El andar del avi贸n se vuelve vacilante y los o铆dos se tapan, se帽al de que descendemos. Tras la ventanilla impera una blancura cegadora de nubes espesas. Y de pronto las nubes se levantan como un tel贸n y el reflector solar se enciende sobre el Salto Angel, el m谩s alto del mundo, tres veces y media la Torre Eiffel. Desde la cumbre de una meseta de casi mil metros de altura vemos un r铆o suicida que se arroja al abismo para desintegrarse en el aire, hasta tornarse roc铆o. Atravesando un arco iris, renace en tierra como r铆o otra vez para perderse caracoleando en los confines de la selva.
El avi贸n sobrevuela un gran ca帽贸n 鈥揷asi a la altura de las paredes laterales鈥 mientras el Salto Angel va ganando nitidez. Tres incursiones ladeando el salto garantizan que todos los pasajeros del vuelo Ciudad Bol铆var-Canaima puedan ver esta catarata alta y flaca 鈥搇a ant铆tesis de las de Iguaz煤鈥 y sus hermanas menores que emanan a lo largo de los 10 kil贸metros de la meseta Auyantepuy.
Atr谩s ha quedado el inmenso arco trazado por el r铆o Orinoco 鈥揺n el sur del estado Bol铆var鈥 para internarnos selva adentro en el coraz贸n de la Guayana venezolana. Vamos hacia a una tierra legendaria en la regi贸n de la Gran Sabana, por donde anduvieron los conquistadores del siglo XVII en busca de Eldorado, quienes s贸lo encontraron un infinito verdor que, en muchos casos, se los trag贸 para siempre. Es el Parque Nacional Canaima 鈥揷on 3 millones de hect谩reas鈥, un submundo virginal de la selva venezolana a menos de dos horas de avi贸n desde cualquier punto de Venezuela y cerca de las fronteras con Guyana inglesa y Brasil.
Desde el aire se ven c贸mo sobresalen en la vasta planicie las solitarias mesetas llamadas tepuy, que son los restos erosionados del gran 鈥淓scudo Guayan茅s鈥, una maciza placa sedimentaria casi tan antigua como el planeta.
鈥淚maginad un haz de tubos de 贸rgano, de unos cuatrocientos metros de alto, que hubieran sido atados, soldados y plantados verticalmente, como un monumento aislado, una fortaleza lunar, en el centro de la primera planicie que aparece al cabo de tanta selva.鈥 As铆 describi贸 el escritor Alejo Carpentier a esas mesetas de arenisca rosada que se erigen en la llanura con paredes perpendiculares que culminan en afilados 谩ngulos rectos, rodeadas por abismos. Con algo de torre y de fortaleza abandonada, los tepuy tienen la forma de una caja de zapatos gigante cuya simetr铆a perfecta har铆a pensar que fueron tallados por la mano del hombre.
Los tepuy est谩n muy alejados uno del otro, pero siguen una l铆nea imaginaria que los conecta como fragmentos de una Gran Muralla, tan inconclusa como aquella de Oriente. Los indios pemones evitan mirarlos de frente porque all铆, entre las cascadas que nacen en las alturas, 鈥渕oran los dioses de los que emana la vida en la tierra鈥. Y vistos desde la ventanilla de un avi贸n, los tepuy parecen una flota de buques fantasma sin m谩stil ni velamen, navegando a la deriva en un oc茅ano petrificado de color verde.
El Salto Angel se arroja al vac铆o desde 979 metros de altura.UN TUNEL DE AGUA Despu茅s de aterrizar en el aeropuerto de la aldea oculta en la selva llamada Canaima 鈥搚 alojados en alguna posada con caba帽as de madera鈥, es hora de salir a recorrer las entra帽as salvajes de esta jungla subtropical. En Canaima s贸lo de puede caminar o navegar en canoa con motor fuera de borda. Una excursi贸n que combina ambas cosas es la que lleva hasta el salto de agua El Sapo.
Mientras avanzamos por el r铆o Carrao nos alcanza un lejano rumor de agua que estalla contra las rocas. A medida que nos acercamos el rugido va in crescendo mientras una nube de refrescante roc铆o de la catarata nos acaricia el cuerpo. Con 30 kil贸metros recorridos, desembarcamos en el Salto El Sapo, donde nos espera una vivencia probablemente 煤nica en el mundo: caminar por un t煤nel de agua. Detr谩s del salto, entre una pared de roca y otra de agua, existe una hendidura donde se avanza debajo de la catarata casi sin mojarse. El salto mide 20 metros de altura y sobre nosotros pasan miles de litros de agua atronadora, creando una gruesa cortina al alcance de la mano, que apenas trasluce una vaga luminosidad.
De regreso en el poblado de Canaima, la luna remonta su disco perfecto por detr谩s de un tepuy mientras se enciende el ca贸tico zumbido de los insectos nocturnos, reemplazando al silencio diurno. En el restaurante nos espera un fest铆n de pollos asados sobre le帽os en brasa cuyo condimento 鈥搊pcional鈥 es bachaco molido, preparado con hormigas rojas del tama帽o y el grosor de medio pulgar. Para los postres nos aguardan sobre una mesa monta帽as de suculentos mangos entre jugosas guan谩banas y parchitas de pulpa rosada.
RUMBO AL SALTO ANGEL Una cosa es ver el Salto Angel desde un avi贸n y otra muy distinta es verlo desde tierra, a escala humana. Una excursi贸n de dos d铆as en lancha por la selva llega hasta la base del salto, donde hay un campamento. Una docena de viajeros navegamos en curiara 鈥揺mbarcaci贸n ind铆gena cavada en un tronco鈥 por el ancho r铆o Carrao, entre una mara帽a de 谩rboles cuyas ra铆ces se sumergen en el agua. Entre las dos orillas nos encierra una impenetrable red de ramas y hojas que pugnan por conquistar cada mil铆metro de espacio en pos de un rayo de sol. La sensaci贸n es la de atravesar un reino fortificado tras una muralla de 谩rboles alineados tronco a tronco hasta el infinito, donde para poder penetrar su compacto laberinto verde no quedara otra que abrir un boquete en la pared vegetal.
El agua del Salto Angel se pierde caracoleando en los confines de la selva.El poder de las aguas es la 煤nica oposici贸n que resiste al avance de esa selva. Incontables tajos acu谩ticos rompen el perfecto verdor, conformando un entretejido de 280 r铆os que se quiebran en numerosos brazos y se vuelven a unir m谩s adelante. Navegamos por r铆os ciclot铆micos que explotan de furia en conc茅ntricos remolinos y al instante se apaciguan en felices remansos. En algunos lugares abandonamos la canoa y hacemos sencillos tramos a pie. Al caminar en silencio por los senderos de la selva, se oye el crujido del colch贸n de hojarasca que cubre el suelo mientras corremos con la mano unas gruesas lianas que obstruyen el avance. Hasta que de la nada estalla un impresionante graznido anunciando que se acerca, a vuelo rasante, una lechuza trompetera.
El encuentro con el Salto Angel corona uno de los viajes m谩s asombrosos que puede ofrecer nuestra Am茅rica. El Auyantepuy aparece a la distancia al atravesar el Ca帽贸n del Diablo, y para acercarnos a la imponencia del gran salto desembarcamos en la isla Ratoncito, donde est谩 el campamento para pasar la noche. Y una caminata de una hora nos lleva casi hasta el pie de una pared perfectamente recta de 979 metros de alto que escupe un r铆o que se nos viene encima como una densa llovizna. El Salto Angel nos arroja en la cara su turbadora belleza envuelta en nubes, con un blanco velo que aumenta la sugesti贸n hasta l铆mites inquietantes, dejando ver el salto por partes seg煤n los caprichos del clima.
Estamos en el coraz贸n mismo de la selva guayanesa. Pero al observarla detenidamente concluimos que se trata de un fastuoso teatro que se resiste a levantar su larga cortinada. La selva no permite ver m谩s all谩 de los dos metros. Y al asomarnos a su secreto nos abruma la convicci贸n de que all铆 dentro, en su umbral, hay otro n煤cleo oculto en un abismo (acaso Eldorado, con sus catedrales de oro). Al navegar por sus venas nos alcanz贸 el resonar de los contundentes latidos de un gran cuerpo viviente. Pero ahora, despu茅s de rondar esa selva, nos atormenta la certidumbre de que, a pesar de tanto viaje, apenas hemos rozado su vago contorno. Su esencia se nos ofrece al alcance de la mano, pero se esfuma entre la vegetaci贸n. Es una obra natural que, como dir铆a Goethe, 鈥渢anto m谩s elevada, cuanto m谩s inaccesible a un juicio鈥.
Parados frente al Salto Angel se nos presenta un g茅nero de paisaje 煤nico en la Tierra, al cual el novelista Alejo Carpentier 鈥搇uego de una visita en 1947鈥 s贸lo atin贸 a definir por la negativa: 鈥淎nte la Gran Sabana no hubiera cabido nunca la desconsoladora frase de Paul Val茅ry, llevado por un amigo a contemplar un alabado panorama europeo. 鈥楶ero... 驴por qu茅 se empe帽an en mostrarme siempre el mismo paisaje en todas partes?鈥 Aqu铆 (en la Gran Sabana) hubiera enmudecido el autor de Eupalinos鈥
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