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Domingo, 12 de junio de 2011
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FRANCIA. Paseos con historia judía

Bienvenido a Tsarfat

Un recorrido por los lugares vinculados con el judaísmo en Francia. Entre memoriales oficiales o lugares turísticos, una cara desconocida de aquel país.

Por Graciela Cutuli
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Típica callecita del Marais, en dirección al Memorial de la Shoah.

El nombre hebreo de Francia, Tsarfat, tiene un lejano origen. Tan antiguo como las comunidades judías en ese reino que se llamaba con orgullo “el hijo mayor de la iglesia”. Se encontraron pistas de la presencia judía en las Galias ya en los primeros tiempos de la conquista romana, hace unos dos milenios. ¿Hace falta decir que, con tanta historia a cuestas, Francia ofrece no solo un circuito sino una multitud de opciones para conocerla desde una óptica poco frecuentada? Como se diría que todo empieza (y termina) en París, este recorrido también lo hace, pero en verdad hay testimonios de la cultura y la elite judía –en la política, las artes y las ciencias– en todo el país. Uno de sus símbolos podría ser Léon Blum, primer jefe de gobierno judío en Francia, elegido en 1936 al frente de una coalición de izquierda e impulsor de numerosos avances sociales. Pocas décadas antes, Emile Zola había conmocionado al mundo con su defensa magistral del capitán Dreyfus, injustamente acusado de espionaje militar a fines del siglo XIX. Dos caras de una misma realidad que se encuentra a lo largo de todo este recorrido por las tierras de Tsarfat.

Un negocio de delikatessen de tradición judía en el barrio del Marais, en París.

PARIS ES UNA “PLETZL” El Marais es uno de los barrios más de moda en el París actual. No hay diseñador ni boutique chic que no abra su local en sus calles angostas y tortuosas. Pero además es el tradicional barrio judío de París, conocido en yíddish como “Pletzl”, la placita. Ya en la Edad Media había una comunidad y el barrio se conocía como la “Juiverie”, la Judería. No fue sin embargo el asentamiento más antiguo, ya que a lo largo del primer milenio hay rastros escritos de sinagogas en la isla de la Cité (en el actual emplazamiento del Mercado de las Flores, muy cerca de la catedral de Nôtre Dame) y en la ribera izquierda (la actual iglesia de St-Julien-le-Pauvre al parecer fue levantada sobre el emplazamiento de la primera sinagoga de la capital de los Lutecii, la tribu gala que vivía en tiempos de la presencia romana).

El Marais es un barrio para perderse y caminar sin objetivos precisos. Hacer un alto en un shtiebel (pequeños lugares de plegaria), comprar delikatessen y bocadillos como los macroudes o mandelbrots, o bien curiosear en los estantes de las librerías especializadas son las mejores maneras de conocer el barrio, sus costumbres y su gente. El epicentro de la porción judía del Marais está a la altura de la Rue des Rosiers y la Rue Mahler. En la vecina Rue Pavée se encuentra la sinagoga Agudath ha Kelihot, diseñada en estilo Art Nouveau por Héctor Guimard, el mismo arquitecto que creó las entradas del subte de París a principios del siglo XX.

No muy lejos, pero ya fuera del Marais, el circuito pasa por lugares asociados con los momentos más trágicos de la historia del siglo XX. Yendo en dirección al Sena se encuentra el Memorial de la Shoah, uno de los mayores centros europeos dedicados al Holocausto. Inaugurado en 2005, es a la vez un museo y un centro de estudios e investigación. El lugar más emotivo es el Muro de los Nombres, donde están inscriptos los nombres, apellidos y años de nacimiento de los 76.000 hombres, mujeres y niños deportados entre 1942 y 1944 desde todo el territorio francés. Cruzando el Sena, no muy lejos de Nôtre Dame, el Memorial de la Deportación es otro monumento oficial que Francia erigió para honrar la memoria de sus ciudadanos –judíos o no– deportados a los campos de exterminio nazis entre 1942 y 1944. Mientras tanto, en el Memorial de la Shoah otro muro recuerda la contracara de este episodio funesto: allí se evocan los nombres de las personas que salvaron a judíos durante la ocupación alemana de Francia, y recibieron el título de Justos entre las Naciones que otorga el Memorial Yad Vashem de Israel.

En toda la ciudad, muchos otros lugares recuerdan la larga historia que une a París con los hijos de Israel. Entre ellos el Museo de Arte e Historia del Judaísmo, un magnífico petit-hôtel del siglo XVII cerca del Forum des Halles, el corazón de la capital antigua. Tampoco se puede obviar el cruce de las calles Cadet, Richer y Montmartre, un mini Marais, donde se instalaron muchos judíos provenientes de Europa Central y del Este a mediados del siglo XIX. Hay una docena de sinagogas en ese barrio –entre ellas se destaca la Synagogue Rothschild, que se ubica entre los Grandes Bulevares y la colina de Montmartre–. También hay muchos restaurantes con propuestas tan variadas como cocinas sefaradíes o tex-mex kosher.

El Marais es también el barrio del diseño y de las modas de vanguardia.

POR TODA FRANCIA Muchas ciudades de las distintas regiones francesas tienen sinagogas, pero las comunidades más importantes se encuentran sobre todo en el sur y en el este. En camino al sur, este circuito puede hacer una primera etapa en el pueblo de Pithiviers, a menos de 100 kilómetros de París. Típica localidad de provincia, hoy su nombre está semiolvidado pero no fue así en los años de la guerra: Pithiviers y otro pueblo vecino, Beaune-la-Rolande, fueron los dos únicos campos en Francia donde se encarcelaba a judíos, comunistas y miembros de la Resistencia. En el Lemosín (sudoeste), la historia fue radicalmente distinta: en esta región situada en la zona libre (no controlada por los alemanes pero sí por el Gobierno de Vichy, igualmente antisemita), muchas familias recibieron y escondieron a adultos y niños judíos durante la guerra. Desde allí, como en el Castillo de Chabannes –en Dun le Palestel, cerca de Limoges–, se organizaban numerosas evacuaciones hacia Estados Unidos.

Siguiendo hacia el sur y llegando a Bordeaux, cabe recordar que gracias a la comunidad judía el chocolate fue introducido en Francia por primera vez para el casamiento de Luis XIII y Ana de Austria, en 1615. Hay testimonios de una comunidad en Bordeaux ya en el siglo IV, pero fue durante el siglo XV cuando se agrandó notablemente con la llegada de numerosos “marranos” (conversos que seguían practicando el judaísmo en secreto) que escapaban de la Inquisición en España y Portugal. Su importancia no dejó de crecer en los siglos siguientes; incluso dos de las más prestigiosas bodegas de vino de Bordeaux fueron fundadas por miembros de la familia Rothschild: Chateau Mouton y Chateau Lafite. Por su parte, la Grande Synagogue de la ciudad es la más grande de Francia. Los curiosos terminarán la visita en uno de los cementerios judíos de la ciudad, el del Yser, donde están las tumbas de los hijos de Theodor Herzl, el fundador del sionismo.

Más al sur, en Agen –la ciudad de D’Artagnan, el capitán gascón que inspiró a Alejandro Dumas su famoso mosquetero–, hay un Museo de la Resistencia y la Deportación en un edificio que también alberga una sinagoga. Testimonios de una ciudad que tuvo antaño un importante ghetto, como Toulouse, Béziers, Montpellier o Perpignan en la franja noreste de los Pirineos.

El puerto de Sètes, sobre el Mediterráneo, saltó a la fama junto al cantautor Georges Brassens, pero en este circuito también tiene un dato relevante para aportar con una bodega kosher. Se trata de los Vinos Skalli, que abren todo el año para degustaciones, visitas y compras de botellas.

La región de Provenza tiene asimismo una larga y rica historia judía, con importantes comunidades y sinagogas en sus principales ciudades, desde Marsella a Avignon: y aquí vale una mención especial para el Museo Nacional del Mensaje Bíblico dedicado en Niza al pintor Marc Chagall.

La vidriera de un local de comida kosher en la capital francesa.

RUMBO AL ESTE Las agencias especializadas que organizan viajes para conocer el legado judío en Francia no omiten pasar por Estrasburgo, donde hubo una de las más importantes comunidades de este origen, por número y por aporte cultural. Los judíos del este de Francia habían desarrollado su propia liturgia, la Minhag Elzos, y hablaban un dialecto del yíddish, el judeo-alsaciano. Ciento setenta y seis sinagogas fueron construidas en Alsacia entre 1791 y 1914: en otras palabras, casi cada ciudad tenía una. Muchos de estos lugares no resistieron la anexión al Tercer Reich, pero la Oficina de Turismo de Estrasburgo está bien preparada para difundir este pasado con ideas y datos para las visitas. Están por ejemplo el museo Mikvah de Bischeim, el Museo Histórico de Haguenau, el Museo Judeo-Alsaciano de Bouxwiller o bodegas de vinos espumantes kosher en Goxwiller y Sigolsheim. En Le Struthof se conservan las instalaciones del único campo de concentración sobre el actual territorio francés.

Finalmente en Colmar, una ciudad que conservó su centro medieval y renacentista, se puede concluir con una visita al Museo Bartholdi bajo la advocación de “Miss Liberty”. La Estatua de la Libertad neoyorquina fue concebida y construida por el escultor Frédéric Bartholdi en esa casa, ahora transformada en museo y en una de cuyas habitaciones se presenta la colección Katz, con una completísima colección de objetos de culto. Como si la historia compensara las vicisitudes que hizo sufrir a las comunidades judías de la región con el nacimiento de uno de los grandes iconos de la libertad mudado a la otra orilla del mundoz

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