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Domingo, 20 de noviembre de 2011
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BERLIN. Hotel para chicos (y grandes) cinco estrellas

Exclusivo para VIK

VIK: Very Important Kids. Son los privilegiados huéspedes del Ritz Carlton Berlín, adonde llegan de la mano de sus no menos privilegiados padres. Un hotel de lujo con servicios orientados a los chicos (de alta gama) en la capital alemana. Too much.

Por Ana Valentina Benjamin

Los hoteles de lujo parecen estar diseñados indefectiblemente a la distancia, la parsimonia y el mármol. El Ritz Carlton Berlín, por el contrario, añade a su esplendor servicios orientados a los huéspedes infantiles. El staff no constituye un ejército de anónimos empleados, sino que tiene nombre propio y foto que los identifica: en el enorme hall del hotel se despliegan portarretratos que muestran a su plantel en desalmidonadas situaciones cotidianas. El impoluto chef puede descubrirse en una foto andando en bicicleta, cargando a un colega repleto de panecillos. Como corolario de su “vocación maternal” (que es lo que dicen también tiene casi exclusivamente Berlín en relación con el resto de Alemania; fama que habría que precisar), el Ritz ofrece el programa VIK, “Very Important Kids”: un concepto de hotelería que implica servicios exclusivamente pensados para niños (cinco estrellas).

Gorros de chef en cabecitas coronadas por el privilegio.

DISEÑO & ARQUITECTURA El Ritz se impone entre otros espléndidos edificios que se alzan en la zona por su altísimo talante arquitectónico, que recuerda la Edad de Oro del art déco de los rascacielos neoyorquinos. Tiene una locación histórica y artísticamente clave: la Potsdamer Platz, sinónimo de Festival de Cine de Berlín, centro de compras, Paseo de las Estrellas y uno de los pulmones verdes más famosos de Berlín, el Tiergarden. Pero también comparte escenario con uno de los fragmentos del ex Muro más elocuentes. La naturaleza, el entretenimiento y la historia: todo a los pies del Ritz. Este conjunto hace que la zona sea “muy Berlín”: la convivencia de la contradicción y los opuestos al borde del choque. Aunque al modo europeo, claro: entrelíneas. Y más sutil aún en áreas netamente turísticas donde el marketing impone tacto: el fragmento de aquel Muro que fue tormento se torna casi simpático por la presencia de señores que por 2,5 euros le estampan a uno el antiguo visado que permitía a algunos pocos el pasaje del Berlín Este al Oeste. Un souvenir para el pasaporte que ameniza el pasado... ¡pero podría complicar el futuro! (se discute si ese falso “sello turístico” podría invalidar el pasaporte). Hay muchos fragmentos de Muro en Berlín que parecen continuar de pie; han mutado de cemento a madera de escritorio de ciertas oficinas públicas; pero ello y otras contradicciones más rabiosas no se ven desde los city tour buses ni desde el Ritz; se necesita más tiempo, tener a mano la historia universal, ojos atentos y un corazón preparado para cosas impensadas.

El diseño arquitectónico neoclásico del interior del hotel tiene reminiscencias inspirativas del prestigioso arquitecto y pintor Karl Friedrich Schinke, y plantea un homenaje al estilo del Emporio Germánico. Ese datito sólo para VIP y entendidos; el transeúnte menos erudito notará –no es poco tampoco– un fuerte contraste entre el exterior geométrico, de rigurosas líneas rectas y los espacios hercúleos acolchados de su interior. Bella metáfora que podría aplicarse a una ciudad (no a ésta).

Los pisos del Ritz sólo pueden ser rayados por un VIK.

HABITACIONES & GASTRONOMIA La oferta top consiste en un apartamento de 285 m2 con vistas hasta lo que el ojo humano pueda alcanzar... y sobre todo el bolsillo. Precio: 14.500 euros la noche. Para pernoctas más módicas, desde 295 euros por noche, y hasta 3000 las más dispendiosas. Cero más, cero menos, todas encajan con el perfil turista VIP ávido de ser atendido o con afición a cocinar “en casa”, porque están equipadas con menaje incluso para hacerse un pucherito con osobuco. El detalle eco: un pequeño cartelito en los baños ruega que aquel que se anime a usar dos veces la misma toalla, la deje colgada. Aviso que intenta despabilar al gran enemigo del lujo, la conciencia ecológica, quizás aletargada en quien acostumbra profesar hábitos de consumo insostenibles... desde el punto de vista ecológico, no de la tarjeta de crédito.

Quien por pereza o falta de habilidades culinarias prefiera no comer en la habitación, puede elegir. Hay distintos espacios para la satisfacción del interior menos místico, cada uno con su marcado estilo en cuanto a clima y oferta gastronómica. Para el viajero con perfil tímido, clandestino o intimista, existe incluso un “hotel dentro del hotel”: todo un piso dedicado a quienes por distintas circunstancias precisan una dosis extra de privacidad. Tal puede ser el caso de una estrella del cine internacional, como las muchas que se alojan en este hotel, a sólo 150 metros del recinto donde se lleva a cabo la famosa Berlinale. Para viajeros que no firman autógrafos y viajan con niños, el detalle intimista consiste en un rincón con juguetes que permite desempacar con tranquilidad mientras los críos se entretienen. En todo caso, una juguetería dentro del hotel.

Silloncitos, tacitas y mesitas para los niñitos.

SER VIK Estos detalles han colocado al Ritz Carlton Berlín en los primeros puestos de la hotelería first class: en siete años de existencia, ha obtenido veinte premios y menciones. Sin embargo, lo que verdaderamente podría colocarlo a la vanguardia en servicios es sin duda su vocación por satisfacer los caprichos de los hijos de VIP.

Desde el comienzo, la madre ejecutiva que viaja sola con sus niños o la familia pudiente ávida de vacaciones sin estrés (o el lector de Página/12 que ha ganado la lotería), escuchará decir: “De ahora en más no se ocupe de nada, déjelo en nuestras manos”. Podrá ser la voz de Erik, el chofer que lo ha ido a buscar al aeropuerto, o la de Robert desde su rojo traje que lo recibe en el portal, o bien la del botones Tony o la de Rita. La “actitud VIK” se palpa desde el primer momento: el check in es una excusa para distraer a los clientes de menos de un metro. Los niños pueden jugar a hacer sus propios registros y de su puño y letra. Luego la propuesta es encarar una búsqueda del tesoro, que los guía a través de todas las instalaciones y “permite que el pequeño se familiarice con nuestro hotel”, explica Joanna Schulz, del Departamento de Relaciones Públicas. Idea interesante, sobre todo si no sabemos cuán familiarizado está el crío con el lujo que lo rodea ni cuántos tesoros poseen sus mentores.

Ya instalados, el hotel les propone a sus VIK cocinar crêpes en la brasserie y luego tomar el “five o’clock tea” en un petit salón dorado, con tragos incluidos. El laureado barman prepara non alcoholic drinks que saben bastante a los tragos de los grandecitos. A modo de digestión activa, los niños pueden pedalear un auténtico mini Mercedes Benz. El universalmente famoso juego de “jugar a ser grande” ha sido captado por este equipo de profesionales y llevado a la práctica (es decir: a cierta práctica). Como más reciente evento inspirado en el concepto VIK, el hotel organizó en septiembre el Primer Festival International para Niños, para lo cual 1800 m2 se convirtieron en un parque de diversiones techado.

Todo lo dicho es cierto tanto como que el mundo se dirige hacia otras formas de viaje, trabajo y familia; en muchos casos, hacia impredecibles direcciones. Pero si acaso está en el destino del niño circular los mismos dorados pasillos que sus gestores VIP, pues ya habrá saboreado tempranamente el saborcillo de los tragos VIK

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