizarse sobre la vida prehistórica y los testimonios encontrados en Pehuen-Co y sus alrededores (como las huellas de seres humanos prehistóricos que pueden verse en la vecina Monte Hermoso). Más al sur de Pehuen-Co, hay que decirles adiós a los bosques: lo que se viene son las solitarias playas de la Patagonia, con sus acantilados y su rica fauna marina, donde es reino más del viento que de los árboles. Pero es otro viaje, por la Ruta 3 hacia la parte más austral de nuestro extremo sur.

DATOS UTILES

Costa del Este: RP 11, kilómetro 333. Asociación Vecinal y Centro Recreativo Infantil de Costa del Este: Los Pinos 737.

Cariló: junto a Pinamar, a 360 kilómetros de Buenos Aires, se ingresa por la Ruta 11 o por el Boulevard Divisadero desde Valeria del Mar. Oficina de Turismo, Castaño y Boyero. Web: www.carilo-sfomento.org.ar.

Mar de las Pampas: junto a Villa Gesell, se accede por la RP 11 kilómetro 421. Web: www.mardelaspampas.com.ar.

Bosque Peralta Ramos: el bosque está situado 11 kilómetros al sur de Mar del Plata, con acceso desde Punta Mogotes por la calle Mario Bravo. Casa de Té “La Cabaña”: sábados y domingos de 14.30 a 21.00. Tel. (0223)-467-3007. Web: www.lacabaniadelbosque.com.ar. Más datos en www.mardelplata.gov.ar.

Pehuen-Co: situado 75 kilómetros al oeste de Bahía Blanca, el balneario está situado a 672 kilómetros de Buenos Aires. Se llega por la RN 3 hasta el kilómetro 640; allí empalmar con la RP 113. Dirección de Turismo de Coronel Rosales: Alberdi 478, Punta Alta. Tel. 02932-421595. Delegación municipal Pehuen-Co: Av. San Martín y Calle 4. Tel. 02921-497080.

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