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Domingo, 22 de mayo de 2011
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CHILE. Región de la Araucanía

Pucón todo el año

La capital del turismo aventura de la Región de la Araucanía chilena ofrece trekking, rafting, canopy, cabalgatas y pesca deportiva. Y hay turismo todo el año gracias a sus termas y al centro de esquí y snowboard del volcán Villarrica, que exhibe su silueta dominante a orillas del lago del mismo nombre.

Por Mariana Lafont
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En el ascenso al Villarrica, un breve descanso a pocos metros de llegar a la cumbre.

La ciudad de Pucón, a 100 kilómetros de Temuco y 780 al sur de Santiago de Chile, se emplaza junto a la costa oriental del lago Villarrica y es el balneario lacustre más importante y visitado del país vecino. Meta de chilenos y extranjeros, no faltan quienes la eligieron incluso como lugar de residencia permanente. Además de las playas del lago, Pucón ofrece varios complejos termales: pero su mayor atractivo es, sin dudas, el siempre humeante volcán Villarrica. Además, todo el entorno de la villa cordillerana es una bonita campiña colmada de bosques y ríos cristalinos, con rápidos y cascadas.

Los inicios de Pucón se remontan a 1883, cuando el ejército de Chile instaló en la zona un fuerte para proteger las fronteras. Luego se fue desarrollando gracias a la colonización europea, en especial alemana, que comenzó a llegar a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Su convivencia con los nativos dio como resultado una fructífera actividad ganadera y forestal. Más tarde, a partir de la década del ’30, el turismo se fue desarrollando progresivamente con la aparición de diversos hoteles, entre los cuales se destaca el Hotel Antumalal por su construcción de vanguardia estilo Bauhaus y su privilegiado entorno. Situado a dos kilómetros del centro y erigido entre 1945 y 1950, se lo considera uno de los primeros hoteles boutique de Latinoamérica.

Un buen baño termal es el relax ideal luego de hacer el ascenso al volcán.

TERMAS Y RAFTING En Pucón no se puede dejar de visitar alguno de los muchos complejos termales que rodean la villa. En Chile existen cerca de 270 fuentes termales; casi la cuarta parte se encuentra en la parte austral del territorio, entre la IX y la XI Región, desde el volcán Llaima hasta el Hudson. Los entornos de estas fuentes son muy variados pero suelen tener frondosos bosques nativos, como en las termas de Huife, a 33 kilómetros de Pucón. Este gran complejo turístico se encuentra en el valle del río Liucura, a orillas del propio curso de agua y en las cercanías del Parque Nacional Huerquehue.

El camino en sí es un lindo paseo, porque se atraviesan verdes praderas cultivadas y pobladas con animales. El complejo está abierto todo el año y tiene tres piscinas al aire libre, con aguas a 40ºC y vista al río. Hace seis años se inauguró una piscina hidroterapéutica rodeada de bosque nativo, con camas de burbujas, cascada para masajes cervicales, hidromasaje y un sector de nado contra corriente. También tiene un pabellón con baños termales individuales, tinas de hidromasaje, sauna y salas de masaje. Pero además de descansar, en las inmediaciones del parque termal se puede practicar canopy en una instalación de más de 500 metros de extensión o caminar por alguno de los senderos en medio de 300 hectáreas de bosque. Se puede ir a pasar el día o dormir en el complejo, en tranquilas y acogedoras cabañas de madera.

El volcán es el gran vigía de la ciudad de Pucón.

Por su parte, el Complejo Termal Menetúe se encuentra a 26 kilómetros de Pucón y ofrece tres piscinas techadas, dos al aire libre y baños termales individuales con aguas a 36º C. También brinda fangoterapia (baños de barro), spa y sala de masajes. Menetúe está abierto todo el año y las termas se pueden complementar con actividades como trekking, mountain bike, kayak, remo y pesca con mosca en una laguna privada. Otra opción es el Complejo Termal San Luis, a 27 kilómetros de Pucón transitando el Camino Internacional Pucón-Currarehue. Este centro termal es uno de los más antiguos de la región y posee dos piscinas, una techada y otra al aire libre. Ambas reciben el agua proveniente de doce vertientes con temperaturas que fluctúan entre los 30º y los 45º C. La fuente al aire libre está rodeada de grandes helechos y frondosa vegetación. Además hay baños de tina y saunas y, como en otros centros termales, aquí también se puede practicar pesca deportiva y hacer caminatas en pleno contacto con la naturaleza.

Para los que quieran ir un poco más lejos existen las Termas Geométricas. Hay que llegar pasando primero por la localidad de Lican Ray, cerca del lago Calafquen, y luego por Coñaripe, un pueblo pequeño y encantador. En las termas hay más de 60 fuentes con agua que brota a 80º de temperatura. Pero lo más llamativo de este complejo es el entorno, una quebrada antes inaccesible ubicada en medio de los bosques nativos del Parque Nacional Villarrica. Aquí se tallaron veinte pozones, a lo largo de 450 metros, interconectados por una pasarela de madera de coihue.

Cuando se busca agua, pero no con relax sino con adrenalina, la mejor opción es hacer rafting en las aguas claras del río Trancura y en medio de un paisaje paradisíaco a 15 kilómetros de Pucón. No solo es uno de los ríos más importantes del sector andino chileno, sino también el principal afluente del lago Villarrica. Nace en el lago Quillelhue, cerca del volcán Lanín en la frontera con la Argentina, y unos kilómetros abajo recibe los caudales de los ríos Turbio y Licura, que generan grandes olas. El río tiene más de 30 metros de ancho y se abre paso en medio de valles y cañadones. Además, entre Catripulli y Llafuica y en las áreas próximas a su desembocadura se practica pesca deportiva. Si la excursión es en familia conviene hacer el Trancura Bajo (grados II y III), ya que en esta parte del río el caudal es menor y los rápidos son menos pronunciados. En cambio, si ya se tiene experiencia o se quiere un poco más de acción, no hay que dudar en hacer el Trancura Alto (grado IV), con los conocidos rápidos Salto del Chucho, la Garganta del Diablo, el Salto del Feo y el Ultimo Suspiro, el más difícil de todos.

Rafting. La agitada aventura de una bajada en balsa por los ríos.

SECRETOS DEL VOLCAN El volcán Villarrica (cuyo nombre original es Rucapillán, que significa “casa del espíritu o del demonio” en mapuche) tiene 2847 metros de altura, es el más activo de Chile –hasta el momento tuvo 82 erupciones– y se encuentra dentro del parque nacional del mismo nombre. La reserva de 63 mil hectáreas, creada en 1940, alberga un centro de esquí, una zona de acampe en verano y varios senderos de trekking. Protege una zona de los bosques andino-patagónicos donde abundan especies como las araucarias y la lenga en sectores altos, y raulí, mañío de hoja larga y coihue en los más bajos. La fauna está representada por pumas, zorros, pudúes, coipos, peucos y monitos del monte, entre otras.

La excursión más conocida, ya es todo un clásico, es el ascenso a la cima del Villarrica y su cráter. Sin embargo, para quienes no quieran hacer tanto esfuerzo físico también se pueden visitar cráteres y cuevas volcánicas, una verdadera incursión a las entrañas de la Tierra. La excursión se realiza por el interior de una cueva moldeada por la lava de una de las tantas erupciones que ocurrieron en la historia del Rucapillán. Antes de internarse en la cueva propiamente dicha, en la Casa de los Volcanes hay una charla sobre vulcanología y una cronología de toda la actividad registrada del Villarrica. El guía explica cada una de las partes y minerales que conforman este volcán y luego el grupo, equipado con cascos y linternas, ingresa a la cueva y va descendiendo hasta 45 metros bajo tierra. El guía va abriendo camino en medio de filosas estalactitas y diferentes formaciones de lava solidificada. Estando allí abajo impresiona pensar que se está dentro de un río de lava subterráneo, muy próximo al volcán... Uno de los mejores momentos ocurre, sin embargo, casi al final cuando el guía solicita guardar silencio y apagar las linternas: la sensación es indescriptible y no apta para claustrofóbicos.

La piscina hidroterapéutica, rodeada de bosque nativo, tiene camas de burbujas.

Por su parte los ascensos al volcán comienzan, si el clima acompaña, bien temprano a la mañana. A veces pasan días sin que se pueda subir, ya que la cumbre suele estar totalmente tapada por nubes. Rumbo al Parque Nacional Villarrica –a 12 kilómetros de Pucón– los guías de la expedición se presentan y, una vez en la entrada a la reserva, el grupo registra la subida. Dependiendo la época del año puede haber nieve en la base y el ascenso será un poco más cansador, ya que hay que dejar el vehículo más abajo y no en el punto de partida de la aerosilla del centro de esquí.

Antes de partir hay que aprender a usar la piqueta y a caminar con grampones, que en pocos metros serán herramientas inseparables. Una vez hecho esto, es imprescindible colocarse protector solar y asegurar las mochilas (con la vianda para el almuerzo y mucha agua, ya que en todo el día no se verá ni un solo arroyo). Es habitual que, a poco de comenzada la marcha, varios abandonen la excursión y el grupo se vaya reduciendo: sobre todo cuando la superficie se torna resbalosa y sí o sí hay que ponerse los grampones para ir seguros y evitar accidentes.

Si bien al principio cada uno va a su ritmo, a partir de los 1900 metros es necesario ir en hilera y haciendo zigzag, técnica básica y fundamental en todo ascenso. A esa altura el cansancio se hace sentir y el Villarrica demuestra que, pese a no ser una ascensión técnica, subirlo no solo requiere tener buen estado físico, sino mucha paciencia y voluntad. Cada quince minutos el guía hace descansar al grupo y sugiere hacer pasos cada vez más cortos pero constantes. Al cabo de dos horas de subida se divisa el galpón de donde parte la aerosilla –a 2200 metros de altura– y donde paran todos los expedicionarios para almorzar con la vista de los lagos Villarrica y Caburga y, un poco más lejos, de los volcanes Llaima y Lonquimay. Después del almuerzo el guía explica que restan 640 metros para alcanzar la cima: sin embargo, son los más duros y exigentes.

En el tramo final suele haber más hielo y es necesario afirmar bien los pies. La marcha continúa lenta y constante hasta que se empieza a sentir aroma a azufre. A medida que el grupo sigue avanzando el olor es cada vez más intenso (por momentos insoportable, ya que pican ojos y garganta) pero la gratificación es saber que la cumbre está muy cerca. Con suerte puede estar todo despejado y se puede ver el cráter. Pero también puede ocurrir que se ingrese dentro de una gran nube y no se vea absolutamente nada. Sin embargo, la presencia del cráter se siente y lo importante es que se ha llegado a la cima luego de seis horas de esfuerzo. Luego de la foto obligada allí arriba, el guía invita a hacer un descenso divertido y como niños: haciendo culipatín. Y así, en menos de dos horas, se baja la ladera del imponente y humeante volcán

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