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Domingo, 9 de septiembre de 2012
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ESPAÑA. Galicia tradicional

Entre Noé y la Santa Compaña

El pueblo gallego de Noia, sobre las Rías Bajas, encierra historias bíblicas y tradiciones misteriosas. Del casco antiguo medieval a las curiosas lápidas de Santa María la Nueva, el recorrido propone navegar leyendas, probar delicias llegadas de orillas del mar y viajar siglos atrás en el tiempo.

Por Javier Piedra
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Curiosas lápidas en el interior de Santa María la Nueva, en el centro de la Quintana dos Mortos.

Fotos Gentileza Turgalicia

Sólo 40 kilómetros separan Santiago de Compostela de Noia. Tomando la carretera C-543 en dirección al mar, nos adentramos en la accidentada montaña coruñesa transitando pueblos escondidos en una orografía escarpada. La superficie es reducida, pero el relieve, dinámico: de los valles a la montaña; de las cumbres más altas a los ríos; de los ríos a las rías; de las rías a un océano embravecido, entre senderos frondosos bajo la lluvia pertinaz que suele identificar a Galicia.

Al pie de las tranquilas aguas del río Tambre y de la ría de Arosa, rodeada por los montes de Barbanza y majestuosamente asentada en un llano, se encuentra la villa de Noia, una de las pocas poblaciones gallegas que todavía conservan su aspecto antiguo y sus viejas tradiciones. La ciudad costera da la inmediata impresión de un esplendoroso pasado romano, pero fue durante la Edad Media cuando se convirtió en una de las principales ciudades gallegas, destino de miles de peregrinos que iban tras las huellas de Santiago Apóstol.

Noia, uno de los pueblos ocultos en la orografía coruñesa, al pie de la ría de Arosa.

NOE EN NOIA “¿Sabéis por qué Noia se llama Noia?”, pregunta la guía a una decena de turistas que niegan rotundamente con la cabeza. “Porque aquí mismo tuvo lugar el desembarco del patriarca Noé después del Diluvio Universal. Porque aquí llegó la paloma, tomó la rama de olivo y regresó al arca. Y porque aquí mismo plantó Noé su viña y se emborrachó con sus primeros frutos. Y ahí arriba, en el monte Barbanza, quedó enterrada el arca de la salvación.” La presencia de Noé en Noia dio lugar a un mosaico de teorías sobre la relación del patriarca con las culturas prehistóricas que se desarrollaron por toda la costa atlántica europea. La leyenda que repitieron cronistas e historiadores hasta el siglo XVII es hermosa, pero sólo puede ser considerada como tradición y mito, dada la carencia de vestigios arqueológicos. “Es una aventura histórica que no hace otra cosa que evidenciar y dar crédito a todo el universo mítico que historiadores posteriores se dedicaron a demoler sistemáticamente, hasta dejarlo relegado a simple fabulación popular”, dice el historiador español Juan Atienza.

A pesar de la refutación científica, algunos indicios suman relativa verosimilitud a la leyenda. La ciudad conserva una piedra cuya traducción describe que la fundación de Noia corresponde a una fase remota de la cronología bíblica: “En nombre de Dios. Amén. Noela dedica a su hermano y marido Galo Gafeto, Rey desde Finisterra a los Altos Alfes, y de mar a mar, esta memoria a la honra de su segundo abuelo Noé y a este pueblo que para su descanso formaron en el fín del rio Támbar, frente a la isla de Cueva Marina. Su señal sería un Arca con la que Dios defendió a su generación. Su nombre y el de su hija Nebión y el del reino y el de su Rey y marido que descansa en paz. Año 1999 del mundo”. Con este grabado se ha deducido que el río Tambar no es otro que el actual Tambre, y que Noela y su marido Galo habrían fundado la villa en memoria de su abuelo Noé. La tradición mitológica vinculada con Noé quedó grabada en el escudo de la ciudad, representada por un arca sobre las aguas y una paloma portando en su pico una pequeña rama de olivo.

EL CASCO HISTORICO Desde cualquiera de los altos circundantes comprobamos que la forma de Noia es curiosamente compacta y sensata. Un conjunto de caseríos apretados descienden desde la hermosa alameda decimonónica en dirección al mar. La primera impresión es la de un hecho urbano diverso, un espacio donde conviven estilos y tamaños que provocan contrastes, entre una ligera arquitectura doméstica y una realidad urbana heterogénea. La perspectiva de tejados rojos, chimeneas, torres y plazas no aparenta una grandeza asombrosa, sino más bien una intimidad medieval. El conjunto histórico aparece dominado por la presencia de edificios religiosos; los horizontes son amplios hacia el océano y una brisa del oeste llega con olores del mar. Las callejuelas de esta zona rompen toda norma de paralelismo y simetría. En la estructura serpenteante de sus calles un leve declive provoca una brecha que cruza todo el casco urbano, partiéndolo armoniosamente por la mitad. Es el antiguo Camino Real, limitado por edificios bastante dispares, con balcones y galerías o bien portales donde se exponen los blasones de las familias nobles. Por momentos algunos caserones cierran las calles y obligan a pasar por arcos y portales llenos de encanto.

SANTA MARIA LA NUEVA La iglesia está en el centro de la Quintana dos Mortos, curioso cementerio que, según la tradición, fue rellenado con tierra santa. Fue consagrada en 1327 por el arzobispo Berenguel de Landoira, siguiendo los impulsos de un románico esplendoroso y un gótico que no tuvo la misma relevancia que su antecesor. Abriendo una extraña verja llegamos a la puerta principal, donde un tímpano policromado representa la adoración de los Reyes Magos, la figura del obispo Landoira de rodillas y San José, a la izquierda de la Virgen. En puertas, ventanas y muros aparecen arcos apuntados, cuya función era acoger sepulcros. No es la belleza edilicia ni el redoblar de las campanas lo que atrae, sino un documento de lápidas agrupadas. Desde lo profano, la sola visualización de cada losa y sus dibujos produce la extraña sensación de una liturgia escultórica: son piedras que parece que no tuvieron muertos que cubrir. Lajas que hablan, todas y cada una, un lenguaje propio. “Estamos terminando la Edad Media, época de escritura escasa. La pintura mudéjar era el lenguaje de los analfabetos. El pueblo no sabe leer, y dibujar es una forma de comunicarse. Muchos de esos signos rememoran ese estilo petroglifo prehistórico y medieval y, por supuesto, un lenguaje secreto que se ha sucedido desde los tiempos prerrománicos hasta el gótico”, detalla el historiador Tomé Martínez en su libro Secretos de Compostela. Con más de 500 lápidas, esta necrópolis es considerada una de las más importantes de Europa. Hay sepulcros hidalgos y gremiales, otros que hablan del oficio de marinero, albañil, zapatero y carpintero. Algunos representan figuras humanas, que en algún caso bien podrían ser peregrinos.

San Martiño, “iglesia maldita” según la leyenda, exhibe cierto aire de fortaleza.

SAN MARTIÑO Fue ordenada por el arzobispo Lope de Mendoza, en el mismo lugar donde estaba situada la ermita de Santa María. Finalizada en el año 1434, conserva un estilo ojival con aire románico en la ornamentación. La iglesia cuenta con una nave y ábside pentagonal, coronada por almenas que le dan cierto aire de fortaleza. Dos torres, una de dos cuerpos y remate piramidal, y la otra de un solo cuerpo decorada con un reloj, determinan su gran belleza. San Martiño contiene un aura de misterio y terror alimentado por la muerte del director Claudio Guerin durante la filmación de La campana del infierno: incluso hay quien no duda en hablar de una “iglesia maldita”.

LA SANTA COMPAÑA Es difícil no encontrar entre las aldeas y pueblos gallegos alguno donde no existan los más diversos mitos típicos del folklore y la cultura popular, con brujas, gnomos, hadas, santos y difuntos. La leyenda de la Santa Compaña tiene una significación especial: en la mitología popular es una procesión de ánimas en pena, vestidas con túnicas blancas, que a partir de medianoche recorren errantes los caminos de la iglesia Santa María a Nova. Esta procesión fantasmal forma dos hileras, que van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía se encuentra un espectro mayor llamado Estadea. Ante la presencia de la Santa Compaña se debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él. De este modo se evitará unirse a la procesión, pero el recuerdo de un viento helado y el olor a cera serán difíciles de olvidar.

Otro de los símbolos espirituales más conocidos y visitados en la ciudad es el baldaquín situado en uno de los extremos del cementerio. Cuentan que en las Noches de San Juan los espíritus se reúnen a su alrededor, cantando canciones en alabanza a sus parientes. De hecho, no son pocos los que deciden celebrar esta noche mágica en el cementerio por la curiosidad de que algo pueda suceder. La vida de ultratumba siempre se ha querido ir dejando a un lado, trasladando a los cementerios cada vez más lejos de la población. Por el contrario, Noia lo sigue conservando en el centro de la ciudad.

RIAS Y MAR Entre el correteo del mar y la tierra se encuentran las Rías Bajas, el litoral más curioso y fascinante de toda la Península Ibérica. Los noieses cuentan que Dios, descansando después de crear el mundo, posó su mano dando forma a las rías. Mitos aparte, su formación se debe a un largo proceso de erosión causante de una herida tectónica que facilita al Atlántico penetrar kilómetros adentro, invadiendo valles costeros donde la riqueza de la flora y fauna es visible y apreciable en su diversidad. Las Rías Bajas, en el litoral atlántico de la costa gallega, están formadas por las de Corcubión, Muros-Noia, Arosa, Aldán Pontevedra y Vigo. La Ría de Noia es la menos urbanizada. Si bien las aguas dulces son las protagonistas, el mar aparece como algo que desde lejos se acerca aquí en determinados momentos del día. Es un mar intermitente, solamente capaz de imponer su presencia con la fugacidad de una marea. La constante mutabilidad define el paisaje: un mar por momentos presente, pero al mismo tiempo esquivo y fugaz.

DELICIAS NOIESAS Es precisamente la mezcla de agua dulce y salada lo que favorece la vida de la ría. Bajo sus arenas y aguas crecen toneladas de berberechos, mejillones, navajas y almejas. Para saciar el apetito, Noia ofrece una amplia oferta de manjares: enormes calamares, empanadas noiesas con harina de maíz y berberechos, pimientos de Padrón o zorza (trozos de lomo de cerdo en adobo), siempre acompañados de un vino de Barrantes, cosecha local apenas conocida y comercializada. Si la elección es lo dulce, no se puede pasar sin probar una porción de la tarta de queso o los almendrados, tan especiales del lugar. Para las compras, la calle Del Comercio dispone de una pequeña pero suficiente oferta para adquirir cualquier recuerdo o delicia local. Por las mañanas es aconsejable recorrer el Mercado de Abasto, con mucha actividad comercial, donde los pimientos de Padrón, roscas de anís o botellas de aguardiente están a la orden del día. Si es jueves o domingo se puede visitar El Curro, un mercadillo ubicado en la plaza principal. Por las noches el caminar por las playas nos tropieza con cofradías que ofrecen la mágica queimada (bebida a base de aguardiente y azúcar). Participar del conjuro y su posterior degustación aleja a los malos espíritus y protege contra maleficios.

Viajar puede ser un recorrido de cientos de kilómetros o de unos cuantos siglos. Noia es tradición, tierra de mitos y leyendas, cuna de ritos ancestrales. Noia es tierra del Finesterre y el principio de una experiencia a repetir.

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