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Domingo, 20 de diciembre de 2009
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ESPAÑA > NAVIDAD EN MADRID

Con traje de luces

Iluminaciones especiales, decoraciones a cargo de diseñadores de moda y árboles gigantes hacen de Madrid una ciudad totalmente consagrada a la Navidad durante el mes de diciembre. Sus grandes avenidas y principales barrios son una fiesta de luz, con numerosos eventos que potencian el atractivo para los visitantes.

Por Ana Benjamin
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En la Gran Vía y calle Montera, un árbol gigantesco imita un rascacielos.

Madrid iluminada es un clásico tan celebrado como las luminarias parisinas. No es una afirmación excedida. Cada víspera de fin de año, la capital española no restringe luces ni decorados para agasajar al transeúnte, sea éste turista, residente temporal, inmigrante ilegal o madrileño de pura cepa. El esfuerzo se advierte en la brillantez que adoptan sus calles y edificios, y en los colores que vienen desde el cielo por la tarde, cuando las guirnaldas de luz reemplazan al sol que huye temprano.

Este año la movida comenzó el 17 de diciembre con la bienvenida oficial a la Navidad en la Plaza de Oriente. La plaza merece la pena todo el año por la presencia soberbia del Palacio Real, pero en esta ocasión se completó con un espectáculo de pirotecnia de la compañía inglesa The World Famous, que reprodujo con fuego, luces y música las cuatro estaciones. No fue Vivaldi, pero hubo calidad y acento en el fuego más que en los kilovatios.

Pareciera que la crisis europea de este año avejentado ha tomado en Madrid la idea de que “al mal tiempo buena cara”, frase que esgrimen los recalcitrantes optimistas o acuñan con frenesí los funcionarios para levantar el ánimo de sus ciudadanos. Enfrentar la crisis con los labios pintados de rojo. En principio, la idea no está mal. De hecho, el programa de actividades es bastante más suculento que años anteriores. Por empezar, los interruptores han saltado el 27 de noviembre con 7,5 millones de lamparitas y una fiesta que se desplegará en casi 200 espacios públicos con recitales, teatro para todas las edades, mercadillos y espectáculos callejeros. Pero sin pelucas ni caretas esperpénticas. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, ha prohibido la venta de este tipo de cotillón y dice que por respeto al espíritu navideño. Entonces la carne está puesta en el asador de las luces, a juzgar por el despliegue montado.

Miles de luces iluminan la noche madrileña para la Navidad, como aquí en el Paseo del Prado.
Imagen: Miguel de Guzmán.

UN TOQUE DE MODA Más allá de la nutrida variedad de eventos que habrá por doquier, a puerta cerrada y cobrada o al aire libre y gratuito, lo verdaderamente sorprendente es que el diseño de luces de las locaciones clave de la ciudad ha sido encargado... a diseñadores de moda de alto perfil. Un convenio de la municipalidad con la Asociación de Creadores de Moda de España ha asignado a cada creativo una zona específica para que allí imprima su fashion touch. Como la inefable Agatha Ruiz de la Prada, que ha puesto su firma en la mismísima Puerta del Sol con un árbol de 33 metros.

Para el viajero que decida entregarse al placer visual sin pensar en la factura de la luz, es lícito nombrar los diseños más relevantes con sus respectivos progenitores. La larguísima calle Alcalá, by Roberto Turégano. La reina de Madrid, Gran Vía, Montera y sus trabajadoras, Fuencarral, Hortaleza, Barrio de Las Letras, Plaza Mayor, Castellana, Plaza España, Preciados, Arenal, Paseo de Recoletos, Paseo del Prado museo incluido, por el arquitecto Ben Busche. Calle Princesa y Puerta del Sol en las garras fucsias de Agatha. Plaza Chueca maquillada por Sergio Sebastián y Patricia de Miguel. Plaza Tirso de Molina en manos de Teresa Sapey. Plaza Lavapiés a cargo del ecoartista Jacobo Pérez Enciso. Las exclusivas calles comerciales de Serrano, Goya y Velázquez, por Amaya Arzuaga, Angel Schlesser y Juan Duyos, respectivamente. Aquel que conozca visceralmente la capital española, tomará el metro directo a un barrio en particular... Es que la Navidad, en forma recurrente y milagrosa, siempre produce cambios. Hasta al ecuménico barrio de Lavapiés le ha tocado esta vez una porción de la torta. La fosforescencia del espíritu navideño ha logrado que este territorio, casi siempre más impregnado de injusta mala fama que receptor de luminosa voluntad, disfrute de atención especial bajo la inspiración de Pérez Enciso. Por otra parte, el grupo de artistas vanguardistas Luzinterruptus propone a este punto de inocultable aire cosmopolita que cada vecino done lo propio, depositando en gigantescas jaulas doradas instaladas en las plazas algún objeto que colabore con el diseño autografiado. Habrá desayuno público de chocolate con picatostes, dicen, que amenice el esfuerzo.

Una larga sucesión de árboles “encendidos” pone un clima mágico en la transitada Calle de Alcalá.
Imagen: Miguel de Guzmán.

En los antípodas de Lavapiés, las obras luminosas de los barrios top de Madrid lucen como una novia a punto de entrar al altar. No por lo blanco sino por el tono que tiene aquello que está por estrenarse.

TRIO DE ARBOLES EN LA GRAN VIA De todos los espacios de creación a base de kilovatios, hay uno que afirma tener ducho derecho a derroche: la Gran Vía madrileña, que cumple su primer centenario. Busche la ha vestido con un skyline que evoca su condición de pionera en la vida comercial madrileña del siglo XX, y un trío de inmensos árboles que escoltan la centenaria avenida. En la Plaza Callao, sobre la misma Gran homenajeada, se alza otro árbol de 21 metros; el tercero ocupa Plaza España. Otros nueve árboles están repartidos a lo largo, ancho y alto de la ciudad. Cavilan los econavideños: la cuenta suma dos arboles más que el año pasado. Cavilan quizá también por ciertos dichos. Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda, define su proyecto como “un techo de luces que busca el caos, pero que forma las ramas de un árbol perenne donde encuentra su origen. Es el conflicto eterno entre el caos y la esperanza”.

La Puerta del Sol, los madrileños la eligen para comer 12 uvas en el comienzo del Año Nuevo.
Imagen: Antonio Peiro.

Tratándose de crisis, ánimos alicaídos, denuedos festivos, voluntad de arranque y demás intrincados pero comprensibles sentimientos, no siempre está claro dónde radica el caos y dónde la esperanza. El diseñador Jacobo Pérez-Enciso, con su corazón puesto en la estética pero no a cualquier precio, por ejemplo, promueve hace años a través del diseño la reflexión sobre la importancia ambiental de pequeños gestos cotidianos. Sin renunciar al imprescindible caos creativo, pone la esperanza en el planeta, más imprescindible aún, porque es allí y no en Saturno donde tenemos –todavía– el espacio para plantar el arbolito. También es justo señalar que la entrañable Madrid –como todas las grandes capitales turísticas, sin excepción– se toma la Navidad como ventana abierta al mundo de su mercadotecnia creativa y capacidad de renovación. No es claramente un torneo, pero unas a otras las ciudades se miran, como coquetas damas luciendo sus vestidos en la noche de gala.


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